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— ¿Qué paso? ¿Te encuentras bien? ¿Porque vomitabas? ¿Tienes algo?

Bill no había ni entrado a la casa cuando Tom ya había empezado a interrogarle. Amaba que su esposo se preocupará por él. Le resultaba gracioso que Tom se portara con él como todo un padre, como lo hacía con su hijo.

Soltó una pequeña risita y cortó las palabras de su esposo con un beso en sus labios, sabiendo que eso lo dejaba atontado por unos instantes. Y realmente funcionó, porque Tom dejó caer sus brazos a la cadera de Bill para corresponderle.

Entró a la cocina para lavar su cara y miró a su esposo con una sonrisa nerviosa. Sintió algo entre sus piernas y notó la cabecita dorad de su hijo asomarse con curiosidad. Acarició con ternura sus cabellos y lo chineó.

— ¡Bill! —exclamó Tom algo enojado, una vez volvió de «atontamiento» y el muchacho le miró nervioso—. Es enserio,  mi amor, ¿qué pasa?

—... Bueno —titibeó el rubio—, no es nada. Solo me recetaron unas pastillas para el dolor... Te dije que no te preocupadas —añadió, acercándose a su esposo para dar un tierno beso en sus labios. Tom le agarró con posesividad las caderas y lo pegó a él de lado.

— Te amo —murmuró Tom, besando una y otra vez los labios de Bill con frenesí.

— T-Tom... —gimoteó Bill, queriendo separarse del mayor. Se tragó un gemido y separó su cuerpo para fruncir el ceño, preparándose para reñir al lujurioso de su marido. Tom volvió a agarrarle de la cintura y volvió a pegarle a él para besarle de nuevo—. E-Espera... mmm... tonto. Tengo a... mmm... Gustav en brazos.

Tom rió y miró al sonrojado pero sonriente Gustav.

— ¿Y tú? —dijo divertido. Gustav rió— ¿desde cuando estás aquí, enano?

Bill contuvo la carcajada al sentir y ver la rabieta que su hijo hacía ante los motes que su padre le dijo.

— Na' enano —dijo el pequeleque— Gustav ya es grande.

— ¿Tan grande como un Pitufo?

No se contuvo y se echó a reír al ver como Gustav, furioso, jalaba de la nariz a Tom, ignorando los quejidos de este. Ambos sabían que a Gustav no le gustaba que le dijeran así.

— ¡Ouch! ¡No te rías Bill! ¡Ayuda! —gritó— ¡Gustav, Gustav! ¡Suelta ya!

— ¡Gustav grande! —respondió, sin dejar de jalar la nariz a su padre que se sostenía de sus pequeñas manos.

— ¡Sí, sí! ¡Gusgus grande! ¡Gusgus grande!¡Pero suéltame, peque!

Al fondo de esos gritos se oían las carcajadas de Bill por verla escena.

Through the Monsoon (TWC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora