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-O un manual de lo prohibido-musité.
-Eso suena interesante-rió.
El timbre apagó la risa de las dos, eran las seis con quince minutos apenas, ¿quién sería? Ambas nos miramos extrañadas.
-¿Esperas a alguien?-me preguntó Ferni.
-No que yo sepa-negué con la cabeza y luego salí de mi habitación para abrir la puerta.
Ferni fue detrás de mí y cuando abrí la armazón de madera me llevé una gran sorpresa al ver a Harry allí. Los ojos casi se me salían de las órbitas.
-¿Styles?-articulé, claramente sorprendida.
-Ay, yo pensé que ya habíamos dejado las formalidades-bromeó y luego miró por encima de mi hombro a Ferni, quien lo miraba embobada.
Se pasó sin que le dijera que lo hiciera y le sonrió a Ferni.
-Hola-le dijo-. Soy Harry-le extendió la mano.
-El novio de Sharon-dije, cerrando la puerta de mala gana. ¿Por qué nunca dejaba bien claro quién era?
-Hola-musitó Ferni, tendiéndole la mano también-, Fernanda.
-No, yo soy Harry-dijo éste.
Ferni rió.
-No, no, digo que yo soy Fernanda, pero dime Ferni.
-¡Oh! ¡Ferni, claro! He oído hablar tanto de ti-dijo-. Me da mucho gusto conocerte al fin.
Me aclaré la garganta, haciéndome notar.
-Ferni, amm... el manual en mi habitación, amm... podrías guardarlo, ¿por favor?-farfullé, recordando que habíamos dejado las fotografías al descubierto y regadas en la cama.
-Claro-captó rápidamente el hilo de mis palabras y salió disparada a mi habitación.
Miré a Harry, aunque no quería admitir que estaba encantada de que estuviera allí traté de permanecer seria.
-¿No es muy temprano para que vengas?-traté de sonar lo más normal posible, pero el pánico no se podía ocultar muy bien detrás de mi voz.
-Sí, pero ya que mañana será la fiesta del señor Vittore, quiero saber qué vamos a hacer mañana o a qué hora nos iremos-su mirada gacha bailó fugaz.
-Pero...
-¡Listo!-Ferni me interrumpió, saliendo de mi habitación con su sonrisa brillante en el bello rostro.
En ese momento agradecí al cielo de que ella se encontrara allí; así al menos no me vería tan obvia, no sería tan torpe al hablar con él. Y mi razón mantendría calmado a mi corazón.
Ferni y Harry conectaron enseguida, ambos eran muy sociables y la plática entre ellos fluyó de manera rápida, aquello me alegró.
Cuando Sharon llegó junto con Louis sonreí de manera significativa, aunque me doliera en lo más profundo de mi alma ver juntos a Harry y a Sharon sabía que aquello me servía para ponerle un freno a mis absurdos sentimientos.
Luego de que Louis y Ferni se fueran, me encerré en mi habitación como de costumbre, pero no pasó mucho tiempo cuando oí que llamaban a mi puerta, el murmullo de voces había desparecido del exterior y sólo los golpeteos en la puerta, algo apagados, se oían en aquel silencio sepulcral.
Salté de la cama y abrí la puerta, la cara de Sharon no era la misma, estaba bastante triste, podía notarlo.
-Shar, ¿qué pasa?-pregunté, preocupada.
-Necesito hablar contigo-me dijo y se sentó en mi cama.
No sólo su rostro estaba triste, su voz parecía haber dejado la alegría también.
-¿Sobre qué?-inquirí, ahora nerviosa, ¿sospecharía acaso que yo estaba enamorada de su novio?
Me quedé de pie, mordiéndome el labio inferior y esperé a que hablara.
-Es Harry-musitó.
El corazón se me paró por un segundo.
-¿Qué... qué pasa... con Harry?-farfullé, torpe.
-Ya no es el mismo de antes-bajó su cabeza y las hebras de cabello se amoldaron a la posición, cayendo finas en dirección al suelo.
-¿Qué quieres decir?-me senté a su lado.
-Casi no está conmigo, ya no me llama todos los días y cuando vengo del trabajo, se va rápidamente. Lo notó distraído cada vez que hablamos, como si su mente estuviera en otro lugar-confesó.
Abrí los ojos de par en par, aquello sí que no lo esperaba. Es decir, desde que conocí a Harry como la pareja de Sharon, se veía claro que la quería muchísimo, estaba siempre al pendiente de ella y yo era a veces testigo de sus demostraciones de amor. Pero junto al desconcierto, la culpa comenzó a aflorar.
-Hablé con Louis sobre esto-continuó, ahora mirándome, sus grandes y oscuros ojos no tenían mucha luz.
-¿Con Louis?-casi no podía creerlo.
-Sí, es su hermano, digo, ¿quién podría conocerlo mejor? Pero sólo me dijo que Harry es así de raro, que me quería y que dejara de preocuparme.
-Eso es cierto, Shar. Mira, Harry y tú son la pareja perfecta-dije, aunque me costara aceptarlo-, Harry te quiere, créeme. Eso se nota-pasé mi brazo por su hombro.
-No tanto-resopló.
¿Qué podía decirle? Yo me sentía culpable, no es que tuviera el ego muy grande ni nada de eso, pero sabía a lo mejor el por qué del comportamiento de Harry.
-Mira, tranquila, ¿sí?-la animé- Mañana iremos a la fiesta esa de tu jefe, relájate, trata de no pensar en eso. Verás que tarde o temprano, Harry volverá a ser el mismo-dije, mientras en mi cabeza ya pensaba en la fecha en la que partiría.
Esa noche, traté de dormir, pero lo cierto es que no pude pegar los párpados durante un par de horas. Sharon ya había comenzado a notar que Harry estaba extraño, por supuesto, ella no era para nada tonta y tarde o temprano se daría cuenta de la razón de su comportamiento. Tenía que irme, tenía que irme pronto. Antes de que esto se complicara más, me iría y dejaría que Harry y Sharon volvieran a sus vidas antes de que yo llegara a Venecia. Por mi parte, yo intentaría olvidarme de él, seguiría mi vida como había sido antes, llamaría a Sharon todos los días y si acaso, sólo pediría que saludara a Harry de parte mía.
Huir era lo mejor. Lo mejor hasta ahora.
No sé porqué me encontraba nerviosa desde que desperté, Sharon estaba muy entusiasmada con la fiesta, pero detrás de su entusiasmo seguía habiendo aquella preocupación que me había dejado ver anoche.
-¡Te espero abajo junto con Harry!-me gritó Sharon desde el exterior de mi habitación y luego se paró en mi puerta-. No tardes-me sonrió.
Lucía hermosa con ese vestido púrpura que había comprado para esta ocasión especial. Aquel hermoso satín se le entallaba a su esbelto cuerpo con precisión en el pecho, y caía hermoso tapando sus largas piernas. Llevaba su cabello liso, más de lo que ya lo tenía y suelto cayendo libremente por sus hombros desnudos.
-Ya voy-musité-. Sólo me pongo el vestido.
Me sonrió y oí cuando salió del apartamento.
Suspiré, combinando mi dióxido de carbono con el oxígeno de mí alrededor. Tomé el vestido que Harry me había elegido y me lo puse, intentando no despeinar mi cabello, que lucía rizos anchos que caían como caireles hasta mi espalda.
Traté de subir el cierre del vestido que se ataba atrás de mí, pero me costaba un poco de trabajo poder alcanzarlo.
-Demonios-farfullé.
Salí de mi habitación, Sharon había apagado las luces del departamento y sólo era iluminado por el atardecer del exterior que se filtraba por la ventana y la luz amarillenta que salía de mi cuarto entre abierto. Intenté subir el cierre de nuevo, pero fracasé en la maniobra.
De pronto, la puerta se abrió, Sharon podría llegar a ser muy desesperada.
-¿Tienes problemas?-pero esa no era la voz de Sharon.
Me quedé inmóvil al reconocer a Harry, luego me giré avergonzada. Aun en la oscuridad, podía verle. Llevaba puesto un esmoquin negro, ajustado a su perfecto cuerpo; su camisa blanca era del mismo color que el moño. Su figura me quitó el aliento.
-Emm... no puedo subirlo-musité, atolondrada-. ¿Podrías...?-manoteé en la oscuridad, señalando el cierre de mi espalda.
-Claro-se acercó hasta mí, su perfume bailoteó por mi nariz.
Me giré y le di la espalda para que pudiera subir el cierre y recogí con una mano mi cabello, haciéndolo a un lado.
Sentí sus manos en mi espalda, tratando de subir el cierre; el tacto hizo que la piel de todo el cuerpo se me erizara. El sonido de la cremallera encajando lentamente quebrantó el silencio, no se oía nada, excepto nuestras respiraciones y los sonidos apenas audibles provenientes del exterior. El cierre encajó por completo, pero no me moví. Él aun sujetaba con sus manos mi espalda.
Y de pronto, sentí cómo acurrucó su nariz entre mis desatados cabello y cómo su respiración los traspasaba golpeando con delicadeza mi cuello. El corazón se me aceleró, tanto que me pregunté si él podía oírlo.
-Harry...-murmuré, ¿qué estaba haciendo?
Pero el silencio persistió y su respiración acariciaba la piel de mi cuello con más intensidad, haciendo que el estómago se me encogiera, que la piel se me erizara y que toda cordura huyera.
-¿Chicos por qué tardan tanto?-la voz de Sharon me hizo pegar un brinco.

Manual De Lo ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora