1. Funerales.

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19 de Enero de 2016.

-Scarlett.-Aparté la mirada de mi reflejo y miré con ojos cargados de dolor a Brian.-Es hora.

- ¿Qué es lo que estás haciendo aquí?-Pregunté con furia, él puso los ojos en blanco y me miró con fastidio.

-¿En serio vas a ponerte así? Nuestro mejor amigo murió y debemos asistir a su funeral, así que deja de comportarte así y vayamos.

Enmudecí y entrecerré los ojos en su dirección, amenazante. Me levanté de la cama y observé por el reflejo del espejo a unos metros de mí cómo la falda del vestido caía hasta llegar por encima de mis rodillas, acaricié la trenza que descansaba cómodamente en mi hombro y me puse los tacones de charol negro, no tenía más zapatos que tacones.

Ambos salimos en un silencio incómodo de la habitación y mi madre me estrechó entre sus brazos, sollocé y enterré mi cabeza en el hueco de su cuello, ella besó mi coronilla y luego de unos segundos me soltó, sus ojos habían enrojecido.

-Cuídala bien, Brian.

-Lo haré, señora Foster.

Ambos salimos del departamento donde vivía y bajamos por las escaleras, una vez en la planta baja me despedí del conserje y ambos nos subimos en su auto, el cual necesitaba una visita al auto lavado con urgencia. Brian encendió el auto y arrancó, puse la radio y luego miré por la ventana, pensando en mi mejor amigo, en cómo había muerto, en cómo me había quedado de brazos cruzados sabiendo lo que iba a ocurrirle.

-¿Lo viste?-Preguntó Brian bajando el volumen de la música.

Sí.-Contesté en un susurro y apreté lo labios, él posó una mano en mi muslo y le dio un apretón. -No pude hacer nada, no quería que algo peor lo acabara.

-Lo entiendo.

-No, claro que no lo haces.-Le di una mirada cargada de enojo y carraspeé.- ¿Cómo está ella?

- ¿Sabrina? Exhausta, nuestro hijo la está acabando, ya sabes, con las patadas y eso.

-¿Cuándo se supone que nacerá?

-En dos meses. -Sonrió de manera inconsciente, sentí un nudo en mi garganta y aparté la mirada. -Es niño.

-Felicidades, supongo.-Y ahí murió la conversación.

Pronto llegamos a donde sería la pequeña recepción antes del entierro, tragué el nudo que se había instalado en mi garganta y bajé del auto, cerré la puerta con fuerza y entré en la casa sin tocar, ya que la puerta estaba abierta. La señora Witson me miró y cubrió su boca para ahogar los sollozos para luego correr hacia mí, la abracé por el cuello y acaricié su cabello en un intento de consolarla.

-Lo lamento tanto, señora Witson.-Dije en un susurro, ella se apartó de mí y luego acarició mi rostro.

-Yo también, era tan joven... -Volvió a sollozar y se perdió entre la multitud en su hogar.

Solté un suspiro tembloroso y llegué a la sala, donde el ataúd negro se encontraba, justo en el centro, caminé hasta él y posé una mano en la tapa cerrada, nadie querría ver los restos que él había dejado en el accidente.

-Lo siento, mejor amigo, te fallé.-Mordí mi pulgar en un intento de contener las lágrimas. -Voy a extrañarte y necesitarte como el infierno, pero saldré adelante, por ti, lo prometo.-Besé mis dedos y volví a posarlos sobre la tapa.

Me alejé a pasos lentos y subí a la segunda planta hasta su habitación, las lágrimas rodaron por mis mejillas cuando lo primero que vi al entrar fue una fotografía de los dos enmarcada en la mesita de noche, caminé hacia ella y la tomé, llevándomela al pecho y sollozando abrazada al marco, como si fueran sus brazos.

Controlé mi respiración y me paseé por la habitación, aún con el portarretratos entre mis manos, sonreí con nostalgia al ver los posters de Volver al futuro en las paredes rojas, me senté en su cama y toqué su almohada, cerrando los ojos y concentrándome en ver una imagen, un recuerdo, algo.

Cabriel se encontraba recostado en esa misma almohada mientras me escribía por WhatsApp, nos estábamos poniendo de acuerdo para asistir a las carreras de la noche siguiente, claro que eso nunca pasó porque él murió esa misma noche.

Las lágrimas volvieron a rodar por mis mejillas mientras mis manos se volvían puños, me sentía impotente y furiosa conmigo misma por no haber hecho nada, por no haberle avisado esa noche cuando la premonición llegó. Era mi culpa que él estuviese muerto en estos momentos y no abajo comiendo con su familia.

4 de Mayo de 2016

Caí al suelo de rodillas mientras lloraba sobre el cuerpo sin vida de mi madre, acaricié su suave cabello mientras mi cuerpo era recorrido por los sollozos, de mi boca salían sonidos lastimeros y mi vista era borrosa gracias a las lágrimas, evitándome ver el cuerpo abultado y muerto de mi madre ante mí.

-No, tú no, por favor.-Sollocé y recosté mi cabeza en su pecho, ensuciando ese lado de mi rostro con su sangre, aún caliente.-Mamá.-Susurré y seguí llorando.

Quince minutos después mi padre me separó del cadáver que ahora mi madre, grité y pataleé, no quería alejarme de ella; Charlie, mi hermano mayor, me tomó en brazos y me sentó en su regazo cuando estuvimos en el sofá, lloré enterrando mi rostro en su pecho y me aferré a él como balsa salva vidas.

-Todo va a estar bien.-Susurró en mi oído mientras nos mecía, negué con la cabeza.

-Nunca digas eso, no a mí.

(...)

Dejé que las lágrimas resbalaran por mis mejillas mientras observaba el entierro del ataúd de mi madre, Lourdes, mi primo, se encontraba a mi derecha y Charlie a mi izquierda, de vez en cuando ve decían palabras tranquilizadoras que no servían de nada.

Estaba destrozada, no solo mi madre y hermana habían muerto, una gran parte de mí lo había hecho y en estos momentos se encontraba siendo enterrada junto a ambas.

(...)

Las semanas fueron pasando, y con ellas, las muertes, mis premoniciones habían aumentado y ahora no trataba de evitarlas, sino que solo me vestía de negro e iba al funeral como una invitada más, aunque las familias no me conocieran.

Justo ahora me encontraba amarrando mi cabello en una coleta baja frente a mi espejo, sendas ojeras se apreciaban debajo de mis ojos mieles y no dejaba de recordar la muerte de la víctima.

Su muerte fue rápida, una bala había atravesado su corazón de 88 años de vida cuando aquel hombre mayor se había negado a darles su billetera a aquellos ladrones, por lo que ahora se encontraba en un ataúd, a unos minutos de ser enterrado.

Cerré los ojos un momento y al abrirlos encontré a mi padre reflejado en el espejo, me giré y le di una mueca como saludo, era lo mínimo que se merecía después de sus tratos.

-¿Vas a salir?

-¿Y eso a ti que te importa?-Contesté de manera mordaz y pasé a su lado, chocando su hombro con el mío con violencia.

-Hija...

-Yo no soy tu maldita hija, así que no me llames como tal.-Tomé mi celular y salí de la habitación, dejándolo con las palabras en la boca.

Salí de mi departamento y choqué accidentalmente con Rose, una mujer divorciada con dos hijas, de las cuales soy amiga de la mayor; murmuré una disculpa y salí corriendo de ahí.

Al llegar al cementerio me recargué contra el tronco de un árbol en el cementerio y observé desde lejos la ceremonia y el entierro de aquel hombre, bajé la cabeza a modo de respeto cuando comenzaron a enterrarlo y al levantar la mirada me encontré observada por un par de ojos gris tormenta, los cuales me miraban con curiosidad y desconcierto.

Retrocedí el dueño de dichos ojos comenzó a caminar hacia mí y me fui del cementerio, emprendiendo camino hacia mi departamento, donde seguramente mi padre me espera furioso.

(...)

Luego de que fui descubierta por aquel atractivo chico de ojos grises en el funeral del hombre no volví a aparecerme por ninguno de los funerales de las personas de mis premoniciones, ahora les guardaba un minuto de silencio al salir de la premonición, nada más.

Se habían acabado los funerales.

Supersticiosa #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora