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Enero de mis penas, debo confesarte que aún la amo. La observo tan distante y tan cerca de mí y aquellos ojos que me conquistaron surgen entre mis memorias.

Puedo observar la cálida bienvenida que me dan mis compañeros luego de mi presentación como alumno nuevo. Ahí, entre tantas miradas de curiosidad, logro distinguir unos ojos almendrados finamente rasgados como si la divina providencia hubiese puesto su mano sobre ella. Parece hacerme una señal pero yo, hipnotizado por su belleza, no logro entender que me invitaba a sentarme junto a ella. Una voz enérgica me saca de aquel estado y solo entonces comprendo la situación; ella me observa sonriente, le sonrío también y dibujo un gesto de "no tengo de otras" en mi rostro provocando que sus labios formen una "o" que más tarde amaría con desenfreno.
Enero de mis alegrías, de mis amores y desamores. Enero eterno, cuéntale en tus días lo mucho que la eh amado pero no le digas que aún la amo porque es tan difícil dejar que me ame nuevamente cuando mi mente huye de ella y el corazón se aferra a su recuerdo.

Cartas a un cielo de EneroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora