30. Hola, Dylan | NUEVO

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—Lo siento mucho, Dylan —antes de que empezara a hablar—. Las cosas se salieron de control cuando menos lo pensé. Yo solo quería...

—Creo que es suficiente por hoy —la interrumpí. Yo ya no quería escucharla más. Había aguantado muy bien su explicación pero no podía seguir escuchándola—. Tengo que irme.

Tomé mi mochila y me puse de pie pero me detuve al escuchar volver hablar a Heather.

—¿Regresarás a casa? —se atrevió a preguntar.

Si ella preguntaba eso solo hacía enojar más a Dylan, ¿no es así, Dyl?

¿Dyl?

¿De verdad me dejaste solo?

¡Dyl!

—¿Casa? —respiré hondo—. ¿Crees que pueda llamar casa a donde vivía? —levanté un poco el tono de voz. Intentaba contenerme y no golpear algo cerca de mí—. Tal esa sea tu casa, pero no es la mía. Todos mis recuerdos de la niñez fueron destruidos cuando ustedes entraron. Hicieron pedazos cada cosa que mis padres habían hecho ahí e hicieron del lugar un infierno para mí.

—Tal vez si...

—Tal vez si nuestra familias no se hubieran conocido todo estaría mucho mejor —era la primera vez que lo decía. Había estado años esperando poder decir eso—. Lo que más he querido durante los años luego de la muerte de mi papá ha sido escapar, huir de lo que tú llamas hogar —estaba a punto de alejarme y seguir con mis asuntos cuando vi a James unas mesas detrás de Heather. Él se encontraba conversando con un par de chicos como si nada hubiera pasado. Era increíble su capacidad de cinismo e insensibilidad—. ¿Sería capaz de soportar a un par de extraños que te hacen la vida imposible? —continué y volví a levantar un poco la voz como para que el idiota de James me escuchara también—. Llega un momento que toda la furia que tienes adentro sale. La rabia que tengo adentro es como una ola, una que se ha estado formando desde hace mucho tiempo y no ha logrado tocar tierra. Sin embargo, una vez que la ola toque suelo firme, se habrá convertido en un tsunami. Un tsunami que se llevará todo consigo. Y no tengo el conocimiento de hasta donde podría llegar.

Ese sí suena más como tú. Supongo que lograste madurar durante todo ese tiempo.

Dejé a Heather al terminar de hablar y caminé hacia el pequeño parque escondido al lado de la escuela. Necesitaba respirar un poco antes de que saliera de control. Las cosas estaban volviendo al lugar donde debieron estar siempre y el precio era tener que aprender a ser lo más paciente y tolerante posible.

Me tumbé en una de las bancas y recuerdo haberme inmerso en el claro azul y las blancas nubes. La nieve se había disperso y el clima estaba mucho más cálido de lo que esperaba, aunque así no me animaba a quitarme la chaqueta.

Fue mi teléfono el que interrumpió mi momento de relajación. Ya había olvidado por completo que el aparato había vuelto a mí.

—¿Hola? —respondí el móvil. No era un número que yo conociera.

Hola, ¿crees que tengas tiempo ahora? —podía distinguir que era Brooke que hablaba.

—¿Cómo conseguiste mi teléfono?

¿Yo no fui la que te regaló el teléfono? —hubo una pausa para que yo respondiera afirmativamente antes de que ella volviera a hablar—. ¿Tienes tiempo ahora? Tengo algo que mostrarte.

—¿Ya no puedes vivir sin mí?

Esa es mi Brooke.

Claro que no es "tu" Brooke, ¿acaso no escuchaste que antes ella te dijo que no era novios aún?

Como si fuera Cenicienta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora