9. ¿Quiere té? |3/3

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I solemly swear I'm up to no good ☆

El chico no sabía qué hora era, ni quería saberlo. Pero supuso que ya era tarde, pues sus amigos ya estaban despiertos y arreglados. Escuchó un sonido de caída: alguien estaba usando el tobogán.

—¡Hola; buenas!—saludó una voz que despertó por completo a Daniel. El pelinegro gruñó y se sentó en el el colchón, tratando de levantarse.

—Buenos días—dijo Daniel todavía medio dormido, y Emma, Fred y James voltearon a verlo.

—¡Al fin despiertas!—exclamó Fred.

—Sí. Ya casi es la una—agregó la pelirroja con el entrecejo hundido.

—¿Y si tanto les molesta por qué no me despertaron?—les preguntó un poco molesto, mientras se levantaba.

—¡Lo intentamos! Pero duermes como Emma y a ti ni Harry Potter puede despertarte—Daniel rodó los ojos. Se sentía muy cansado y un poco malhumorado. Se acercó a la máquina expendedora y se dio cuenta de que no tenía dinero para comprar algo.

—¿Cómo se supone que compre en esta máquina?—James frunció los labios en una linea recta mientras rodaba los ojos, y caminó hacia la máquina. Del lado derecho zafó una tapa, de la que sacó un puñado de monedas diferentes. Luego volvió a poner una tapa y se acercó a Daniel.

—Esta—del montoncito cogió una moneda dorada muy brillante—, se llama Wolsey y es la de mayor valor. Esta otra—le mostró una moneda hexagonal de plata—se llama Kalzuss, y cinco de estas equivalen a un Wolsey. Y por último, esta—le enseñó la moneda de bronce con ondulaciones; la que tenía el '$1' inscrito—es un Ixion, y cinco de estas equivalen a un Kalzuss. Así de fácil—luego le dio el puñado de monedas a Daniel para que dejara de ser tan quejumbroso y comprara algo de comer.

El chico insertó tres Ixions para comprar un jugo embotellado, y luego un Kalzuss para comprar un sándwich. Se sentó en el sofá y empezó a desayunar.

—James, te puedo hacer una pregunta: ¿dónde está el baño?—le preguntó Fred un poco avergonzado.

El mencionado se acercó al sofá, y de la parte de atrás del respaldo, jaló una pequeña palanca negra de metal. Al instante una puerta apareció de la nada al lado izquierdo de la máquina expendedora.

—Muchas gracias—le dijo Fred, quién enseguida entró por la puerta.

—Bueno, vine hasta aquí para decirles que tenemos que ir a la casa de Luke. Necesitamos preguntarle todo lo que sea posible a esa anciana—Daniel y Emma asintieron serios. Conseguirían esa información sí o sí—. Ok. Entonces los esperaré afuera. ¡Ah, sí! Por cierto, Alexandra y Mia ya están allá.

—Está bien—accedieron los otros dos en unísono y luego el chico salió de la guarida.

—Solo faltas tú por bañarte y cambiarte.

—No lo sé... ¡Quizás es porque me acabo de despertar!—le espetó en tono cortante.

—Daniel, ¿qué te sucede?—le preguntó Emma extrañada. Daniel casi nunca tenía ese carácter, y menos sin motivo alguno.

—No es nada—le respondió fríamente. No se sentía de buen humor, y lo peor de todo eso era que ni él mismo sabía por qué estaba así. No quería hacer sentir mal a Emma y mucho menos por algo que ella no había cometido, pero no podía controlarse. Simplemente no podía retener ese sentimiento.

—Daniel. Soy tu amiga. Puedes confiar en mí—le dijo la chica con amabilidad.

—¡No me pasa nada, Emma! ¡Por qué no mejor te largas y me dejas solo!—explotó el pelinegro, hiriendo a su amiga. Ella solo quería ayudarle y recibía eso a cambio.

El sofá, o algo más...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora