El pasado de Hidan

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Era el País de las Aguas Termales un lugar pacífico y abastecido de gente por sus zonas turísticas. Tal vez en el mundo no había persona que odiara más a este País como Hidan, quien había crecido con el sentimiento de combatir con otros ninjas, pero la vida no le sonrió y por eso se frustró tanto con la aldea que al final todo terminó en odio.

Dos años después de haber abandonado Yugakure y haberse vuelto un ninja renegado volvía por una misión.

Kakuzu, su compañero había desaparecido por la aldea buscando pistas de un ninja que asesinarían para venderlo en el mercado negro ninja. Hidan no le había seguido porque sabía que en esta aldea pacifista jamás encontrarían un rival digno. A pesar de esto, no quería llamar la atención con su capa negra de nubes rojas, su amuleto jashinista y su personalidad tan atrevida e irrespetuosa.

Se perdió por los bosques de alrededor y sin darse cuenta terminó en uno de los lugares que se había prometido no volver. Era como una villa de solo cinco casas donde habitaban granjeros y lo demás eran prados germinados.

Los recuerdos no tardaron en llegar, ancianos vecinos, personas que le saludaban con temor, una cabellera rojiza castaña y ojos naranjas. Había matado a casi todos sus vecinos y los otros...  de milagro alcanzaron a escapar. Se le escapó el aire al escuchar risas de niños, pensó que él le había arrebatado toda la felicidad a su antiguo hogar. Apretó su guadaña y sintió la imperiosa necesidad de asesinar y sacrificar. Nunca llegó a pensar que aquella personas que había huido volverían aquel lugar, aquel que él tiñó de rojo carmesí, en el cual sembró cadáveres dedicados a un horrible dios.

Hidan acostumbraba a ser alguien sumamente infantil e inmaduro, siempre fanfarroneaba sobre su inmortalidad y sus grandes destrezas en el ámbito de combate, a pesar de todo aquello, en esos instantes era como si fuera otra persona, una más seria y carente de sentimientos. Ni siquiera su sonrisa desequilibrada y retorcida se asomaba. Él odiaba su hogar y a su gente, incluso la odiaba a ella.

Se subió a un árbol y oculto ahí arriba espiaba la pequeña villa desde un camino de grava que daba hacia las cabañas de más allá. Estuvo un largo rato ahí ausente y con la mirada puesta en las cabezas de los pequeños niños que gritaban y corrían de un lado a otro. Así fue hasta que una anciana pasó por aquel camino y los ojos de Hidan se abrieron tanto como pudo. Nana estaba viva, era increíble, más de cien años y aún seguía en pie por las colinas de aquel país. Casi se le escapó una sonrisa pero lo controló, él no debía sentirse feliz al ver a toda esa gente de su pasado viva, después de todo, eran la evidencia de que nunca logró terminar con su promesa luego de haber adquirido la inmortalidad.

Hacía mucho tiempo, en cuanto se hizo jashinista, se prometió acabar con toda la gente que conoció y que estuvo en desacuerdo con él y sus ideales de guerra y pelea. Toda esa gente que prefería la paz.

Hidan estuvo mucho tiempo perdido en aquella transformación, y en todo aquel tiempo se extendió del rumor de lo que Hidan estaba haciendo y lo que haría después. Mucha gente que conocía a Hidan decidió en no creer en esas vagas historias que se contaban pero hubo una menor cantidad de personas que si temió ante él y decidió huir antes de que su transformación terminara. Entre las personas que decidieron huir estuvo ella. La verdad es que llegado al punto en que se volvió inmortal jamás imaginó en haberla convertido en un sacrificio, realmente él había querido hacerla parte de aquella religión descubierta. Él quería hacerla inmortal igual que él y haber viajado juntos por el mundo profetizando el jashinismo, pero no fue así. Ella también arrancó y cuando él se enteró perdió los estribos y su hogar se volvió un campo de batalla.

Él se desquicio, pero fue por ella y la culpaba de ello, porque creía firmemente en que si ella hubiera estado ahí para él habría sido su soporte y su alerta para indicarle las limitaciones de sus acciones, pero de ello ya hacía mucho tiempo. Ahora solo sabía que en el momento en que la pillara la asesinaría sin rencores.

One Shots de AkatsukiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora