Parte I: A un paso de la triste realidad

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En poco tiempo llegaría al hospital. Ese frío y oscuro lugar que no me agradaba lo más mínimo... Pero eso ahora no importaba, sólo sé que una persona muy importante, mi mujer, me está esperando allí, y no en muy buenas condiciones precisamente.

Ahora mismo no tengo otra cosa en mi mente que la llamada que recibí de un médico diciéndome que Seira se pondría de parto en cualquier momento. El tono en el que lo dijo no me dió muy buen presentimiento... Pero no debo darle vueltas a eso... No ahora.

Un molesto pitido interrumpió mis pensamientos, haciendo que volviera a poner los pies en la tierra. Era el conductor que iba detrás de mí, al parecer el semáforo llevaba un buen rato en verde, y amenazaba con ponerse rojo en cualquier momento.

Cambié de marcha en seguida y pise el acelerador, pero en vez de seguir el camino que todo el mundo seguiría para llegar al hospital, decidí coger un atajo. Para ser más preciso...un laberinto de calles estrechas que apenas permitían el paso del coche.

En cuestión de siete u ocho minutos ya estaba entrando en el hospital, después de haber aparcado el coche en el aparcamiento de éste. Me acerqué a la pequeña oficina de información que había en la entrada y pregunté a qué piso y sala debía ir.

En cuánto me dijeron lo que debía saber, me dirigí, con un paso rápido, a uno de los muchos ascensores que había allí. Pero para mí poca suerte, el único ascensor que estaba en la misma planta que yo estaba cerrando sus puertas a medida que yo me acercaba.

Suspiré mirando como los numeritos de la parte superior del ascensor se iban iluminando según pasaba los pisos. Sabía que iba a tardar en subir a uno de los ascensores, así que decidí subir por las escaleras.

Recordé lo que me dijo la chica en la oficina de información... Debía subir al cuarto piso, y aún no había llegado ni al primero. Inconscientemente empecé a subir las escaleras casi corriendo y de dos en dos escalones. Algunas de las personas que estaban al lado de las escaleras se me quedaron mirando extrañadas... Pero...¿Qué importa? Tenía algo importante que hacer.

Miré mi móvil para ver la hora. Había pasado cerca de un minuto hasta que llegué al piso correspondiente. Cansado, tomé aire y me dirijí a la sala en la que estaba Seira. Fui mirando con cuidado los números de las salas para no equivocarme, mientras que en mi cabeza iba diciéndome a mí mismo el número de la sala a la que debía ir.

-Perdone...¿Puedo ayudarle en algo?

Miré hacia atrás y vi a una enfermera que estaba esperando por mi respuesta.

-Ah...perdona. Estoy...Estoy buscando la sala 216- Contesté algo nervioso.

-Sígame, por favor -dijo mientras se dirigía a la sala que le acababa de decir con una sonrisa.

Una vez llegamos a la sala, la enfermera me dijo que debía esperar afuera. Eso me decepcionó un poco, la verdad, pero no tenía otra opción... Me senté en una incómoda silla que había en el pasillo, en la que cualquiera se dejaría la espalda.

Miré hacia la puerta de la sala por un momento con preocupación. -Todo saldrá bien... - Susurré para mí mismo mientras me cruzaba de brazos y apoyaba la cabeza en la pared.


Una Sonrisa RotaWhere stories live. Discover now