Prólogo

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Sólo soy una persona, no soy especial, como no todos lo somos.
Todo lo que he mirado, escuchado, dicho, hecho y personas que he conocido, serán olvidadas en unos años, a lo cual, todos estamos condenados.

Soy una persona seria; hablo sólo lo necesario. No participo en clase, no salgo con mis amigos al centro comercial, como lo hacen todos.
Mis noches, no son unas locas noches de fiesta, nada de eso.

Solo soy un chico normal, que asiste al Instituto, del Instituto a casa, de casa a su habitación. Creo que soy un chico normal, aunque nadie es normal de cierta manera, todos son especiales a su punto de vista.
No estoy de acuerdo con ello; todos estamos condenados a lo mismo: Naces, creces, estudias, te enamoras, trabajas en algo que no te gusta, tienes hijos, mueres y te olvidan.

Odio que digan que nadie olvida a nadie, pero es cierto, hace años vivieron personas que ahora nadie recuerda.

Tengo dieciséis años, vivo con mi madre, su esposo y hermanastras. Mi mundo se ha centrado en libros, amores irreales, muy buenos álbumes de música deprimente y existir.

No me siento orgulloso de decir que soy una persona que sufre de acoso escolar, pero eso sucede. Mi padrastro es un hombre machista que me ve como alguien débil y ha hecho mil y un intentos por hacer que me convierta en un "hombre".

No puedo ser un hombre machista. Lo mío no es sentarme a mirar futbol mientras bebo cerveza barata o, salir con amigos al billar con una exagerada cantidad de vello por todo el cuerpo.

Estoy en una etapa en la que estoy desubicado, siendo honesto no sé lo que quiero hacer con mi vida. No sé qué es lo que me conviene ni nada.

Quizá no llegue a nada en concreto, porque he tenido deseos de arrancar mi vida.

Sé que soy alguien sencillo; me gusta leer y encerrarme en el pequeño mundo de mi cabeza. Una simple persona emocional y frágil.

Treinta días y un finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora