Lana Anderson

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Tras los años Lana ha descubierto que es mejor vivir como si cada día fuera el último. Con tan solo diecisiete años la vida se a encargado de bombardearla con todo, pero eso no le quita la sonrisa a Lana Anderson, una hermosa chica de cabello castaño y ojos grises, amiga de todo el colegio Adams, sus notas están por los cielos, presidenta de la clase, prácticamente se podría decir que Lana tenia la vida perfecta, pero no era así.

Sentada en la camilla de hospital, Lana espera paciente a que la Doctora García llegara con sus resultados, mientras que ella y su madre , Kate Anderson peinaba el corto cabello de Lana, el cual hace más de un año era una larga y espesa cabellera de la cual ya no quedan rastros. Ambas mujeres con su hermoso cabello castaño y ojos grises, eran como dos gotas de agua, lo único que Lana había heredado de su padre era su pasión por el Fútbol Americano, y claro que ambos le iban a los Patriotas de Nueva Inglaterra, pero de ahí en fuera era toda su madre y cabe decir que su madre era hermosa, su figura era espectacular, ojos hermosos, cabello largo y espeso de color castaño, no había nadie tan bella como su madre, y Lana no se quedaba atrás, lo único que ahora la diferenciaba era que su cabello se encontraba cortó, a la altura de sus hombros, para ser más precios.
La puerta del consultorio se abren dejando ver a una mujer de origen latino, con su bata blanca, era ella quien dictaría si la vida de Lana estaría en el hospital o fuera de el.

--Hola Lana- saludó amablemente
--Hola Doctora.- dijo Lana con una sonrisa.
--Bueno, iré al punto... Al parecer has mejorado mucho Lana, pero aun no estas curada, debes de venir al tratamiento y tomarte las pastillas que te he mandado, mientras tanto solo espero verte hasta la próxima consulta.

Lana y su madre estaban felices por la noticia se abrazaron, por fin estarían lejos de aquel lugar.

--Gracias Doctora- Dijo Kate con una sonrisa.
--Es mi trabajo Sra.Anderson- sonrió la Doctora.

Una ves fuera Lana pudo respirar aire fresco, el olor de hospital no gustaba para nada, dentro todo era gris y sombrío. Lana estaba ansiosa de regresar al colegio y estar con sus amigos, o acostarse en su cómoda cama y no en una dura camilla, ver sus series de Netflix y comer Blizzar de Fresa/Plátano, dentro del hospital no se podía dar esos lujos. Estuvo internada todas las vacaciones de verano, y no las había podido disfrutar, solo le quedaba una semana de descanso para entrar a la escuela, la cual tomaría para recuperarse del tratamiento. Ya que, como buena amiga, no les había contado a sus amigos acerca de su condición de salud, por lo tanto se pasaría lo que quedaba de vacaciones en su habitación. Su madre hablaba por teléfono con su esposo, James Anderson, un importante empresario de Chicago, él, junto con su esposa, eran dueños de la editorial más importante del estado, Ambos se habían conocidos en la facultad de Literatura, des de entonces estaban juntos, cabe aclarar que tanto Kate, como James eran hijos de familias adineradas, pero también han trabajado por tener lo suyo, Lana era hija única, es la luz de los ojos de aquel matrimonio. Sugar de Maroon 5 le indica a Lana que por centésima vez en el día le hablaba Lizz, su mejor amiga desde el preescolar, la había estado evitando desde que entro al hospital, Lana desliza su dedo en la pantalla de su teléfono para contestar.
*
--Valla, hasta que la señorita Anderson decide responderme. - dijo su amiga con recelo- como ya tienes una nueva mejor amiga, ya ni te acuerdas de mi.

--Lizz, no seas exagerada.

--Te he marcado cientos de veces durante las vacaciones y tu ni en cuenta.

--Perdón... es que, bueno están en...- Lana voltio a ver a su madre para que le ayudará, está solo gesticuló un «no lo se».

--¿En dónde?- insistió Lizz.

--Amm... en... la granja que tiene mi tío en Francia, ya sabes hay poca señal.- mintió Lana rogando por que no se diera cuenta de la mentira.

--Te perdono, pero como ya se que estas viva, te dejo, que me estoy ligando a un lindo italiano.

--¿cuál es el nombre del afortunado- pregunto sonriendo Lana.

--Su nombre es Anthony Di Angelo, y es taaaaan guapo. Te dejo, chao.
-- Chao bambina.-se despidió Lana y deslizó su dedo para colgar.

Lana se moría de remordimiento, cada vez que le daba escusas, o le mentía de tal manera, pero la daba mas remordimiento el pensar que sería peor verla sufrir por su culpa, y Lana no quería eso. Kate ya le había advertido que si se enteraba cuando las situaciones se pusieran feas sería peor para sus amigos, pero Lana le decía que entré menos sepan mejor para ellos.
Al llegar a su casa, el auto de su padre aun no estaba en la cochera, por lo que supusieron que aun era muy temprano.

Del otro lado de la calle, se estaba mudando una familia, los Morgan habían llegado al vecindario.

Los Colores De La VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora