Prólogo

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Era una noche lluviosa de verano en Woolton, un suburbio ubicado en Liverpool, al norte de Inglaterra.

Las gotas de agua caían con violencia sobre las pavimentadas calles, las pulcras viviendas y los grandes autos; empapando los jardines y llenando las alcantarillas. Los pocos habitantes que andaban por las calles corrían de acá para allá, a refugiarse de aquella lluvia torrencial a la que, en cierta forma, ya estaban acostumbrados.

Ninguno vio al extraño hombre cubierto con una gran capa negra y con la capucha en su cabeza caminar con toda tranquilidad por la calle pavimentada, cargando un pequeño bulto en sus brazos.

Siguió así, andando con paso seguro, como si supiera exactamente a dónde se dirigía. Unos minutos después divisó una zona en la que se levantaba un edificio de tamaño considerable. Alrededor de éste se encontraba una zona verde, en cuyos terrenos se formaban pequeñas colinas; y atrás de la vivienda, una zona boscosa bastante grande. Había árboles en la mayor parte del perímetro de aquel terreno. Toda la propiedad estaba rodeada por un no muy alto muro de ladrillos (a aquel hombre le llegaba a la altura del pecho). Justo en lo que era la entrada se levantaba una valla roja, cuyos lados eran sostenidos por dos pilares en forma de torre; en cada uno, había un pequeño letrero rojo en el que descansaban sólo dos palabras, con sus letras en color blanco: ''Strawberry Field''.

El hombre dudó si dejarla ahí. Estaba lloviendo y no quería que la pequeña criatura que cargaba en brazos se enfermara, así que pensó que debería entrar y dejarla justo en la puerta principal del edificio. Estaba a punto de abrir la valla cuando se detuvo. No podía arriesgarse a que alguien lo viera. «Oh vamos» se reprendió a sí mismo. «¿Eres uno de los seres más poderosos de tu mundo y no puedes solucionar esto?» se dijo.

Observó uno de los pilares cuyo techo era similar a la de las torres de los castillos y se le ocurrió algo. Puso a la pequeña a un lado de uno de éstos. El techo le daba algo de protección contra la lluvia. Posteriormente, se retiró la capa de encima para amarrarla a la punta de la pequeña torre, dejando ver su rostro joven y unos ojos de un tono carmín que emanaban tristeza. Sostuvo el otro extremo de la capa en el piso con algunas piedras, tapando así a la pequeña, de manera que le sirviera como una especie de pared de tela para protegerla de la lluvia.

Satisfecho con su trabajo, sacó un pequeño sobre de uno de sus bolsillos y lo puso en el pecho de la niña, quien en ese momento se encontraba pacíficamente dormida, ajena a los ruidos del exterior y de lo que pasaba con ella.

—Lo siento de verdad, mi pequeña niña —susurró hacia la bebé—. No puedo mantenerte conmigo porque sería muy peligroso para ti. Debo regresar a mi mundo, y no es un lugar para humanos. Tu lugar es este. Realmente lo siento, y si alguna vez te veo de nuevo, espero que me perdones. Serás una excelente persona, hermosa y valiente como tu madre. Te amo —dicho esto, besó su frente y se dispuso a ponerse de pie para marcharse, no sin antes darle un último vistazo a su hija.

Cuando el hombre se irguió por completo, un relámpago cayó, arrojando un destello de luz que dejó ver su cabello blanco y brillante, y, para su mala suerte, despertando a la niña, quien comenzó a llorar descontroladamente. Para rematar, el joven logró ver cómo la puerta principal del edificio se abría, dejando ver a una mujer, que llevaba una sombrilla y se aproximaba hacia donde estaba él. No tuvo tiempo para preguntarse si había salido al escuchar a la pequeña llorar o por otra razón. Corrió y se colocó detrás de un árbol lo suficientemente grande para esconderlo. Cuando la mujer llegó hasta la valla, se sorprendió al ver a la bebé llorando en el piso y la recogió, no sin antes tomar el sobre y leer lo que ponía en su exterior: Saori Sumizome.

La mujer sonrió maternalmente hacia la pequeña, quien ya se había calmado al sentir el calor de un cuerpo adulto que la acogiera. Miró a ambos lados del camino lleno de hojas, con la esperanza de obtener alguna pista de quién había dejado ahí a la pequeña, pero no vio nada.

Como pudo, sostuvo a la niña, la sombrilla, la carta y la capa, y la mujer de rostro amable dio la vuelta para encaminarse hacia el que sería el nuevo hogar de la bebé.

Su padre, quien observaba desde detrás del árbol, sólo se quedó ahí hasta que la joven entró y cerró la puerta del orfanato.

«Buena suerte, Saori». Pensó, y con una triste sonrisa, se encaminó calle abajo para desaparecer sin que nadie lo viera, tal como había llegado.

...

¡HOLA! He vuelto, con una nueva historia B) Para las que leyeron el oneshot de Fred que publiqué hace ya un tiempo, pues, ¡ESTA ES LA BUENA! (Siento que es un poco rara, pero meh xD) Muchísimas gracias por su paciencia al esperar a esta mujer tan lenta para escribir xD Y, bueno, creo que esto es todo, haré todo lo posible por actualizar lo más pronto que pueda, dependiendo de cómo esté la universidad y todo eso xc bien, creo que ahora sí es todo. No olviden votar y comentar qué les pareció ;) ¡A LEER!

La Elegida. (Fred Weasley)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora