-Me has asustado Andrés.
Intenté parecer segura pero no se me notó. Tampoco es que lo estuviera. Tenía mucho miedo. En lo que había vivido el miedo no había sido un problema. Sentía a mi padre a mi lado. Pero en aquel lugar era diferente. Parecía como si en ese bosque árido ningún alma con vida estuviera invitada a pasar ni un solo minuto.
Me gritó:
-En la vida me vuelvas a llamar por ese nombre. Tú lo recordarás así
En su cara no había ninguna expresión. Digo cara por no faltarle al respeto a los muertos, porque en lugar de los globos oculares tenía unas cuencas oscuras rodeadas de hueso corroído. Unos dientes colocados, sin nigún desperfecto aparente a diferencia de la cara. A partir del lugar donde deberían ir las cejas no se veía ni siquiera hueso. Posíblemente tuviera rota la parte trasera del craneo, pero por la sombra que formaba la capucha solo lo descrito se veía. A parte de esto se le veían las manos huesudas y delgadas. Tampoco tiene explicación lógica que un esqueleto andante pudiera formular palabras. Parecía todo aquello sacado de una película de terror, aunque mi vida tampoco da para mucho. Tenía una voz muy seca y ahogada. Como si el bosque le influyera. O algo más probable, que él influyera en el bosque.
-¿Por qué no pudiste quererme? Yo lo hice ¿Acaso no era suficiente para ti?
-Andrés, no es eso...
No me dejó acabar la frase. Aunque puse cara de víctima no sabía qué decir. No podía hablar como siempre delante de la muerte.
Gritó:
-En la vida vuelvas a llamarme así. Ese es un recuerdo tuyo. El mío es éste.
Se señalo la cara. Una gota de sudor me caía por la frente. No pude evitar girarme al escuchar un fino siseo. Un rastro de tierra se escondía tras un arbol. Volví la cara. Cada vez me costaba más respirar. El hecho de que mi corazón no bombease sangre durante tres días podía ayudar. La situación era para mí fatigadora y absurda. No pensaba que había hecho nada malo, pero al pensar que estaba a punto de morir por un acto me daba qué pensar. Yo no estaba enamorado de él. Parecía que no lo entendía.
-Yo me recuerdo así, en los huesos, pensando en ti a todas horas. Te entregué mi corazón. Ahora tú me entregarás el tuyo para siempre ¿Sabías que hace 6.000 años me mataste? Parece que no, pero cuando eres la muerte tienes mucho tiempo para pensar, pensar en la manera más dolorosa de matar. Viajar en el tiempo tomando inspiración en el sufrimiento de la gente...
Hace 540 años estuve en Hiroshima. Me puse muy feliz al ver tanto dolor. La gente gritando. Niños sin padre intentando escapar de un apocalipsis seguro. Los maté a todos. Solo quedaron los que se suicidaron antes de la explosión.
-Voví a escuchar el siseo pero, esta vez, no pude girarme. No sé si fue el pánico o un hechizo pero no pude hacer nada. Solo escuchar.
Recuerdo a una chica de tu edad. La bomba le quitó las piernas y le dejó media cara quemada. Flotando sobre el mar tuve que recogerla. En el momento en que me vio empezó a nadar hacia ninguna parte. No se movió del sitio pero, al final se rindió. Le hundí la cabeza en el agua 50 segundos y no opuso resistencia ninguna. Me aseguré de que su alma llegara sana y salva a un árbol donde creció. Tú no tendrás esa suerte.
-Déjame marchar. ¿No es verdad que me quieres? Déjame recordarte como la persona que amó tanto que o hizo todo por mí. Hasta matar.
Rompí a llorar. Todo empezó en una simple lágrima pero cuando más veía su cara más pensaba que era por mi culpa. Las lágrimas se juntaron con el sudor. Me faltaba algo para completar el refrán "Sangre, sudor y lágrimas". Y estaba segura de que este primero sería el que acabaría con todo mi sufrimiento. Pensé en lo que pasaría si me dejara matar. Quizá no me transformara en cuervo, o en árbol seco y mustio.
Había estado mirándole todo el rato y cuando tuve el shock paralítico mirándo hacia su cara. De este modo no pude ver que el siseo había llegado a mis zapatillas Converse enlazándose entre mis piernas. Pasados unos segundos la muerte se giró y dio un paso al frente.
-Te dejaré marchar. Pero no adonde tú te crees.
Su voz esta vez emitía un sonido diferente al habitual. Una voz más grave y más sonora emitía su cráneo. No me había dado cuenta hasta que había deslizado mis pupilas. Sus dientes no se habían movido en ningún momento. Su voz era salía desde su garganta pero posiblemente saldría por la nariz.
Esta vez no podía mover los labios. Había hecho que mis lágrimas se transformaran en pegamento. El extraño animal empezó a subir por el doble de mi pantalón vaquero deslizando sus colmillos por mi piel. No los tenía muy apretados por la cintura así que no le fue dificil continuar su paseo por mi espalda. Mientras su cuerpo subía por el cierre de mi sujetador el final aun estaba subiendo por mi pierna. Pude sentir su máximo esplendor una piel escamosa y muy humeda, como si no se hubiera estado arrastrando por el bosque. Una vez en mi hombro descendió por mi pecho depositando todo su peso en la clavícula. Mis ojos no podían creer lo que estaban contemplando. Una serpiente de dos metros estaba a punto de matarme. Sacó su lengua en forma de triangulo marcando la zona de incisión como un cirujano marca con un rotulador la piel de un paciente. Andrés comenzó a hablar:
- Otra persona que me sorprendió mucho fue Kijam, un niño del sur de África. Había salido a cazar algún animal para demostrar su valía. Esa mañana su pandilla le había acusado de cobarde por no querer robar unas especias en el mercado. Decidió que la mejor idea fue matar a una serpiente venenosa. Su primera opción había sido un león pero recapacitó. Decidió matar a una serpiente. Tendría que haber elegido al león. Destrozó su madriguera. Y la llenó de agua. Cuando la serpiente salió no tuvo ninguna deferencia ante el chico. Me suplicó que le matara. El dolor que estaba sufriendo era tan infernal que empezó a golpearse el pecho para romperse una costilla y ésta se le clavara en el corazón. Solo tuve que soplar y murió. Ahora es lo que tienes en el corazón y me ha dicho que quiere aue sientas ese dolor.
Mientras me contó esa anécdota la bestia ya había roto un tirante de mi camiseta para dejar la parte alta de mi pecho al descubierto. Al cortar el tirante me clavó uno de sus colmillos y una lágrima se deslizó por mi cuello y se perdió por mis senos. Abrió la boca mostrando su esófago. No se veía el final. Un líquido corrio por el interior de su piel subiendo por mi pierna y formando unas extrañas ondas hasta llegar a sus colmillos. De los cuales gotearon unas gotas de líquido verde puro que cayeron al suelo y formaron vaho en la tierra. Se abalanzó.
No pasó nada. La serpiente seguía allí. Andrés seguía allí. Yo seguía allí pero nada se movía. Yo podía pensar. Pensé en lo que podía significar. La vida me dió unos momentos para recapacitar. Seguro que se le ofrece a todo el mundo cuando va a morir. Para que la gente piense y recapacite sobre su vida. Puede que la niña japonesa pensara que se lo merecía y por eso se dejó matar. Puede que el niño africano pensara que era mejor morir que vivir como lo estaba haciendo. Después de pensar en todo esto es la hora de recordar por qué voy a morir. Si haciendo otra cosa me habría salvado o si haciendo otra cosa Andrés no hubiera muerto.
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Sin Corazón
FantasyElena, una estudiante de ingeniería, ha sido maldecida por la muerte. Ya que el corazón no es tan esencial ésta se lo arrebatará. ¿Podrá Elena seguir queriendo a su verdadero amor? Aquel chico que, desde el primer día le mira con deseo. ¿Podrá su cu...