[parte tres: mañana](1/2)

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La luz del sol flota en el sueño de Kyungsoo, deriva en algo frío y salado y que tal vez implica talones hundiéndose en la blanda franja de arena que hay entre el océano y la playa. Se gira, y la arena húmeda se convierte en cálidas sábanas.

Cuando abre los ojos, al cóctel de alas de gaviota y tonos de azul los sustituye un techo un par de metros demasiado bajo, una pequeña ventana al fondo de una habitación estrecha y tablas de madera astilladas bajo alfombras gastadas. Es su habitación, aunque no está exactamente igual a como estaba cuando despertó ayer, porque hay post-its verdes pegados por cada centímetro de cada pared que él no recuerda haber puesto. Es como una segunda piel de coloridos textos, diagramas, números y fechas. La brisa mueve las cortinas y hace que las notas se muevan, sacando una melodía de aplausos del papel ligeramente húmedo.

Aunque a Kyungsoo no le sorprende el estado de su habitación, sí le pilla desprevenido el apabullante número de post-its amarillos. Sin embargo, la confusión se convierte automáticamente en sonrisa cuando sale al balcón y se encuentra con una figura apoyada sobre la barandilla de al lado.

-¿Has leído los amarillos? -pregunta abruptamente el desconocido, con un brillo en sus pupilas que se vuelve travieso al observar la mirada mate de Kyungsoo-. Entra y léelos. Y ábreme la puerta cuando toque.

Así que Kyungsoo entra, los lee y abre la puerta cuando Jongin toca. Diez minutos más tarde, están ocupados preparando el desayuno en la cocina, mientras Jongin se palpa el estómago, contando las montañas que son sus costillas y arruinándolo todo de la manera más perfecta. La incomodidad se marcha y todo avanza con paso suave, deslizándose entre brazos alrededor de cinturas y barbillas hundidas en los hombros del otro.

A lo mejor esto puede repetirse para siempre, piensa Kyungsoo. Tal vez un día se despertará siendo un anciano y Jongin seguirá hincándole el dedo en el estómago, susurrando provocaciones incoherentes en su oído, y convirtiéndolo todo en un desastre, como hoy. Se comerán el desayuno juntos en el balcón, con los pies arrugados enfundados en unas mullidas zapatillas de estar por casa y su pelo cano demasiado ralo como para esconder sus radiantes sonrisas. Eso le gustaría.


La forma de hacer el amor de Kyungsoo y Jongin se resume en insulsos grabados sobre páginas raídas, compilados en una pequeña lista que Jongin ha titulado Cosas que a Do Kyungsoo le ponen. En contadas ocasiones ocurren combustiones espontáneas al caerse un bolígrafo, y normalmente, Jongin amolda sus manos a los escalofríos de Kyungsoo.

Por norma general, están hechos de noches normales y corrientes en el bar, cuando todos los demás los han abandonado, con un vaso de whisky sin tocar como árbitro. Kyungsoo se descubre a sí mismo mirando fijamente de forma estúpida el rostro de Jongin mientras canta, reflexionando sobre cómo es posible que alguien pueda parecer tan perfecto y tan destrozado a la vez. Hermoso como un dibujo a tinta, con la felicidad derramándose por sus contornos como té envejecido, Jongin es como un artefacto de perfección perdida... Aunque la parte perfecta muerde el polvo en cuando alza la vista y, al encontrarse con la mirada de los enormes ojos de Kyungsoo, le lanza un guiño.

Hay algo en el guiño de Jongin que hace que a Kyungsoo esté a punto de caérsele el micrófono y de perder el ritmo de la canción. No pasa mucho tiempo hasta que Kyungsoo se pierde por completo, porque Jongin ha acortado la distancia que los separa, sus preciosos labios respiran blues sobre transpiración brillante. El corazón de Kyungsoo golpea con fuerza su pecho cada vez que sus muñecas chocan de forma semi-intencional, y con cada susurro de «te reto, atrévete».

El juego de desafíos se vuelve letal cuando la puerta del salón se cierra y deja a Jongin estampando a Kyungsoo contra la pared.

-Di eso otra vez. ¿Que me retas?

Anterograde Tomorrow. [KaiSoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora