"La sangre es todo lo que le importa a los Cazadores de sombras y Hadas por igual. Las canciones sólo importan para mí."
Kieran observaba en silencio el cuerpo ensangrentado del mestizo, tenía la piel normalmente bronceada al rojo vivo y la espalda parecía caérsele a pedazos, sin embargo no emitió una sola queja mientras los otros Cazadores le dejaban ahí tendido, entre la suciedad y su propia vergüenza.
Se preguntaba si también él debería abandonarlo para que llorase las heridas en soledad, sin ojos curiosos hurgando en su corazón destrozado.
Mark no pretendía escapar, conocía los peligros, pero nadie dijo nada sobre ser un maldito estúpido suicida, ayudando a esos Nefilim que le abandonaron a su suerte y encima pretender volver algún día a esa vida tan lejana que ya debería haber olvidado, por el bien del muchacho, esperaba que enterrase tales recuerdos muy dentro, donde la luz de las estrellas no pudiera alcanzarlos nunca.
En su belleza residía su propia tragedia.
Mark Blackthorn tenía una insolencia que le encantaba, una fuerte determinación. Pisaba ante ellos como un titán, como el mismísimo ángel Raziel si se dignara alguna vez a mirarlos, con el mentón en alto, la mirada amenazante pese al miedo deslizándosele bajo la piel y arañándole los huesos, tenía además esa esperanza tan peligrosa de volver algún día al mundo de donde había sido arrebatado.
Nada parecido al niño lloroso que también sedujo sus sentidos con su timidez.
La cacería le transformaba, le obligaba al esfuerzo de ocultar cualquier sentimiento además del frío impenetrable, y ahí estaban los Nefilim, echando abajo todo cuanto había conseguido. O tal vez no.
Lo escuchaba, cuando el muchacho creía estar a salvo de miradas desdeñosas u oídos indiscretos, la luz cayendo y esa plegaría elevándose como única esperanza para el perdido. Kieran escuchaba el nombre de todos sus hermanos, bautizaba a cada estrella en el firmamento así, todo aquello que Mark tanto atesoraba y que tanto le hería también. Kieran conocía esos secretos y procuraba guardarlos para evitarle penas, para evitar que Gwynn le castigara, en vano. Él se condenaba solo.
Iba a girarse cuando captó su mirada, un destello bicolor. Azul cristalino como el mar bajo los primeros rayos del sol, un dorado que parecía casi néctar divino. Y entonces se desmayó.
No podía continuar soportando la paliza, pero lo hizo, soportó los golpes de Gwynn, las risas de los otros, todo tan silencioso, tan estoico que incluso Kieran habría pedido que gritara o pidiera clemencia, tal vez se la otorgaran, tal vez no.
— ¿Por qué siempre debes ser una tragedia?
Preguntó, dejando que sus palabras fuesen un eco distante más del viento mientras tomaba a su compañero con cuidado, arrastrándolo hasta una pequeña caverna natural formada por rocas, hojas y tierra. Al menos estaría a salvo de algún vengativo cazador que quisiese cobrarse algo más ante la traición.
Preparó un ungüento con hierbas cuando le dejó tendido entre ramas que servían como una cama improvisada, y lo esparció sobre sus heridas, poniendo algunas hojas frescas para aliviarle el dolor también, tardaría en cicatrizar, dejaría marcas terribles, pero servirían como sedantes y montaría, tal cual pedía Gwynn a todos los cazadores, sin caerse del caballo.
Mark yacía inconsciente y Kieran esperaba que pronto fuesen convocados, no tardarían, apresurarían todo para hacerle más difícil todo al mestizo, casi podía escucharlos reírse, pedir su sangre impura en la tierra donde ellos caminaban como si fuesen reyes. Burlándose cuando no conocían la profundidad de la herida.
—No deberías hacer todo tan complicado.
Volvió a reprenderle incluso en su inconsciencia, apartando algunos ensangrentados mechones rubios, las ramitas y hojas, un poco de suciedad que le manchaba el rostro de rasgos finos. Y deseó hacerle olvidar, curar las heridas secretas en su alma, que Helen, Julian, Emma, Livvia, Ty, Dru, Tavvy, fuesen fantasmas olvidados, el susurro distante del pasado. Deseó que ellos no lo hirieran más.
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This is not a love story - Kieran y Mark
FanfictionMark Blackthorn le había dicho: "Afortunado es aquel que sabe el nombre de su corazón. Ellos son los que cuyos corazones nunca son perdidos realmente. Siempre pueden llamarlos de vuelta a casa. ¿Recuerdas el nombre de tu corazón, Simon Lewis?" pero...