Me encuentro rodeado de demasiados ruidos que confunden a mis sentidos. El rugir del motor del avión hacen que apenas pueda escuchar mis propios pensamientos. Pese a eso, soy totalmente consciente que los latidos de mi corazón se aceleran a cada metro que ascendemos hacia el cielo.
Hoy es 9 de marzo, hace 12 años que mi hermano desapareció para siempre de mi vida. Fue algo repentino, de la noche a la mañana. Literalmente. Pude verlo la tarde antes de que decidiese que la vida no estaba hecha para él. Muchos comentan que el suicidio es la salida de los cobardes. Yo discrepo, hay que tener mucho valor para tomar una decisión que no podrás solucionar por mucho tiempo que pase. Simplemente porque el tiempo no volverá a pasar después de haberla decidido. Nunca le consideré un cobarde por lo que hizo. Aunque mil veces lo odié por abandonarme, por dejarme luchar solo contra un mundo que no conocía y del cuál temía todos los monstruos que aun ni había llegado a conocer. Me arrepiento de todo lo que podía haber hecho para que él no firmase ese contrato de por vida con el para siempre de los momentos no vividos. Pero de lo que más puedo arrepentirme es de todo lo que no llegué a decirle jamás. Por eso mismo estoy ahora sentado en un avión que me eleva al cielo, con una mochila que guarda unos trozos de tela atados a unas cuerdas que se suponen que deben salvarme la vida y unos papeles en los que llevo escrito todo lo que nunca llegué ni llegaré a contarle a la parte de mi alma que un día decidió dejar de existir en forma física.
Escucho la voz del piloto por los cascos. "Todo listo. Hemos alcanzado la altura necesaria. Cuando quieras puedes aprender a volar, muchacho". Estas palabras me hacen recordar esas mañanas que encerrado en una habitación miraba a las aves con celos, por la libertad que deben sentir al desplegar las alas y volar, dejando atrás cualquier atadura de la vida terrenal y abrazar con su espíritu el cielo eterno.
Me acerco a la puerta, la cual el compañero había abierto para que pudiera dar aquel salto que me libere, como a las aves, de las cuerdas que me atan al suelo. Respiro fuerte, puedo sentir la sangre acumulada en mi cabeza, el corazón la bombea lo más rápido que le es posible. El muchacho me mira asintiendo para confirmarme que es el momento de dar el paso. No me lo pienso más, y salto.
"Me gustaría empezar esto de alguna forma, pero ¿cómo empiezas algo que no deberías estar escribiendo? Siempre he pensado que las despedidas suelen ser el momento más complicado para un ser humano. Y más si va a ser una despedida eterna. Debes encerrar en unas palabras todo lo que siempre has querido decir a esa persona, todo para lo que no tuviste valor ni tiempo. Demasiado. Siempre se quedará corta. Por mucho que escribas. Por mucho que digas. Siempre faltarán cosas. Pero la parte más complicada de esto es saber que, pase lo que pase, es una despedida que no podrás mejorar o editar después de hacerla. Porque te vas. Te vas al mundo de la eternidad y del olvido. Y de allí no se vuelve.
Te eché en falta cada noche que desperté entre lágrimas haciendo borrosa la imagen nocturna de mi habitación vacía, sin nadie que me consolara. Así como la primera vez que perdí un amigo. Necesitaba que tú estuvieras ahí conmigo, para decirme que pase lo que pase no me vas a dejar solo. Que serías como cien amigos juntos y que siempre tendrías tu mano junto a la mía para levantarme tras cada caída. La primera vez que amé, la primera que me rompieron el corazón y sentía que moriría deshecho en lágrimas sin nadie que me abrazase y calmara mi dolor. Eche en falta tu hombro sobre el que podía apoyarme de pequeño cuando me hacía alguna herida jugando. Ahora las heridas son viviendo y aunque no sangran dejan cicatrices que no están sobre la piel, al igual que tu hombro ya tampoco está. Y es que se notaba tu ausencia en cada logro que conseguía, en cada caída, en cada mesa donde faltaba tu plato. Tengo las manos llenas de preguntas que nunca pudiste contestarme, la vida llena de experiencias que no pude vivir contigo y mis monólogos vacíos de oídos que los escuchen. Y es que cuesta seguir adelante sin alguien que es un factor fundamental en el camino de la vida. Porque desde que naces estás con esa persona. No has conocido mundo más allá de ella, no sabes cómo es el paisaje lejos de la protección de sus alas. Pero un día sin avisarte te dejan solo, de noche y con frío en mitad de un paraje que no conoces. Diciéndote simplemente que "es lo que hay". No puedes hacer nada. No hay truco, ni cámara oculta, ni broma de mal gusto. Ni siquiera hay un despertador que te saque con un sobresalto de esta mala pesadilla que has empezado a vivir. Estás solo, solo y perdido. Pero esto no es lo peor. Lo más triste de esta historia es que no te volverás a sentir acompañado. En cada momento de tu vida tendrás ese vacío en el pecho que intentarás llenar con otra gente, con bebida, con música, con humo, con arte... pero nada es capaz de hacer que te sientas completo. Entonces es cuando dejas de vivir y comienza el espectáculo donde el escenario se transforma en el suelo por el que pisas. Y lo pisas por años, haciendo ver a todos que no hay problema que pueda tumbarte, que eres fuerte y que por más daño que pases, una sonrisa estará cada mañana adornando tu rostro. Pero con una mirada oscura y perdida en el mundo que no es de los vivos.
Al encontrarte en este estado de desolación y dolor es cuando comprendes a esa persona que decidió que es mejor ser eterno en el olvido que vivir en un olvido eterno. Y le perdonas. Te perdono, aunque el perdón no sea suficiente. Y te comprendo. El mundo no está hecho para andarlo con tus pies. Espero que en el cielo puedas volar libre. Y que seas feliz. Pero yo no puedo seguir aquí solo. Te necesito. Ojalá me perdonen esta ofensa a tu recuerdo, quiero hacerlo eterno. Y quiero estar en la eternidad contigo. Ahora sé que a tu lado siempre ha sido mi lugar. Quizás no sea tan fuerte como lo parezca. Voy abriendo mis alas. Nos vemos arriba cuando llegue abajo".
Las hojas salieron despedidas de mis manos, perdiéndose entre las nubes. Sentí con la velocidad de la caída se iba haciendo mayor. Ya estaba a la altura propicia para abrir el paracaídas y detener el tiempo. Pero no. Eso sería otro día. Yo tenía una cita y llegaba tarde. Apenas a 10 segundos de llegar al suelo, solo pude sonreír. Fin del trayecto. Hasta la próxima vida.
"Nunca llegué a leer tu carta. Como tampoco tú nunca podrás llegar a leer la mía. Pero necesito escribirla, por si en este cielo de neón te llega esta última página. Por si los milagros existen, debo decirte algo que en vida nunca pude. Te quiero. Y adiós."
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Cielo de Neón
Non-FictionUn joven muchacho no puede con el hecho de que su hermano se haya ido de este mundo sin haberse despedido de él, por lo que decide escribirle una carta en la que decirle todo lo que no pudo.