Me haces reir y llorar al hacerme el amor, porque sabes convertir en espíritu mi carne.
Porque tus labios son tan inciertos como una duda,y por dudar me prendo entre tus miedos, porque si tu boca fuera segura entre ella no entra el develo, y ahora en el juego de pequeños besos, aprovecho para gozar el aroma límpido que emanas. Hueles a blancura, a jabón, a persona limpia.
Interpreto tu inmovilidad como un permiso para seguir explorándote, así que muevo mi cara sobre tu pecho, aunque no lo toco, y llego hasta tu vientre. Ahí me detengo a contemplarte y olerte.
Tus vellos y poros se erizan. Comienzo a canturrear cuchicheando una canción de Fernando Delgadillo.
Regreso mi rostro hacia tu cara franqueando tu pecho muy despacio. Esta vez, en mi paso, me atrevo a rozarlo con la barbilla.
Luego llego hasta tus labios y me detengo ahí. Mi respiración es rápida, casi jadeante. Trato de controlarme. Todos mis instintos se han erizado. Adivino que los suyos también.
Entreabres un poco los labios mostrando parte de tus dientes, que delicia es esta tentación, entre nuestros cuerpos hay un campo de atracción,puesto que tus curvas hechas a mano demuestra perfección, y tu flujo es el más amargo y hermosa cascada de satisfacción.
Maqda