EL RECUERDO DE LA LIBERTAD

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"Para él [hombre blanco] una porción de tierra tiene el mismo significado que cualquier otra, pues es un forastero que llega en la noche y extrae de la tierra aquello que necesita. La tierra no es su hermana sino su enemiga, y cuando ya la conquistó, prosigue su camino. Deja atrás las tumbas de sus antepasados y no se preocupa." Carta del Jefe Seattle al presidente de los Estados Unidos

Cansado Yamil se deja caer sobre la dura pared de piedra. Cansado de trabajar, cansado de luchar por el aire que le robaron un tiempo atrás.

Angustiado suspira. Angustiado por el encierro, angustiado por la soledad del silencio.

Desesperanzado cierra los ojos. Desesperanzado por la oscuridad de las profundidades de la Tierra.

¿Dónde está el viento? Tal vez está escondido. ¿Dónde está el canto de las aves? Tal vez están muy tristes como para hacerse escuchar. ¿Dónde está la luna que se esforzaba por alumbrar la noche? ¿Acaso ya está cansada? ¿Dónde está el sol? Eso es algo que Yamil no puede contestar por que ni él sabe la respuesta. Tal vez... tal vez está muy triste como para brillar.

En silencio intenta recordar. Recordar el sonido de la selva, el aroma de la lluvia, el susurro del viento. Recordar la sensación del sol brillar.

De pronto unos rayos dejan a un lado la oscuridad. Yamil levanta el rostro al cielo y sonríe feliz. Abre un ojo, luego el otro, y, lo primero que ve, es el sol luchando con la sombra de los árboles para llegar hasta él. Suspirando siente la tierra fértil bajo sus pies y antes de dudar empieza a correr a toda velocidad dejando sus huellas atrás. A pesar de las cortaduras de las ramas verdes de la selva, sus pies no se detienen porque él no siente dolor. No siente nada más que la sensación de la libertad.

Dirigido por sus instintos se detiene a unos centímetros del fin de un acantilado. Desde ahí Yamil escucha el canto del mar como nunca antes hizo. Todos los sonidos se intensifican, cada vez más y más potentes. Puede oír a los pájaros cantar, el agua hablar, el viento susurrar. Cada melodía parece girar a su alrededor como si estuviera en el centro de un tornado. La soledad del silencio ya no lo rodea. Todo en la selva forma un ritmo natural, una melodía especial, una orquesta... mágica.

Mientras el viento juega con su pelo, cierra los ojos y levanta los brazos imitando el vuelo del águila que tantas veces vio pasar. Yamil se siente dueño del cielo, del calor de la tierra, de la frescura del agua, del cantar de los pájaros, de los rayos del sol.

Un ruido fuerte y seco lo obliga a abrir los ojos y todo parece estar distinto. El sol ya no está ¿A dónde se ha ido? Poco a poco los pájaros dejan de cantar, el agua no habla, el viento ya no susurra.

Todo queda en silencio.

En la playa unas barcas arrojan sus anclas en la Tierra que no les pertenece. Hombres con otro idioma, otras creencias, otras costumbres, avanzan por la selva dejando tan solo un desierto. Hombres que pretenden cambiar la historia para siempre.

Yamil abre los ojos y se agarra de las piedras para no dejarse caer. Otra vez se encuentra en la oscuridad. ¿Por qué el sol se alejó? ¿Por qué abandonó a Yamil y su pueblo? ¿Dónde están los dioses a los que con tanto esfuerzo les rendían culto desde el amanecer? ¿Acaso aún existe el amanecer? Yamil no lo sabe y no lo puede averiguar. Encerrado en las profundidades de una mina, trabaja sin cesar.

Ya no sabe dónde está su familia, donde está su hogar. Las fogatas que cada noche brillaban en su comunidad parecen haber quedado en simples cenizas; las risas, en simples ecos lejanos.

Los hombres que aquel día clavaron sus anclas en su tierra sagrada le quitaron hasta el último sueño.

Pero hay algo que aquellos hombres no pueden robar. Algo que Yamil jamás olvidará, algo que lo une con su pueblo, con su felicidad,... el recuerdo de la libertad.




Dedicado con amor a mi papá.

El recuerdo de la libertadWhere stories live. Discover now