—¿Por qué no puedo entrar? —Preguntó aún sosteniendo su pequeña esponja y sujetando la toalla en su cintura.
—Porque no. —respondió lacónico, cerrando de un portazo.
Se quedó contemplando la puerta unos segundos más, antes de volver a su habitación y esperar durante los próximos cuarenta y cinco minutos.
Es su mente, él no comprendía porque luego de algún par de años el rubio no había caído aún. Lo había intentado casi todo, pero seguía adoptando esa postura inflexible que lo desquiciaba hasta niveles inimaginables ¿Por qué era complicado aceptar aquello? Lo más probable porque para él mismo no era tan sencillo, pero ya le daba igual.
No podía (ni quería) seguir dando vueltas a un asunto que hace tiempo lo tenía superado. Y entonces nuevamente la interrogante aparecía, ¿por qué para el mayor seguía siendo un problema? Suspiró agobiado y se lanzó a su mullida cama.
Era un idiota si pensaba que se rendiría. No lo hizo cuando se fracturó la columna a los 12 años mientras hacía una técnica, ni cuando su entrenador le dio una paliza por haber quedado en segundo lugar en la competencia regional de Wushu.
Huang Zi Tao no era de dejarse llevar por las adversidades, él lograría que Wufan aceptase de una puta vez que estaba enamorado de él.
Casi tanto como Tao lo estaba del rubio.
**
La hora de la cena pasó sin mucha novedad, y a Tao la estúpida risa de Chanyeol le tenía al borde de los nervios. Dejó sus palillos con cuidado sobre la mesa y se levantó pidiendo disculpas.
—Levanta tu plato y lávalo. —Le ordenó el líder chino sin siquiera dirigirle una mirada.
—Lo hará luego Yixing hyung. —contestó ligero, mientras observa al mencionado—. Es su turno.
—Lava. Tu. Plato. —Repitió endureciendo su mirada oscura. Tao se tragó el repertorio de insultos que se arremolinaron en su boca y sin mediar más, levantó el jodido plato.
A regañadientes se remangó las mangas y se dispuso a la tarea. Podía sentir las miradas de todos los miembros en su nuca, incluso un "sé más amable, hyung" dirigido al mayor de su contraparte coreana.
Le valía más bien nada, Kris siempre solía tratarlo así. Con rudeza y sin tacto. Nunca se lo tomaba en serio, no era tan frágil como su personaje Tao lo era. Zitao era un poco más hijo de puta y un tanto más insistente.
El plan noventa y ocho había terminado de fallar, y Tao ya podría ir por allí destruyendo espejos de una patada. No es como si las ideas inteligentes se le hubieran acabado, sino que ya no sabía que más inventar para colarse con él en las duchas.
Ni para quedarse dormido en su hombro. Ni para abrazarle en un lugar que no sea público. Ni para peinarle aquellos mansos cabellos. Ni para tomarle de la mano.
Joder, ni siquiera para hablarle otra cosa que no sea trabajo.
Wufan, Kris. Como sea, no le daba oportunidad. Y luego de cuatro años intentado convencerlo de que no es tan malo sentir cosas por tu compañero estaba a punto de rendirse.
O tal vez no.
—Debes tocar la puerta. —Así fue como le recibió, Tao acostumbrado a su hostilidad le ignoró sentándose a su lado. El rubio se apoyaba en el cabezal de su cama leyendo un libro.
—¿Por qué lees esa porquería? —Preguntó apuntado la tapa en dónde se leía De valientes. Era de aquellos que Tao detestaba. Libros de auto-ayuda.
—¿Qué quieres? —Miró por encima de su libro, fastidiado.
—Preguntarte algo. —Expresó dibujando líneas invisibles en las rodillas flexionadas del otro. Éste ni se inmutó, le miró instándole a continuar—. ¿Cuánto más debo esperar? Empiezo a cansarme.
Lo dijo tan simple, como si hablara del tiempo o de cualquier otra cosa trivial. Menos de sus sentimientos, porque sí. Wufan lo sabía.
Lo supo en el mismo minuto en que se conocieron y desde esa vez, Tao nunca más le dejó en paz. Lo seguía a todos lados, tratando de sincronizarse con él.
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AZULEJOS (colección de DRABBLES)
Fanfictioncolección de DRABBLES - actualización : cada 2 Días