Mi cerebro empezó a recrear una escena irreal en mi cabeza pero real ante mis ojos. Jamas pensé que podría ser capaz de hacerlo. Tampoco que conocería a la muerte
El timbre resonó en el aula de ingeniería, que acompañó la entrada de los jóvenes llenos de ganas de aprender a sus asientos.
Como la mayoría de las aulas de aquella universidad, se hallaba en el centro de un semicírculo formado por butacas de madera y mesas unidas por enganches metálicos un pupitre más grande de lo normal en el que se sentó el don Alfredo (como quería que le llamásemos), el profesor. Como siempre me quedaba absorta toda la hora de clase pensando los pósters de la pared.
No me había fijado, pero así en tercera persona no estaba nada mal.
Mi cerebro comenzó a producir orfenes a ni sistema nervioso y comencé a andar. Sabía perfectamente que en realidad no lo estaba, ya que notaba el frio tacto de la serpiente en mis piernas.
Entendí que ninguna persona me podía ver ni oír. Yo no tuve tanta suerte.
-Señorita Jerez, ¿Se está tomando nota?¿No?
Odiaba a ese profesor con toda mi alma por su falta de sentimientos humanos. Por otra parte lo admiraba por su prestigio (también por su sueldo).
Giré la cabeza rápidamente del cartel de niñera que cobra por horas y le respondí disculpándome:
-perdone son Alfredo.
-Como iba diciendo, la catedral...
Me reí de la reacción exaltada que puso y de la cara que puse cuando me pilló que, ahora mirándome en tercera persona me daba una gracia tremenda. Como a la mayoría de alumnos que estsban atendiendo.
La hora se me pasó volando y acompañé a mi otro yo a la salida. Allí se encontraba Fran, el tío más bueno, musculoso y erotizante de todo el campus. Ya habíamos hablado alguna vez por skype lanzando indirectas y conociéndonos más, pero me echaba para atrás el hecho de que tuviera novia.
Esta vez no me adocenó que Andrés me sorprendiera por la espalda con una flor morada que sabía que había sacado de algún matorral. Sabía perfectamente qué iba a decir.
-Ey, Sara que tal.
Quería que parara. Básicamente porque recuerdo la cara que se le quedó.
-Pues mal, después de molestar al esquisito don Alfredo me espera la hoguera en el siguiente examen.
Solté una risa esperando a que él también lo hiciera.
La verdad es que nunca le había mirado a los ojos hasta ahora. Los tenía marrón claro. Noté que me estaban hipnotizando con su color.
-Me preguntaba si querrías hacer algo.
No paramos de andar y en ese momento se me declaró. Me cogió del hombro muy fuerte, su expresión jovial cambió a muy seria. Lo que me quería contar era algo muy importante.
-Sara, estoy harto de estar enamorado de ti. Me encanta tu sonrisa, tus ojos verdes, tus labios. Me encanta cuando sonríes por todo aunque lo que te hallan dicho no dé gracia, o cuando te apartas el pelo de la cara cada dos por tres.
-Andrés..
Acercó su cuerpo más al mío.
-Odio despertarme de la cama, porque me doy cuenta de que mi sueño es mejor que la realidad.
Bajó la mano por mi brazo hasta la muñeca y agarró fuertemente el borde de mi camiseta a punto de romperse. La otra estaba en mi cintura.
Me mordí el labio mirando sus labios semi abiertos que me echaban su aliento olor menta a la frente.
-Ahora que te tengo en mis manos, -susurró, me doy cuenta de que siempre las había tenido vacías.
Cerró los ojos acercando sus labios y yo cerré los míos. Sentí un cosquilleo por mi columna que recorrió todo mi cuerpo. Sentí se me había parado el cerebro. No pensé en otra cosa más que en lo que me había dicho. Arqueó más la boca para que su lengua entrara más adentro de mi comisura.
Me di un impulso con su pecho y me aparté. Le giré la cara y no volví a mirarle nunca más a esos ojos. Al menos de esa manera como los había observado.
-Lo siento, no... no siento lo mismo por ti.
Mi otro yo salió corriendo de la escena desvaneciéndose entre el gentío y muchedumbre de estudiantes avergonzada de lo que había hecho, pero a la vez confusa de lo que había sentido.
El chico no se movió. No dijo ni una sola palabra. No respiró. No pestañeó.
Me di cuenta en ese momento, y tarde que una lágrima se le calló por la menjilla sin cambiar de ningún modo su cara inexpresiva. Solo una, ya que las demás se quedaron ahogadas en su garganta para siempre.
ESTÁS LEYENDO
Sin Corazón
FantasyElena, una estudiante de ingeniería, ha sido maldecida por la muerte. Ya que el corazón no es tan esencial ésta se lo arrebatará. ¿Podrá Elena seguir queriendo a su verdadero amor? Aquel chico que, desde el primer día le mira con deseo. ¿Podrá su cu...