PRÓLOGO

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PRÓLOGO

¿Nunca os habéis preguntado cómo comenzó todo?  Yo, personalmente, creo que nunca podría olvidarlo.

Me revolví en la silla, inquieta, esperando a que el director acabara de quitarse los restos de Ketchup de la chaqueta. Cuando acabó, nos echó una mirada de cólera.

-¿Me queréis explicar qué ha pasado ahí dentro?

-Una guerra de comida- respondió Kyle, tranquilo, como si aquello no fuera con él.

-Si… ESO,  ya lo he comprobado, Cooper -dijo, retirando una hoja de lechuga que tenía encima del hombro-. Lo que quiero decir es, ¿por qué?

-Ha empezado él.

-Ha empezado ella -dijimos a la vez.

-Me da igual quién haya empezado. ¿Qué ha pasado exactamente?

Buena pregunta.

*Flashback*

Me desperté aquella mañana a las 7:21, como todos los días. Me dirigí al baño a asearme,  y al salir me vestí con el uniforme escolar, como todos los días. Al acabar de vestirme me dirigí a la cocina. Como todos los jueves, tocaban tostadas con mermelada de frambuesa.  Acabe de desayunar a las 08:06, como todos los días. ¿Aburrido, verdad?

Otro día de mi monótona vida acababa de empezar. En cierto modo, me gustaba sentir que tenía control sobre mi vida, ya nada me podía sorprender, pero todos necesitamos un poco de emoción, desviarnos un poco de la  rutina que marca nuestro camino.

Despejé mi mente y me dispuse a salir. A pesar de lo abrigada que iba, todavía podía sentir cómo  el frío se colaba entre la tela, provocándome un escalofrío. Me dirigí hacia el instituto, que estaba a unos 10 min de mi casa, por lo cual siempre era la primera en llegar. O bueno, casi siempre.

Me sorprendió mucho entrar y descubrir que ya había alguien ahí dentro. Se trataba de Kyle, un chico de mi edad (quince años), estatura media, rubio y con unos ojos verdes que tenían enamoradas a más de la mitad de las chicas del instituto. Unos ojos verdes que me estaban observando. Incómoda, me senté en mi asiento, a primera fila. Saqué el material necesario para la siguiente clase. Estaba sacando los bolígrafos cuando se me cayó el Tipp-Ex. Me levanté, y al agacharme para cogerlo, se oyó a mis espaldas:

-Uuuuuuuuhhh…

Me giré, extrañada.

-¿Qué? 

-¿Te han dicho aluna vez que tienes el mejor culo de todo el instituto? -me preguntó con una sonrisa que podría haber desmayado a media clase. Desgraciadamente, yo no estaba entre esa media. Y me había tocado la fibra sensible.

-Mira cariño, ¿ves esa pared tan bonita de ahí? Por qué no te estampas, a ver si notas algo que no sea ahí abajo? -se quedó sorprendido ante mi reacción-. Te daré una pista: con el cerebro de arriba -le dije cuando intentó responderme, pero no encontró palabras.

Por un momento pensé que iba a replicar, pero volvió a esbozar esa sonrisa de niño malo y dijo:

-Eso ha sido inesperado. Me gusta.

Iba a soltarle algo más atrevido, pero en ese momento entraron Jena y Frank, mis mejores amigos. Decidí pasar de Kyle y centrar mi atención en prepararme para la clase.

-Hola guapa- me saludó Frank, con una de sus sonrisas.

-Hola guapo-  le respondí, con una sonrisa todavía más grande.

-Por favor, dejad el tonteo, me dan náuseas- dijo Jena, que después de mirarnos, divertida, centró la atención hacia el final de la clase, donde estaba Kyle- Y hablando de dinosaurios, ¿has visto a quien tienes detrás?

-Por desgracia- respondí con cara de asco.

Me miró como si estuviera loca. Y luego me echó esa mirada de: después hablamos, ya que en ese momento empezó a llegar el resto de la clase.

Más tarde, a la hora de comer, me dirigí a la fila de la cafetería con la intención de coger las salchichas y el puré de patatas de los jueves. En cuanto me senté en la mesa de siempre con Jena y Frank, oí una voz a mis espaldas.

-Joder, qué culo, yo te hacía de todo.

-Oh no, no has dicho eso- y con esto, me giré con el plato de puré en las manos, para encontrarme a Kyle, allí ,comiendo tranquilamente, como si no hubiera dicho nada. ¿No tenía suficiente con lo de esta mañana? Cerdo...

Como la persona cuerda y serena que soy, le tiré el plato por encima.

Él, impactado (en los dos sentidos), me miró, durante unos segundos. Finalmente, agarró la hamburguesa que había estado comiendo, y con una sonrisa me la estampó en toda la cara. Ñam, mayonesa.

El silencio duró unos segundos antes de que una voz sonara por toda la cafetería.

-¡GUERRA DE COMIDA!

El resto, es historia.

The bucket listDonde viven las historias. Descúbrelo ahora