El Corazón De Una Bestia

Un nuevo comienzo

- ¡Por favor que alguien me ayude!
El grito de la mujer resonó por el desolado bosque.
Mientras se hacía paso a través de la niebla, había algo por detrás que la perseguía.

- ¡Tonta! Nadie te podrá escuchar y no serás capaz de salir de este bosque. - dijo una voz grave.
- Ten misericordia de mí... No he hecho nada grave, simplemente tomé esta rosa. - replicó la joven entre lágrimas.

La voz grave se burló.
- Con que nada grave... Sabes perfectamente que tenías prohibido entrar al jardín del lado este de la mansión. ¡Y para el colmo tomaste una de mis preciadas rosas! -
- Lo lamento mucho, prometo no volver allí. Simplemente dejáme vivir.
- ¿Dejarte vivir? Si resistes a esto, te mantendré con vida.

De entre las sombras, apareció un monstruo que se similaba a una mezcla entre un humano y un león.
- Vamos a comprobar si posees una buena resistencia.
La bestia se abalanzó sobre la joven... Solo se escuchó un desgarrador grito y por último la aparición de unos ojos púrpuras que reflejaban una mirada de odio.

¡Pum! La pobre Eleonor llegó a rebotar en el suelo luego de haberse caído de la cama.
- ¡Elenor, santo cielo! ¿Te has hecho daño?
- Tal vez me quede un hermoso moretón en mi cadera. Pero a parte de eso estoy bien.
- ¿Y qué diantres hiciste para caerte de esa manera? Tú te quedas como una roca una vez que te quedas dormida.
- Fue un susto. Soñé algo muy extraño...
- Vamos cuéntame. - Robynne se acomodó en su cama, lista para escuchar el relato.

Eleonor le relata su sueño o mas bien, su pesadilla.
- Me parece que la gran cantidad de azúcar que comiste más la maratón de películas de terror que vimos pudo afectar tu cabeza.
- ¿No crees que tenga algún significado?
- Una mujer que no paraba de llorar y gritar, un monstruo y unos ojos púrpuras. Eso no se puede interpretar.
- Bueno, creo que no volveré a tener una pijamada contigo o sino terminaré totalmente molida...
- ¡Qué te hayas caído solo una vez, no significa que debamos dejar de hacer pijamadas! - Pataleó Robynne.
- De todas maneras tal vez esta sea la última vez que hagamos una. Hoy en la tarde me voy a Londres.
- ¿Realmente debes irte? Puedes tomarte un año sabático y te quedas en mi casa.
- No tengo otra opción. Pasé toda mi vida soñando de irme de ese orfanato. Y he recibido una beca para ir a la universidad de St. George. Además encontré un lugar donde me dejan vivir gratis con tal que mantega organizada su biblioteca.
- ¿Biblioteca? Debe de ser una mansión para tener una.
- Es probable.

Esa misma tarde Eleonor se despidió de su mejor amiga y partió a la estación de trenes. Ahora comenzaba una etapa crucial en su vida. Adiós orfanato, hola libertad e independencia. Una vez en su tren, revisa nuevamente la dirección del que sería su nuevo hogar.

- ¡Taxi!
Eleonor una vez dentro del automóvil, le entrega la dirección al conductor.
- Señorita... ¿está segura que esta es la dirección?
- Muy segura.
- Resulta, que esta calle se encuentra donde termina Londres y más allá solo hay bosque.
Titubeó un poco, estaba segura de haber revisado cientos de veces la dirección que le llegó a su correo.
- Solo lléveme allí.
- Como desee.

Y tal como dijo el conductor, la calle se enfrentaba a un bosque cubierto de niebla. Se sentó sobre su equipaje pensando en que hacer ahora. De seguro que la timaron.
- Eleonor, Eleonor ¿Por qué debes ser tan ingenua? Era una oferta demasiado buena para ser cierta - se quejó con ella misma.
Estaba apunto de patear su maleta cuando un murmullo la interrumpe. Se dió la vuelta y frente a ella había un hombre que aparentaba unos 60 años.
-¿Señorita Eleonor Hopkins? - preguntó el extraño.
- Si... soy yo.
- Me presento. Soy el Señor Edwin Townsend, el mayordomo del lugar donde va a residir ahora.
- Un gusto. Pero no veo que exista una casa en este lugar.
- Por favor, sígame. La guiaré hasta la mansión. Se encuentra dentro del bosque. - dijo mientras se adentraba en la niebla.