La música a todo volumen, una televisión encendida, un teléfono sonando, los gritos de su madre y Megan aún seguía pegada a la computadora buscando una solución para poder ir a Manchester a buscar a Joseph su ex novio, que se encontraba muy lejos de ella cosa por la que no dormía en las noche, la razón por la que terminaron era muy simple y cada vez que lo recordaba le dolía más que cualquier cosa.
Se mudó para estudiar en la Universidad donde quería y ahí se quedó.
— ¡Megan!— Gritó su madre a todo pulmón desde las escaleras esperando señales de vida por parte de su hija.
La castaña soltó un suspiro bajándole el volumen a la música, gruñó luego alejarse del computadora levantándose de la silla para luego abrir la puerta y asomarse.
— ¿Qué quieres?— Preguntó alzando un poco la voz.— Estoy ocupada.
Las carcajadas de su madre se escuchaban hasta el otro lado del mundo.
— Hablo en serio.— Espetó con firmeza.
— Búscate un trabajo Megan, ya deja de mentirte a ti misma y deja ese computador.— Sugirió mientras subía las escaleras poco a poco.
— No puedo creer que me trates así.— Rodó los ojos al acercarse a su madre.— Me ofendiste— Bromeó.
— Si no estás estudiando, al menos ve a hacer las compras— Le dio una hoja de papel doblada por la mitad— Es la lista de compras.— Antes de que Megan hablara la interrumpió— Sin excusas, se que te molesta pero estás viviendo en mi casa y son mis reglas.
— Como odio hacer las compras, hubiera preferido cortar el césped o lo que sea pero todo menos eso— Se quejó.
— Y limpia tu habitación— Ordenó la mayor y la menor se batió chillando como una niña pequeña.
Megan odiaba hacer las compras tanto como limpiar, estudiar, trabajar, hacer cualquier deber o todo lo que estuviera relacionado con la palabras adulto, las compras para significaban soportar a las personas estornudando y repartiendo algún virus, estar por horas en una larga fila solo para complacer a su madre con las cosas que faltaban en casa. No estaba en la Universidad ya que le parecía una pérdida de tiempo porque hasta prostituyéndose podía ganar dinero; cosa que ella pensaba pero definitivamente no iba a hacer, aún se creía una niña teniendo veintidós y vivía con su madre mientras sus amigos ya vivían solos y felices.
Nada de eso le pasaba a ella, de todas maneras le gustaban las peleas con su madre.
Leyendo la lista que le entregó su madre no tenía mucho que comprar cosa que le aliviaba mucho, tomó su teléfono para llamar a sus dos mejores amigas para que le hicieran compañía, algunos amigos después de la secundaria se separaban pero su pequeño equipo siempre seguía unido junto a ella. Megan y sus amigas seguían comportándose como niñas adolescentes cada vez que se reunían en la habitación de esta y cuando llegaban sus otros dos mejores amigos empezaba la fiesta en la que su madre hacía el papel de niñera.
Minutos después de haberles enviado el mensaje a sus amigas, las dos chicas llegaron tan rápido como pudieron a la casa, la madre de Megan las saludó dejándolas pasar tranquilamente ya que prácticamente vivían junto a Megan por lo tanto su casa también era de ellas; una buena idea de madre para hacer limpiar a las amigas de su hija.
Esperó paciente a sus amigas en su habitación y cuando las dos chicas abrieron la puerta, la castaña gritó de emoción para luego saltar a abrazarlas.
— ¡Teñidas, ya las extrañaba!— Exclamó y las otras dos rieron.
— Te íbamos a dar una sorpresa apareciéndonos por aquí pero Jojo...— Miró con el ceño fruncido a la rubia que aún seguía abrazando a Megan— Se detuvo en el camino a discutir con un vagabundo.
— Es Josephine, no puedes culparla— La defendió Megan encogiéndose de hombros y Lilyan rodó los ojos.
Las chicas bajaron hasta la sala de estar, las dos rubias se despidieron de la madre de Megan y está última solo le hizo una seña; pocas palabras y más acciones, pensaba ella para hacer enojar a su madre como cosa de costumbre. Lilyan como la madre del grupo de los adultos que se quedaron en la adolescencia era la que estaba conduciendo el auto mientras las otras dos chicas la torturaban mientras cantaban su canción favorita que estaba en la radio.
— ¿A donde iremos?— Preguntó la rubia aturdida interrumpiendo a las dos cantantes de ducha.
— Target — Respondieron las dos como la respuesta más obvia de todas, la madre de Megan amaba comprar en Target.
— Hace tiempo que no voy a Target— Comentó Josephine y sus amigas asintieron apoyando el comentario.
No pasaban por Target desde la secundaria cuando corrían con los carritos como si estuvieran en una carrera o como si fuera un auto, fantasías y juegos de adolescentes, posiblemente de adultos ahora si no maduraban.
— Odio Target con mi vida — Dijo Megan.
Sus amigas siempre la obligaban a pisar un pie en Target.
Las tres adultas entraron a Target como mujeres hechas y derechas mostrando un aspecto de seriedad hasta que empezaron a meter cualquier cosa en el carrito del supermercado, cumplieron con la lista y con veinte cosas más agregadas por cortesía de las tres.
— ¿Dónde rayos están los quesos?— Preguntó Megan estando en la fila para pagar buscando el lugar de los quesos.
— Eso es lo que menos importa— Dijo Josephine al avanzar la fila.
La fila seguía avanzando por lo tanto las amigas de Megan se agotaron y decidieron esperarla afuera causando que la castaña se enojara, cuando llegó su turno de colocar las cosas y pagar no pudo evitar mirar algo que estaba frente a la caja, le había llamado la atención.
Era un chico.
Ahora ella estaba agradecida con las compras.Agradecida con su madre.
Y aún más con Target.