Roberta

24 2 0
                                    

El ardor que recorre mi garganta me alivia. No es que sea una persona que pasa día y noche embriagándose con alcohol barato, pero, en días como estos es lo único que ayuda.

El barbullo de las voces del lugar, distraen mi mente.

--Hola

Aghh, bebo lo que queda de mi tequila y rezo para que esas palabras no hayan sido para mí.

--Hola, ¿Se encuentra bien?

¡Bien! ¿En serio? Me sentía tan increíble cómo se puede sentir alguien sin haber probado bocado durante un mes. Apostaba a que el rímel había hecho ya su trabajo en mis mejillas y que mi labial estaba en todas partes menos en mis labios. ¡¡¡Lo que me faltaba, verme como una puta!!!

--Puedo pedirle un taxi.

Gruño y pienso en ignorarlo. Siempre lo hago, siempre me funciona.

Me acuesto sobre la madera fría de la barra, lista para tomar una siestecita.

El sujeto se ríe. Se ríe con tantas ganas, que el sonido se filtra por mis oídos y me hace odiarlo.

--¿Piensas quedarte toda la noche y seguir molestándome?, le digo con sorna, aún acostada sobre la barra.

--¿Y qué si eso hiciera?

Su descaro me hierve la sangre.

--Vete al diablo, le digo.

El tipo vuelve a reírse y no lo soporto más. Me levanto de espaldas a él, dispuesta a buscar un lugar donde descansar mi cuerpo vacío.

Una mano, me detiene.

Una corriente que se siente como de mil watts justo en mi brazo, me hace estremecerme, quedarme.

¿Quién eres?

Me volteo y lo enfrento.

Y cuando pensé que ya estaba más seca que el desierto del Saraha, lagrimas calientes empiezan a descender por mis mejillas.

Se parece tanto a él.


NuncaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora