Capítulo 2: La nota.

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Los días estaban pasando. Y aquí seguía yo, haciendo inventario de mercancía eso si no cesaba. Además tenía una extraña obsesión, no no le digamos así, mejor sería un extraño problema con mi mente, no lograba sacar a ese mesero atractivo de aquí dentro, porqué era un mesero ¿no?, me había regalado aquella taza de café, ¿o era el dueño de aquello? Tenía que armar ese rompecabezas.


La realidad era que llevar contando tanta mercancías, en tantos días, me tenía cansada, no lo podía negar. Pero me relajaba pensar en él. La noche siguiente a esa, y esa, y la siguiente, la que viene, y todas, llevaba soñando con él.

«¡¡¡¡ESTO NO ES NORMAL!!!!»


-Mamita, ya es muy tarde ¿no crees? -La voz Bertha resonó por todo el sótano. Ocasionando que cayera de mi mano, la calculadora y lapicero. -Aquí estoy mi niña.

-¿¡Sabés que es de mala educación ocultarse!?. -Mi corazón estaba palpitando del susto. -Casí me matas verga Bertha.

Ella sonrió moviendo su cabeza en negación haciendo que sus rizos se movieran también. ¡Juro que la quiero demasiado!

-Puedes irte mi niña. Aprovecha y te comes algo por ahí. -Sabía muy bien porque quería que me fuera, pero es mejor no decirlo. Con unas que otras canas rondadole en sus cabellos castaños, una sonrisa brillante, Bertha era una de las mejores personas que conocía. Me había ayudado en todo. Era cómo mi mami.

-Sólo lo aceptó porque tengo hambre. -y me duelen los pies, pero eso no se lo iba a decir. -¿Estas segura? -Volví a preguntar.

A pesar de todo no quería dejarla sola, había mucho que hacer, bueno yo tengo que hacer. Pero olvidando eso, estábamos solas, Paulina cómo siempre se va a las primeras temprano.

-Estoy segura, ve. -Ella me sonrió, ocasionando que cómo tonta corriera abrazarla, ganándome una risa divina de ella.






Había decidido pasar por algo de comer. Los restaurantes quedaban cerca de la Juguetería y era posible ir caminando. Además LA con las luces, el tráfico y la gente, ese ambiente no me lo podía perder. Así que sonreí, puse mi bolso de Carolina Herrera de lado en mi hombro y caminé, sabía que me iba arrepentir de esto.

Después de caminar junto a ese montón de personas energéticas, por fin había llegado a el tan ansiado restaurante Italiano. Sentí como una emoción me embargó junto a una excitación irreconocible en mí cuerpo, respire profundo y mire la entrada del lugar. Entre y poniéndole más atención al sitió, me gustó muchísimo más. La iluminación y todo el lugar estaba lleno de trastos italianos. Seguí hasta la barra y detrás de ella descansaban unos cuadros de Venecia y la Torre de pisa. En mi apartamento poseía una pieza de ella pequeña. Mi padr..

-Disculpe ¿en que puedo ayudarla señorita? -Un señor pequeño algo rechoncho y de pelo blanco y un bigote un poco raro, me sorprendió.

-Claro. ¿Comida para llevar? -Le pregunté, me sentía estúpida es obvió que venden para llevar.

-Si jovencita. -Me puso a mis manos una carta de menú. -Aquí puede elegir. -Me sonrió de lado y se fue hacia dónde unos hombres requerían de su atención.

Miraba a los lados, miraba hacia arriba. Apretaba la correa de mi bolso. ¡No sabía que hacer!


«Generalmente la gente ve la carta y pide algo estúpida. »

La idea de mi mente hablándome me ponía mas nerviosa. Jugué con mis uñas en la barra, provocando un sonido un tanto necio. Necesitaba pensar que pedir. Quería esa pizza que pidió Marcos aquella vez, pero no tenia ni maldita idea. Además no había señales de mí dios y me estaba seriamente haciendo la idea de dejar la carta justo encima de ésta costosisima y carisima barra e irme corriendo...

-¿Joven? -Preguntó don rechoncho, sacándome de mi fabulosa y precisa escapatoria. Lo miré. -Déjeme mandarle a preparar la mejor pizza, ¿quiere?

Suspiré y sonreí. -Estaría agradecidisima.





Estaba entrando a mí departamento con la caja de pizza en mis manos. A la final entablé conversación con Tomás, pues ese era su nombre, que me sonrió raro cuando me entregó mi cena.

Tiré las llaves en la mesa mi sala y camine hasta dejar la caja en la encimera de la cocina. Me quite y aparté el flequillo que caía en mi casa junto a un suspiro y miré mi tan adorado nido. No saben lo que me sudé para poder comprar éste lugar, era muy tipo estudio pero era algo grandioso para mí. Lo compre hace unos tres años y me enamoré. Mis paredes las había pintado de un verde manzana, algo loco lo sé. Mi cocina era gris y la encimera de granito con sus electrodomésticos. Sudor y lágrimas.

Después de desvestirme y colocar mi pijama, fui a mi nevera y saqué un cartón de jugo junto a un vaso. No evité sentirme triste. Necesitaba volver a verlo. ¡Lo necesitaba a horrores! Necesita darle las gracias. Necesitaba hablarle. Necesitaba verlo. Necesitaba besarlo si él lo quisiera. No me evité reír tampoco con eso último.

«Necesito sexo. »

Pero el sólo pensar en eso hace que todo se revuelva dentro de mí. Cerré mis ojos y alejé esos pensamientos de una buena vez.

Abrí mis ojos y la caja de pizza también. El rico olor que desprendió hizo que gimiera y volviera a cerrar mis ojos. Al abrirlos de nuevo y fijarme en todos los detalles, la sorpresa que me llevé fue gigante y no saben cuánto. Una nota adhesiva descansa en la tapa llena de queso. Una excitación me recorrió de los pies a la cabeza, pero se me acentuó allá en el sur ¡Ayy señor!. La despegue y acaricié.

"No sé si en realidad vienes por algo de comer o vienes por mí. Perché è qualcosa più che posso darti"

D.


Mi respiración se aceleró. Mi mano tembló. Mi vello se erizó. Mi sexo, mi sexo ¡Dios!, mi sexo palpitó. No sabía que mierda decía ahí. Pero ahora más que nunca tengo que volver a verlo.










Gracias por leer y votar!
Bss.

Sólo con lecheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora