Prólogo: "Bienvenidos a Puerto Deseado"

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¿Aún no llego? No, todavía son las 1:05 de la madrugada. Tuvimos un pequeño retraso de casi 3 horas por un desperfecto técnico con el bus, ya que no era tan moderno a diferencia de otros y llevaba sus merecidos doce años de uso, por lo que el conductor nos informó sobre la hora de llegada a nuestros destinos a todos los pasajeros. "En el peor de los casos, tendríamos hasta dos horas o tres de retraso, pero también podríamos tener la suerte de recuperar las horas que quedamos varados en la ruta durante el viaje. De todas maneras, no se preocupen, y disfruten del viaje. Cada tanto daremos permiso de bajar del transporte para que estiren las piernas, dirigirse al baño o comprar algo en los almacenes de comida y bebidas". - Informó.

Había calculado aproximadamente el horario de mi llegada al nuevo pueblo donde actualmente me tocaría vivir. Me gusta viajar, pero esta sería la primera vez que me mudaría a otro estado. Durante mi vida era un poco frecuente que cambiara de hogar, pero en todos los casos siempre era en la misma ciudad, en el mismo estado y cerca de algún que otro amigo o familiar. En esta ocasión, no teníamos a nadie cerca y prácticamente no conocíamos a nadie, por lo que sería una nueva experiencia para mi familia y para mí, más que nada por la enorme distancia que nos separaba de todo lo que estábamos acostumbrados a ver o hacer. Para ser exacta, estamos a 3000 km lejos de nuestra vieja casa.

Mi mochila, se encontraba debajo de mi asiento y estaba llena de recuerdos. Era de color negro con algunos toques en gris, y tenía escrito con corrector algunas palabras de las personas con las que mejor me he llevado en la escuela que asistía. Un tsunami de sentimiento ahogaron mi pecho, y la verdad no sabía si era lo suficientemente capaz como para reprimir el sentimiento. En un intento para tomar nuevamente fuerzas tomé mi mochila y empecé a buscar cualquier contenido que tuviera en ella.

Había un osito de color blanco con un corazón en la barriga de color naranja con lunares blancos. Me la había regalado mi prima en mi cumpleaños número 15, aunque ella no entendía porque deseaba tanto tener un peluche, pero aún así ella me lo compró, por lo que me siento sumamente feliz de poder abrazar algo en el camino. También tengo dentro de una carpeta miles de cartas que mis excompañeros me escribieron, además de un cuaderno lleno de firmas. Siempre me gustó llevarme bien con los demás, o en raros casos, trataba de tolerar a ciertas personas. En cada carta que escribían para mí, me dedicaron con tanto amor muchas palabras, por lo que releerlas llenaba mi cara de sonrisas.

Respire hondo. Mi cabeza se llenó de preguntas, ¿realmente vamos a mejorar como familia esta vez? ¿Mamá y yo podríamos llegar a tener una mejor relación entre las dos? ¿Cómo les irá a mis hermanos? No pienso mucho en mi misma, o trato de que nada me importe. Me habían educado para ser una buena hermana mayor, por lo que a veces tenía que pensar como adulta y más con la separación de mis padres a la edad de tres años. A veces mi pasado me sigue, a donde quiera que vaya, recuerdo cosas que había borrado de mi cabeza, como si nunca hubiera existido, y luego volvían, recordándome que quedaron cosas sin resolver, algo que había olvidado o que en su momento no recordé. ¿Pero qué?... ¿Qué suceso descuide?

Mi celular, que estaba en el bolsillo de mi abrigo verde, empezó a vibrar como loco, por lo que ya no estábamos viajando en medio de la nada, sino ya habríamos llegando al siguiente y mi último destino. Miré la hora en mi celular antes de prestarle atención a las notificaciones. Las 2:23 de la madrugada. Yo anteriormente hice cálculos y trataba de tener por lo menos un horario aproximado de la hora de mi llegaba, y si, acerté. Miré las notificaciones y entré en el buzón de mensaje, abrí la conversación más importante para mí, la de mi amiga Valentina.

"Auri, sabes que te quiero con el alma, mándame un mensaje cuando llegues y dame detalles de cómo es el pueblo en donde vives, por favor, cuídate y suerte".

Cuando termine de leer, dedique mi vista hacia la ventana del bus. La ruta empezaba a inclinarse, y pese a que era de noche podía ver en la ventana del lado derecho de uno de los pasajeros a aquellas montañas que conforme el conductor avanzaba se hacían cada vez más y más altas.

Volví a mirar la ventana de mi lado. Sentí nuevamente que mi pecho se ahogaba, pero esta vez no me suprimí a mí misma por lo que lloré en silencio. Pese a sentir una inmensa ansiedad, aprecie las luces de aquel pueblito chiquitito. No era muy grande, pero tampoco tan despoblado. Calcule que a lo sumo haya unas 5000 personas, máximo, viviendo allí. Era la noche más oscura que vi en mi vida, las luces más brillantes y la noche más nostálgica. Aquellas luces acariciaban mi vista con tanta dulzura que deje de llorar y volví a tomar fuerzas.

Limpie mis ojos, respire con tranquilidad para que mi cara muestre su color original y no aquel rojo tomate. Ya estoy en la entrada y desde mi ventana un cartel enorme decía:

"Bienvenidos a Puerto Deseado"

Ya llegué.

Escribí rápidamente un mensaje contestando a Valentina para que lo leyera cuando se levantara.

"Hola Valentina, ya llegue a mi nuevo pequeñito pueblo. Es muy chiquito y está rodeado por montañas por lo que pude ver desde el bus. Te quiero mucho amiga. Gracias por todo lo que me diste"

¿Por qué siento el pecho tan vacío?

Un Viaje hacia BellinghamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora