Capítulo 2

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"Heme aquí, contigo"

La mañana llegó tan deprisa que olvidé dónde estaba. Al abrir los ojos la confusión me abordó, pero tras unos segundos, recordé la información que me habían dado anteriormente.

Me dolía el cuerpo más que antes, y sentía mis piernas acalambradas, intenté moverme, pero era difícil, y no tenía suficientes fuerzas para hacerlo por mí misma, así que me quedé ahí, inmóvil, aguardando a que alguien viniera.

Mientras tanto, mi mente divagaba en los recuerdos. — ¿En serio esto era necesario?, ¿debía morir para dejar de ser la misma joven patética de siempre?, ¿y si me daba una última oportunidad de demostrarme que soy importante?, ¿sería capaz de entenderlo?.

Mis problemas no eran los mismos que los que tenía a los cinco años, ya no me preocupaba por las caries que me saldrían si comía muchos dulces, sino por las calorías que ganaba al ingerir alimentos; ya no pensaba en esconder los raspones de mis rodillas al jugar en la tierra, sino en calmar la sangre de mis cortes; y ya no pensaba en ser grande, sino en ser pequeña para poder sentirme amada una vez más.

Las cosas ya no eran tan sencillas, la vida ya no era un sueño para mí, y la realidad me golpeaba cada mañana. Era la más pequeña de cuatro hermanas, y también la más mediocre; yo no sacaba calificaciones perfectas, y tampoco usaba la mejor ropa, no cepillaba mi cabello cientos de veces, ni me esmeraba por parecer educada, yo simplemente era yo, y eso a mis padres no les gustaba en lo absoluto.

Antes de que tuviera la oportunidad de ponerme a llorar, la puerta se abrió.

Muy buenos días, señorita Blace. — Era el doctor.

Igual para usted. — Respondí amablemente, e intenté fingir una sonrisa, que él respondió.

Vengo a revisarla, ¿le molesta si la ayudo a sentarse? — Se acercó.

Claro que no, después de todo es mi única opción... — Bromeé.

Permítame ayudarla. — Movió unas almohadas detrás de mí, luego colocó una mano sobre mi espalda, y otra bajo mis piernas, que gracias al cielo estaban cubiertas con una suave sábana blanca. — Si le resulta incómodo, puede decírmelo. — Comentó, y yo simplemente asentí. — Necesito que pase sus brazos por mi cuello para poder moverla. — Me había puesto nerviosa, no estaba acostumbrada a que las personas me tocasen, y mucho menos algún hombre.

Está bien. — Respondí, y seguido de eso, me alzó un poco sobre la cama para que mi espalda quedara recta, sobre los cojines que había acomodado anteriormente.

Hice una mueca de dolor cuando me solté de su agarre. Había estado tan cerca de su rostro, que pude admirar con más profundidad el hermoso color de su mirada, así como su aroma y también algunos lunares que tenía en la parte inferior del cuello.

¿Se encuentra bien? — Preguntó cuándo vio mi expresión adolorida. — ¿La he lastimado? — Ahora su rostro parecía señalar preocupación.

No ha sido usted, es solo que me duele mucho el pecho. — Y era verdad, durante la noche me había despertado varias veces debido a las molestias.

Déjeme revisar.

Okay. — Con delicadeza desabrochó mi bata por detrás, y con cuidado de no descubrirme de más, bajó parte de ella para observar mi clavícula lesionada.

Como lo temía, está algo inflamada, le diré a Lea que le dé algunos medicamentos para arreglarlo, y eso la ayudará. — Comentó, y volvió a ajustar mi ropa. — Ahora veré su pierna. — Alejó la sábana de mi regazo, y admiró mi herida por un par de segundos. — ¿Le duele? — Preguntó.

La Melodía Del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora