Los momentos de mayor dialogo fueron a la hora del almuerzo, al final de la jornada.
A esta hora tenia mayor control del mis compañeros, o algo así pues intentar calmar aquellas almas inconformes e inquietas era una tarea extremadamente difícil.
Cuando ella ingresaba por su almuerzo yo comenzaba a bromear con ella, a molestarla y recordarle que yo soy el que manda en ese lugar, pura palabrería para lograr enojarla levemente, y así comenzar una breve discusión, donde una que otra sonrisa logre ver en su rostro. Todo iba bien ambos lo tomábamos como broma, nada serio.