1. Heridas

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Gorish estuvo cargando a Alex hasta la casa del semidragón. Lo cargó entre sus brazos y le dejó que se apoyara en su pecho. La pierna le dolía mucho, apenas podía caminar por aquella herida de flecha. Gorish corría sobre los edificios y usaba sus potentes alas para saltar de un edificio a otro, evitando que la gente los viese. Al principio Alex estaba asustado por la idea de "volar", pero se acabó fiando de su amigo y la experiencia era de lo más parecida a estar en una mecedora. Alex se sentía muy débil ya tenía mucho sueño, pero Gorish no paraba de insistir en que no se durmiese. Al final acabaron llegando a su casa. Esta era un motel que no estaba muy alejada de la casa de Alex, pero había suficiente distancia. Nada más llegar Gorish dejó a Alex sobre su cama, cerró la puerta con llave y buscó en el cuarto de baño medicinas que pudiesen ayudarle, pero sus grandes manazas no paraban de temblar por la tensión. Solo encontró una botella de alcohol, algodones, un rollo de esparadrapo e ibuprofenos. Volvió cuanto antes a donde Alex. Le tomó de la mano y le acarició su rizada cabellera.
— Todo saldrá bien. No te rindas. —trató de consolarle.
— Duele mucho... —se quejó— Adelante. Haz lo que sea por quitarme este dolor.
— Vale... Te tengo que bajar los pantalones.
— Lo que sea. —apartó la mirada de vergüenza.
El semidragón le desabrochó el cinturón. Luego le quitó los pantalones delicadamente. Ambos estaban más rojos que un tomate.
— Te tendré que sacar el proyectil. Dolerá mucho, así que muerde algo. —buscó algo que le sirviese— Vale... muerde mi cola. —le puso su extremidad encima del pecho— Y tranquilo, muerde con rabia si es necesario. No me dolerá.

Sujetó su cola con las dos manos y se la puso en la boca. Gorish, con sus afiladas garras, hurgó en la herida. Alex empezó a morder. Tenía los ojos como platos por el dolor. A medida que metía más sus garras él apretaba más fuerte con sus dientes. Gorish le estaba sujetando la pierna con el otro brazo para que no la moviese, pues no paraba de patalear con la otra. Chillaba y sangraba sin parar, como un cerdo en el matadero. Al final le sacó la punta de flecha de aquella herida. A Alex se le escapaban lágrimas de sus ojos.
— Tranquilo... Shhh... tranquilo... —acarició su revuelta cabellera con la mano que no estaba ensangrentada— Te tengo que desinfectar la herida, así que también te dolerá.
Empapó una gasa con alcohol y la pasó suavemente por el foco del dolor. Le escoció y mordió, pero no tan fuerte como antes. Entonces desenrolló un trozo largo de esparadrapo, empapó varios algodones y los dejó sobre la herida. Vendó su pierna y le hizo un nudo.
— Ya pasó... —le abrazó con sus fuertes brazos mientras le rascaba la nuca— Shhh... Ya pasó...
— Duele... —se sacó la cola de la boca mientras las lágrimas se le escapaban de los ojos— Duele mucho...
— Tranquilo... tómate un ibuprofeno. Te calmará el dolor un poco. —le dejó la pastilla sobre la mesilla de noche— Te voy a acercar un vaso de agua para que lo tomes.
— Vale... —el dragón se fue al fregadero a por dicho vaso, y al cabo de un minuto volvió— Gorish... tengo frío. —le comentó entre quejidos.
— Ahora te arropo. Dame un momento. Tómate la pastilla.

Mientras se la tomaba Alex no paraba de mirar a aquella criatura. Le fascinaba que aquella persona que conoció hace poco fuese un dragón que le hubiese salvado la vida.
— Esto... se te ven las vergüenzas. —le comentó con una risa mezclada con un quejido— Has estado corriendo desnudo por la ciudad.
— Perdón, pero no hay tiempo de vestirse cuando ocurren estas cosas. —le sonrió.
— Por cierto... ¿Qué eres? —le pregunté curioso.
— Es difícil de explicar. Ahora te lo explico, después de vestirme.
De repente, como por arte de magia, empezó cambiarle el color de sus escamas lisas. Pasaron de negro a color carne, aquellas enormes alas se le plegaron y la cola se fue empequeñeciendo hasta el punto de desaparecer. Sus cuernos acabaron transformándose en una castaña cabellera, y su cara reptiliana pasó a ser humana. Ante él ya no estaba el Gorish draconiano que tan exótico le parecía, sino el Gorish humano que conoció por primera vez, solo que desnudo.
— Mejor, ¿no?
— Sí... —se quedó embobado viendo aquel cuerpo.
— Vale... —no pudo evitar reirse— Espera, que me pongo unos calzoncillos. ¿Quieres que te prepare una sopa o algo?
— No, gracias. Quiero estar en reposo, solo eso. —trató de arroparse, pero el dolor era inhumano.
— Déjamelo a mí, que te dije que te arroparía. —estiró el edredón y le cubrió con este— Vale... si necesitas algo avisame. Puedes ver la tele si quieres. —señaló a la pantalla.
— Gorish... en realidad, me gustaría hablar contigo un momento.
— Quieres respuestas a todo lo que ha pasado...
— Sí. Estoy perdido ante todo esto. Sé porqué no me has llevado al hospital, entiendo porqué no me has llevado a casa, pero hay algo que no paro de preguntarme, y es: ¿Qué pinto yo en todo esto?
— ¿Quieres saber por qué te intentaban asesinar?
— Gorish... Hay algo muy grande detrás de todo esto, ¿verdad? Algo de la misma escala que la humanidad. —le tomó de su manaza— Necesito saber qué es. Quiero saber qué eres.
— Pues... ¿por dónde empezar? —se quedó dubitativo.
— Comienza por ti, por favor. ¿Qué eres?
— Vale... soy un trascendental.
— Es gracioso. —soltó una risita— Hace unos días tuve un sueño que me explicó que era un trascendental. Eres una persona con lucidez, ¿no?
— Sí... más o menos. Soy del clan de los sanguilunos. Ya no somos humanos exactamente, sino una especie cercana a los antiguos dragones.
— ¿Dragones? ¿Existen los dragones? —preguntó emocionado.
— Existían. Se extinguieron hace mucho tiempo por el ser humano.
— Oh... —se quedó un poco decepcionado— ¿Y sois muchos?
— No somos tantos como los humanos. Pero aún quedamos bastantes en el mundo.
— Pues ha sido una suerte conocerte. —le sonrió
— No ha sido suerte. Me mandaron protegerte.
— ¿Protegerme? ¿Quién y por qué?
— Fue La Academia y lo hicieron porque eres una fuente.
— ¿La Academia? ¿Es una institución secreta? ¿Y qué es eso de qué soy una fuente?
— No sabría qué responderte a eso. Además, creo que deberías dormir. Has sufrido muchas emociones fuertes en un día. Ten dulces sueños. —le abrazó fuertemente.
— De acuerdo... —bostezó— A mimir toca. —se recostó y al cabo de unos minutos estaba durmiendo profundamente.

— Alex... —pensó Gorish— No dejaré que te pase nada. Esto ya es algo personal, La Academia no tiene nada que ver con esto. —le acarició— Duerme bien y jamás dejes de ser como eres, por favor.

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⏰ Última actualización: Jan 25, 2016 ⏰

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