Capítulo 25

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Conduzco más rápido de lo permitido. Tampoco me importa demasiado. No es mi coche y soy policía. Todo son ventajas, no puedo salir mal parado.

Aparco frente a la puerta de la comisaría y asciendo un piso tras otro, hasta llegar al despacho de Mike, Laura y Rachel.

Llamo dos veces consecutivas y es Mike quién abre la puerta.

-Buenos días, Dániel- pronuncia una muy sonriente Rachel- Acabamos de concertar la cita para la recogida del estupefaciente con el contacto del número telefónico... Será mañana por la tarde. En la puerta de una de las nuevas tiendas del centro comercial... Solo que no recuerdo el nombre...

-Okeysi- murmura Laura mientras continúa tecleando en el ordenador- Es dónde estaba antes otra tienda llamada Newyorker...

-Exacto- exclama una eufórica Rachel- Por cierto, que pena que quitasen esa tienda...

Laura se encoge de hombros y continúa ajena al caso... ¿De verdad piensa todo eso de mí?

-Mike, Rachel... Creo que lo mejor será que subáis a hablar con Maximilian, y le informéis de la hora y el lugar en el que se producirá el intercambio y...

-Ya está informado. De hecho fue él quién nos comunicó la hora y...

-Iros. Ahora- ordeno haciéndoles un gesto a los dos con la mirada y, a continuación, señalando la puerta con mi dedo índice extendido- Ahora.

Asienten y los dos salen del despacho.

-Buenos días, Laura- Pronuncio sentándome frente a ella.

-Buenos días- responde sin retirar sus ojos de la pantalla del ordenador.

-¿Vas a mirarme en algún momento?

Solo basta esa oración para que lo que yo quiero se cumpla y su oscura y enigmática mirada llegue a la mía.

-¿Qué quieres? No tengo tiempo para ti.

-Así que no tienes tiempo para mí... Para tu jefe... No tienes tiempo- repito perplejo mientras apoyo una mano en la mesa.

-No. Así que, dime. ¿Qué quieres?

-No quiero nada- respondo mirándola fijamente. Su mirada ya ha vuelto a la pantalla, bailando entre el monitor y un teclado por el que sus dedos, ágiles y elocuentes, se desplazan con destreza- ¿Tocas el piano?

-Sí. A veces... ¿Por qué?

-Se nota.

-¿En qué se nota?- murmura sin fijar sus pupilas en las mías en ningún momento.

-En tus dedos, y en la forma en la que escribes...

-¿Acaso tú también lo tocas?- pregunta interrumpiendo mis palabras.

-Tal vez...

-¿Tal vez?

-Sí.

Asiente una vez más de un modo indiferente y se levanta para frenar ante el archivador de la derecha de su mesa. Estira de la persiana, para regular la luz permitida en la estancia. Después simplemente abre un cajón, saca dos carpetas, y vuelve a sentarse frente a mí... Frente a su escritorio.

-Laura.

-¿Qué?- murmura exasperada en tono cansado.

-No estás fuera del caso... Y siento si lo creíste así.

-Si lo creí así fue porque estoy fuera del caso... Y porque tú quieres que lo esté. Así que deja de darle vueltas...

-No quiero que estés fuera del caso.

El límite de la realidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora