|Capítulo 1|

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Halle, Alemania.

23 de agosto de 1941.

   Las primeras luces despertaron al pequeño niño que dormía en el duro y raído colchón en aquella pequeña casa. Su pelo castaño estaba completamente revuelto y se levantó, con cuidado de no despertar a su madre que dormía a su lado. Introdujo sus pies en los zapatos llenos de agujeros y caminó hacia la "cocina". Lo que ellos llamaban cocina era una simple cacerola situada en una esquina de la sala mugrienta que servía de sala de estar, cocina, habitación, vestidor y baño. Cogió 6 huevos que había conseguido de un basurero días antes y vertió el líquido en la cacerola. Rebuscó entre los "cajones" y sacó una caja de cerillas. Encendió una bajo la cacerola y preparó el desayuno, o lo más parecido a un desayuno que podían tener. Comió un poco y se colocó la chaqueta agujereada alrededor de sus huesudos hombros.

En menos de 5 minutos ya había salido de su casa y se dirigía hacia su especie de trabajo. Él era el único chico entre su madre y sus 4 hermanas, así que era el hombre de la casa. La funeraria donde trabajaba se encontraba en Leipzig, por lo que era bastante largo. El chico era el ayudante del enterrador. Llamó con los nudillos al gran portón de madera y escuchó un "Adelante" que provenía del interior. Él obedeció y penetró en el interior de la pequeña sala.

-Llegas tarde, Tomlinson-anunció su jefe.

-Lo lamento, señor Bingley-dijo el chico, posicionándose frente al hombre.

El señor Bingley era un hombre de clase media, siempre sorprendentemente muy estirado y con rostro severo. Sus facciones estaban muy bien marcadas y su cabello, al igual que la barba que cubría su mentón, era canoso, aunque dejando un rastro de lo que antes era pelo rubio.

-Venga, andando, tenemos mucho que hacer. Nos han encargado un nuevo funeral y tenemos que preparar el ataúd. Tú prepara el de la señora Wood, mientras yo me encargo de este.

El chico solo asintió continuamente, mientras se ponía manos a la obra. Revisó todo a la perfección, lo preparó y colocó todo con sumo cuidado. Le quedó de maravilla, era de los mejores ataúdes que había preparado. Decidió avisar al señor Bingley de su gran obra de arte, cuando uno de los agujeros de su chaqueta se enganchó en el ataúd, provocando que acabara destrozado en el suelo.

   El gran estruendo sobresaltó al señor Bingley y como consecuencia asomó su arrugada y severa cara por la puerta. Rápidamente, aquel rostro se tornó rojo, el señor Bingley sentía la ira. Aquel niñato había destrozado uno de los ataúdes más preciados que poseía. La rabia era lo único que sentía. Ni siquiera lo meditó, golpeó, golpeó y golpeó, hasta que sus manos no podían más. El pequeño sentía todos y cada uno de los golpes, sentía el dolor en todo su cuerpo, sentía que su vista se nublaba, sentía que poco a poco se convertía en un peso muerto, que poco a poco su vida pendía más y más de un hilo...

***

Leipzig, Alemania.

23 de agosto de 1941.

-¡Harold, es hora de que bajes!-gritó su hermana desde abajo.

La familia de Harold era la más adinerada de todo Gran Bretaña, la más poderosa. Constaba de un matrimonio y sus dos hijos, una niña y un niño.

   El chico se peinó suavemente sus rizos y se colocó la chaqueta abotonada sobre sus pequeños hombros. Se le solía llamar "infante", aunque él prefería que le trataran como a un niño normal. Bajó lentamente las escaleras, con la mano apoyada en la barandilla y se encontró debajo con su hermana, Gemma. Esta última llevaba un gran vestido, parecido al que llevaban las princesas. Era algo ajustado hasta la cintura y después se abría como si fuera un paraguas.

-¡Infanta Gemma! ¡Infante Harold!-gritó el mayordomo, mientras se acercaba a ellos con una bandeja de plata en mano-. Sus padres les esperan.

Gemma asintió con la cabeza y el mayordomo se retiró, dejando a los dos niños solos.

Al ver que el niño no se movía, su hermana le aconsejó que deberían acudir con sus padres, si no les querían hacer enfadar. Harold aceptó y caminaron juntos hacia el salón, donde sus progenitores les esperaban. Ellos charlaban animadamente con otra familia bastante adinerada que vivía por la zona, los Payne. El benjamín de la familia, Liam, era el mejor amigo de Harold y, desde pequeños, siempre estaban juntos.

Pese a su corta edad, Liam siempre había sentido una extraña atracción hacia Gemma, aunque ella aún no lo había notado. Harold, en cambio, nunca se había sentido como Liam decía que se sentía al ver a la infanta. Harold solo veía a las mujeres como mujeres, nunca comentaba si una muchacha era muy hermosa y tenía buen cuerpo, nunca se quedaba mirando su trasero mientras ella se alejaba, como solía hacer el 95% de los muchachos. Él simplemente comentaba si una mujer le parecía hermosa cuando le preguntaban, si no Harold nunca dejaba escapar ningún comentario sobre mujeres. Sus padres lo achacaban a la corta edad que tenía. Su padre solía bromear con que les había salido un hijo gay, pero poco después reía, porque él decía que era imposible. Des Styles era considerado de los hombres más homófobos y que más detestaba todo lo referente a la homosexualidad. Su mujer, Anne, era tres cuartas de lo mismo. Pensaban que los hombres y las mujeres se habían hecho para estar juntos, no para que un hombre amara a otro hombre ni una mujer a otra mujer.

War is Love (Larry Stylinson) Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt