El Amor de la Muerte

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Todo lo que fui fue también ruta libreSi pudiera explicarEn Lisboa vi serpientesEn oriente, nueve nucos de AláY en las manos del senil vi una guerra en paz.

          Por una eternidad la muerte siempre fue oscura. ¿Qué la hizo diferente hoy? ¿Qué la hizo diferente para siempre? ¿Acaso está fría la noche? ¿Realidad o fantasía, sueño o pesadilla? No lo sé, pero aquella chica de voz dulce no se ha ido. Dicen que la muerte llega sin avisar, que está con nosotros desde que nacemos hasta que morimos, que si algún aspecto tuviese este debería ser horrible y tenebroso. Sí, la gente dice muchas cosas.

           Por donde fui hubo ruta libre, antes de ese día todo tenia vida para mí. Las hojas eran verdes, el viento parecía jugar con ellas; la luz daba comienzo a un nuevo día y la romántica luna nacía a medida que el sol moría.

           Aquel día, el sol se iba y grises nubes cubrían el cielo, llovió a cantaros, parecía que el cielo estuviese triste o roto. Y fue tan rápido como aquel mismo rayo. Ese era el momento en el que la muerte debía tocarme con su frialdad. Recuerdo que todo se iluminó con gran destello por unos segundos, quedando cegado por algunos minutos. Abrí mis ojos y ahí estaba sentada ella, la mujer más hermosa que nunca antes había visto, de ojos negros, piel gitana y boca sensual. Ella estaba llorando casi como el cielo y yo no sabía si estaba soñando o tenía los ojos abiertos.         

         —Te mojaste —le dije, esperando escuchar su voz o ver una sonrisa producto de las dos palabras más estúpidas que pude haber dicho en el momento. Esto, mientras la lluvia se hacía más fuerte y ella intentaba secarse las lágrimas con las manos, como si de algo sirviera, como si en este punto se distinguiera sus lágrimas y las del cielo. No pronunció ninguna palabra, tan sólo alzó la mirada con sus ojos magdalena, unos segundos después pregunté:

           —¿Por qué lloras?—. Y aunque pensé irme sentí que no debí dejarla sola, tan vulnerable y frágil.

           —Es fácil desahogarse de esta forma, tendría que llorar o salir a matar —me respondió sin decir más.

               El momento siguiente fue algo escalofriante. La lluvia aunque no acababa comenzaba a hacerse cada vez más delgada y a lo lejos vi una persona, ¿tal vez venga por ella?, me pregunté; ojalá que tome otro camino, susurré y aunque no lo imaginaba, lo conocía, reconocí su cara a corta distancia, ni siquiera alcanzó a alzar por completo su brazo para saludarme antes de caer al asfalto, estaba tirado en el suelo a tan sólo unos metros de mí. Sorprendido fui a verle, e impactado quedé al darme cuenta que estaba muerto. ¿Por qué murió? Me cuestionaba repetidas veces, no sólo pensaba en la causa de su muerte, también en lo joven que había muerto y lo frágil que puede ser la vida. Un momento se es, segundos después se deja de ser.

              La oscuridad pintaba el cielo y aún sentada bajo la lluvia fina estaba ella.

         —¡Murió! Aquel joven murió, ¿lo conoces? —le dije con voz grave.         —Morir es algo normal para una persona, es él uno de los miles que ha muerto hoy —me respondió con voz fría, como si no le temiera a la muerte.

             Con los nervios a explotar me fui de aquel lugar sin decir adiós, pensando mucho en la frialdad de sus palabras, preguntándome ¿por qué alguien tan frío puede llorar de tal forma? Cómo quisiera que esto hubiera acabado ahí, esa fría tarde; estoy cansado de recordar mi historia. Sin embargo, pienso que si de vez en cuando no la recuerdo tal vez pierda la cordura al olvidar quién soy, qué hago aquí y cuál es mi razón de no existir.

              A la mañana siguiente de aquel día todo fue normal, me desperté tarde, desayune rápido, y despedí a mi madre con un beso. Todo normal hasta salir de mi casa, pues ella, la chica de ayer estaba ahí, al final de la callejuela de mi cuadra.

             —¿Qué haces aquí? —pregunté.             —Vine a decirte algo que tal vez ayer no hubieras podido comprender —me dijo.

                 Fue en este momento donde me explicó el por qué de mi no existencia, el porqué de mi supuesta vida eterna. Ella dijo:             –No puedes morir, porque ya paso tu muerte, ayer era el gran día y sé que tal vez me odiarás pero jamás morirás. Lo sé, esto no debió pasar en esta ni en anteriores vidas, tan sólo que hasta la muerte en su frialdad puede equivocarse.

                ¿Qué tiene de malo no morir?, me pregunté, si es que ese era el caso, tan sólo me hice la idea de ello en mi cabeza. Con el tiempo a mi favor conocería el mundo entero, de oriente a occidente; sería tantas cosas, médico, abogado, ingeniero, filósofo, poeta, deportista, aviador, etc. Así mismo, tendría lo deseado en cuento a materialidad. Sin embargo, vería morir todo lo que quisiese. 

                 Consternado por sus ideas dementes seguí de largo después de escucharla por casi diez minutos, me iba a volver loco con tantos supuestos en mi cabeza. Seguí caminando, ella atrás mío; y como es de esperar no era el único que salía a esa hora, el anciano de la casa esquinera de mi cuadra casi siempre se me cruzaba, saludándome con su voz rasposa y apretón de manos sin fuerza. Este día fue diferente, del tercer piso de la casa del anciano cayó un matero y le dio en la cabeza matándolo, ahora que lo pienso, de una forma graciosa. Sin embargo, en el momento las lágrimas se me salían, pues conocía a aquel viejito desde pequeño.

           Otra persona que veo morir, pensé en el momento, mientras la ilógica idea de no morir venía a mi cabeza.

         —Nunca he entendido por qué lloran a los ancianos —dijo ella, que se encontraba atrás mío.—¡Cállate!—le grité—, ni siquiera sé por qué llorabas ayer y aún menos por qué me persigues hoy—le dije sin voltear a ver atrás. —¿Por qué lloraba ayer? —se cuestionó—, lloraba porque no habías muerto debido a mi falta de palabra, yo tampoco muero, mi naturaleza es la causante de la mortalidad del ser humano, hago parte de cada persona hasta que muere, soy la muerte.—Ah, si?... ¿y qué tiene de malo no morir? —Le dije esperando escuchar demente respuesta.

Sin embargo, ella pensaba igual que yo. Y dijo:

           —No morir significa tener todo temporalmente, toda la sabiduría, todo lo deseado. Pero al vivir para siempre ves morir todo lo que quieres. Tú y yo somos iguales, no morimos. Yo porque así lo quiso Dios y tú por accidente mío. 

             Me devolví a casa, cansado de todo, ella atrás mío, dijo que no se iría al menos que le creyera. Le dije entonces, sarcásticamente, que tenía que dormir al lado mío en ese caso. Cuando entré a mi casa mi madre estaba tirada en el piso, estaba sin vida, ese fue el dolor más grande que he podido sentir, porque ahora, ya nada tiene vida para mí, en realidad lo único que quiero es morir. Fui ahí cuando le creí, cuando supe que no podía seguir en el mismo sitio, lo que más quería no tenía vida. Sin gestos en mi cara, le pregunté:

           —¿Por qué? ¿Por qué yo?

                Ella respondió:

           —Eres único, tu vida ha despertado en mí ese sentimiento de amor que jamás podría sentir, por eso no te deje morir, lo siento. Lo tengo todo, toda la sabiduría del mundo pero nunca había querido a alguien. Y es que un susurro mío, rozarte con mi piel, te hubiera matado. Mas sin embargo desde que naciste supe prevenir eso, jamás estuve cerca de ti, siempre vi desde lejos, leyendo en el libro del destino todo lo que hacías. 

             Cientos de años han pasado desde ese momento, intento recordar para no olvidarme de mí. Todo es tan igual ahora, he hecho todo lo que querido, viajado de oriente a occidente visitando todas las culturas; soy todo lo que desee ser, pero a la vez no soy nada; estoy cansado de vivir, de no sentir frío ni calor; de hablar con alguien que sólo veo yo, que sólo me escucha a mí; que de alguna u otra forma esta muerto en vida igual que yo.

                                                                                                                Una vida sin muerte no es vida.

Fito Páez. Fragmento del poema Por siete vidas.María Magdalena lloró a los pies de Jesús hasta quitar la sangre que había en ellos.
Hace alusión al libro que está escrito conforme a la vida existente de cada persona.

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