Nacimiento, estrella del oeste

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Noches antes del eclipse de primavera se vio una estrella en el oeste del reino Jyan, todos notaron su aparición debido a la gran luminosidad de aquel astro. Dicho suceso no podría significar otra cosa mas que el nacimiento de un gran hechicero en los pueblos del oeste. El Rey Stefan notó la presencia de este astro en el cielo y mandó a llamar al psíquico del reino, especializado en artes oscuras donadas por los dioses que se le atribuían para hacer el bien, dichos dones eran otorgados rara vez a un mortal, es por eso que sólo existían 5 en el mundo y uno estaba a los pies del Rey de Jyan.
-¡Brujo! —dijo refiriéndose al ansiando que esperaba ordenes— ¿Puedes explicar la presencia de esa estrella en el oeste?
-Expes magic formitate —le respondió el psíquico.
-¿Qué significa eso?
-Oh rey... Significa que ha nacido otro gran mago en Jyan.
-Paro la estrella nació en oeste, más allá del laberinto Rushi. Nada bueno puede nacer en ese pueblo, es un criadero de asesinos y ladrones.
-Así es rey, el elegido de los dioses nacerá en tierra maldita.
-¡Debemos traerlo! ¡Yo lo tomaré como hijo!
A la mañana siguiente un grupo de guardias reales se pusieron en marcha, la misión era encontrar al recién nacido de oeste, sin embargo lo que no sabían era que la estrella no estaba anunciando el nacimiento del hechicero, sino la concepción de éste.
Cuando los guardia llegaron, les quitaron 4 niños a sus madres sin darles ni una sola moneda de oro, Ryana se dio cuenta de lo que quería el rey quería hacer, así que escapó, huyó a unas viejas cavernas en las tierras del sur, ahí acampaban en unas pequeñas chozas unos vendedores de pieles, eran muy humildes y pobres, sin embargo no les importó la llegada de una mujer en cinta a sus casas.
-¿Quién es el padre, muchacha? —preguntó la esposa del jefe minutos antes del parto.
-No sé como explicarlo, sólo lo concebí dentro de mí, es un regalo de los dioses.
-Eres muy afortunada de ser privilegiada entre los dioses muchacha.
Entonces el parto comenzó. La esposa del jefe, una vieja arrugada y sabía lo asistió acompañada de otras tres muchachas jóvenes.
-¡Empuja muchacha! ¡Empuja!
Los gritos abundaban en esa habitación, pero no tan sólo ahí, sino también en las paredes del reino, al saber que de los cuatro niños ninguno era el elegido el Rey Stefan estalló de furia, el quería al muchacho para entrenarlo con los mejores maestros y así poder ocuparlo más tarde como máquina de guerra ante los otros reinos, pero ese no era el destino del pequeño, Dios tenía otra tarea para él, en el firmamento todos estaban alborotados por el nacimiento de un nuevo elegido, todos menos un grupo de ángeles pertenecientes al Dios Malabates, el Dios de la envidia no soportaba que se hiciera tanto alboroto por un simple mortal, así que mandó a sus ángeles para que en el momento de nacer apareciera la Parka, hijo de Malabates, el ángel de la muerte. Dios eligió a uno de sus ángeles preferidos como su guardián, Karin, portador de los ojos de vida.
Cuando el pequeño niño nació se desató se desató la maldad en el pueblo, todas las chozas, todas las pieles de animales, cada niño, niña hombre, anciano y mujer eran quemados vivos hasta fallecer de dolor. La mujer se dio cuenta del don del pequeño y mandó a una de las jovensitas que la acompañaban a esconderse junto al recién nacido, la joven escapó al bosque más cercano y allí se quedó con el niño en brazos, por su mente recorrían los recuerdos de lo recién sucedido, pareciera que aun veía como se quemaban los cuerpos de sus padres, como gritaban sus amigos, como eran abandonados por toda misericordia de Dios.
-¡Todo esto es tu culpa! —dijo refiriéndose al recién nacido— Por tu culpa murieron todos mis seres queridos, ¡eres un monstruo!
La muchacha sacó un cuchillo de entre sus ropas y acercó lentamente su mano hasta el niño. Al ver la actuación de la muchacha el pequeño le tomó suavemente uno de sus dedos y de forma inmediata se curaron todas las quemaduras en su cuerpo.
-¿Qué... Qué hiciste? —preguntó asustada— ¡Qué me has hecho maldito monstruo!
Segundos antes de clavar el cuchillo apareció en la tierra Malabates.
-¡Alto mortal! —ordenó.
-¿Quién es usted?
-Tu padre —dijo besando atrevidamente el cuello de la muchacha—. Me haz servido bien, muchacha, pero seré yo quien asesiné al bastardo —dijo asesinándola.
La parka se acercaba siguiendo el olor de su padre.
-Triniti, Dios de dioses te ha dado los ojos del ángel Karin... ¡Pues yo te daré los ojos de mi hijo! ¡Escucha bien, yo Malabates, hermano de Triniti y Leyan te otorgo los poderes de tu padre y te adopto bajo mi seno, serás llamado hijo de la envidia y el dolor, y vagarás sin rumbo por el mundo sin fallecer ni vivir, serás un alma en pena con cuerpo de humano por la eternidad! —maldijo sin retorno, entonces lo abandonó y al volver al firmamento su hermano Triniti lo desterró al abismo de la perdición a ser odiado por todas las almas del infierno por tan cobarde y malvada hazaña.

Ojos De La MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora