Era una tarde soleada, los chicos jugaban en las calles y la gente se preguntaba cuando volvería aquel grande, el místico e inigualable Ricardo Fort. Los días pasaban luego de su muerte pero en ese barrio se sentía un aroma diferente, sentían que el gran jefe no se había ido sin antes dejar su legado en manos de un tesoro que sabía que la gente, después de muerto, querría encontrar y se arriesgaría a todo, pasar prueba por prueba por sólo conseguir lo que dejó en ese momento, tal vez el último de su vida, ricky fort.
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