CAPÍTULO UNO

37.2K 1.9K 216
                                    


La oscuridad se cernía sobre mí como una manta densa y agobiante

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La oscuridad se cernía sobre mí como una manta densa y agobiante. Me hallaba atrapada en un mundo de sombras, donde cada rincón conspiraba para mantenerme prisionera. Mi cuerpo permanecía inmóvil, impotente ante el desesperado anhelo de liberarme. Intenté gritar, rogar por auxilio en medio de aquel abismo sin fin, pero mis palabras se ahogaron en el silencio opresivo que me rodeaba. En aquel abrazo oscuro, solo una débil luz titilaba en lo alto. Resplandor que parecía desvanecerse poco a poco, llevándose consigo cualquier atisbo de esperanza.

«Anhell..., ¡Anhell!» desperté bruscamente por la sensación de que me faltaba oxígeno. Mi mano derecha instintivamente buscó calmar el latido agitado de mi corazón sobre mi pecho, mientras luchaba por normalizar mi respiración.

El sonido del vidrio golpeado por la lluvia en la ventana a mi izquierda capturó mi atención mientras que un ligero temblor recorrió mi labio inferior por el susto. —Solo fue una pesadilla —me repetía mi cabeza. Sin embargo, recordar aquel sueño solo lograba erizarme la piel. Fue tan real y significativo. Inquietante.

Quería hablar, pero una sequedad invadía mi garganta. Con esfuerzo, me giré hacia mi lado derecho en busca del vaso de agua que siempre suelo dejar en la mesita de noche —a pesar de las constantes quejas de mi madre al respecto—. Mi brazo se estiró con lentitud, debido a que sentía, además, el cuerpo débil.

—Oh, Dios mío —no pude evitar quejarme al flexionarlo. A pesar del dolor, bebí el agua con avidez, dejándolo luego en su lugar original.

Permanecí quieta un rato mientras mis ojos recorrían el lugar. Mi rostro formó un gesto de confusión cuando la tenue luz del tocador, que apenas iluminaba la habitación, permitió vislumbrar mi entorno.

La habitación en la que estaba era amplia, aunque en este momento no podía apreciarla plenamente hasta saber qué hacía allí. Esta no era mi habitación, y, en cuanto empecé a notarlo, un molesto dolor de cabeza me inundó. Un jadeo escapó de mi boca al sentir punzadas. Era un malestar atormentador que parecía no querer irse. Lentamente, intenté incorporarme, apoyando mi cuerpo en el respaldo de la cama mientras seguía quejándome. Sentía como si mi cabeza estuviera a punto de explotar.

— ¿Dónde estoy? —pregunté para mí misma.

Bajé la vista y me asombré al ver la ropa que llevaba puesta; no era mi pijama habitual, era solo un camisón gris. Mi cabello estaba suelto y algunos rizos empezaban a molestarme, pero recordaba tener el cabello corto hasta los hombros. Sin embargo, ahora llegaba hasta la parte baja de mi espalda.

—Pero ¿qué sucede? Estoy casi segura de que —fui interrumpida al escuchar una voz en el pasillo, justo detrás de la puerta.

—No, Esteban, ella está bien —respondió—. Sí. El doctor le dio el alta hoy, dijo que despertaría en unas horas debido a un sedante que le puso... Fue porque estaba alterada, no quería separarse de mí. Ella estaba asustada —sonaba serio—. No pienso decírselo —añadió en voz baja, pero lo suficientemente alto para que lo escuchara.

Buscando Recuerdos I EN PROCESODonde viven las historias. Descúbrelo ahora