Soneto III

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  Estoy en tu busca,
¡Pero qué bien te escondes!
deseo poseerte, aferrarte
sin mediar razones.
Te encontraré tarde o temprano,
te cuidaré cual tesoro
y colgaré yo de tus manos,
divinas, preciadas como el oro.
Fenecer ante tus ojos,
sin algún día alcanzarte,
no es ésa mi intención;
quisiera yo tu secreto rojo,
que con sangre he de pagarte
¡Ansiada amiga, perfección!  


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