Era profunda, malditamente sentimental bajo esa dura mascara de frialdad que solo se derrumba ante su soledad. Era expresiva, soñadora y positivista aun cuando estaba sumergida en la oscuridad. Tenia imaginación e inspiración en cada lugar. Portaba el arte en sus venas y la poesía en su cabeza. Ocupaba su cuerpo como papel y su sangre como tinta, las navajas sus pinceles y el tiempo la curita. Aún así la sonrisa no la abandonaba, y contagiaba a todos con un cariño puro y un consejo sincero. Era la contradicción hecha humanidad, era algo así como perfecta.