Alice era una niña muy carismática a la que todos querían, era hija de los duques de Widgets; una familia muy prestigiosa por aquellos tiempos.
Alice siempre era ignorada por sus padres, a ellos les importaban más las apariencias hacia la sociedad que su propia hija.
La niña con sus mechones de oro negro cayendo hasta la cintura, sus labios gruesos y de un color rosa puro y suave, sus pestañas eran largas y gruesas, a estas les acompañaban unos ojos enormes color purpura, que eran su mayor encanto. La piel de Alice era tan pálida como el color de la nieve, parecía como una muñeca de porcelana; frágil y delicada, que en cualquier momento podría romperse.
Al cumplir los cinco años, algunos sucesos raros comenzaron a ocurrirle a la pequeña. Ella era tan inocente, pero a la vez esa inocencia se convertía en maldad. Sus padres para evitar que causara más problemas la encerraron en su habitación.
La pequeña Alice solía decir que tenía una amiga con la que platicaba día a día o a veces hasta por la noche; ella la llamaba "Mi Otra Yo".
Por las noches se escuchaba cantar a la niña una canción que dejaba una sensación que helaba la piel y el alma de las personas que la escuchasen. Mucho antes del encierro de Alice, su madre le había preguntado:
- Mi niña ¿Quién te enseño esa canción tan linda que estas cantando? – Alice cantaba la canción una y otra vez, parecía no escuchar a su madre. La señora Widgets, era una persona dulce y cálida, pero estaba bastante influenciada por el señor Widgets; que era un hombre frío y calculador. Era por eso que Alice era abandonada por ambos.
- Me la enseño mi otro yo – La madre hizo una expresión de intriga en su rostro, pero creyó que sólo eran cosas de niños y lo dejo pasar.
En ese tiempo la canción era linda, pero al pasar los días cada vez se tornaba aún más macabra, llena de misterio y de terror.
Una noche, Alice logro salir de su habitación como por arte de magia y comenzó a cantar la canción mientras caminaba por los pasillos del segundo piso, donde se encontraba su habitación.
Su madre salió preocupada al hallar a su hija en medio del pasillo con su mirada perdida, la niña estaba en trance.
- ¡Alice! – comenzó a llamarla. - ¿Qué te pasa Alice? – La señora Widgets le hablaba con lágrimas en los ojos mientras la abrazaba fuertemente contra su pecho, soportando el dolor y agonía al ver a su hija en ese estado. – Dime Alice ¿Por qué cantas esa canción cariño? – Le preguntó la madre.
-Porque la hace sentir feliz – Alice había salido del trance y miraba a su madre con una expresión de dolor y cansancio en su rostro. – Alice me dijo que se sentía muy triste dentro del espejo, porque estaba sola. Madre, yo le pregunte que podría hacer para que ya no llorara...ella me dijo que había una canción que le traía felicidad; me la enseño y ahora la canto para ella.
La madre estaba atemorizada por la respuesta de Alice. Su hija cada vez estaba peor, había veces en que rompía cosas sin motivo alguno, y otras donde hería a las personas de servicio.
La señora Widgets mando quitar el espejo del cuarto de Alice, ya que la niña había dicho que su amiga estaba dentro de él. También lo mando esconder en el sótano y poner cadenas a la puerta para que nadie pudiera abrirla.
Esa misma noche, Alice se encontraba en el sótano; sentada en el suelo frente al espejo mientras cantaba la canción. El reflejo de este no era exactamente el de Alice, sino el de su otra yo.
Cuando llego su madre hasta donde la niña estaba, tocó su hombro suavemente provocando así que Alice se girara en un rápido movimiento. Cuando vio a su madre dijo: