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Eran las 3 de la mañana cuando un ruido en mi ventana me despertó. Arrugo la nariz y alejo las cobijas que cubren mi cuerpo. Cuando enfoco bien mi vista a mi pequeño cuarto, suspiro y camino hacia la ventana. Retiro las cortinas y encuentro a Naoki mi gato negro. Levanto el seguro de la ventana y la deslizo un poco para que Naoki pueda entrar.

Cuando entra por completo, me observa con sus intensos ojos azules y suelta un maullido.

-¿Qué horas son estas de llegar?

Naoki mueve un poco su cabeza y comienza a peinarse. Que gato más irresponsable. Pongo los ojos en blanco y vuelvo a mi cama.

¿Qué pasara en la vida de un gato? ¿De qué se preocuparan ellos? Esas preguntas viajan por mi mente mientras trato de emanar calor para calentarme.

-Primero debes preguntarme si tengo hambre...

Mis sentidos se agudizan y me quedo paralitico. ¿Eso...fue...?

-Humano, estoy hablándote, es de mala educación quedarte callado.

Parpadeo una vez y esto no es posible, un gato hablando, de seguro que estoy en un sueño y uno muy feo. Trato de tranquilizarme y cierro lentamente mis ojos. Si creo que todo es un sueño dentro de otro. Cuando yo abra los ojos estaré a salvo. ¿A salvo de qué? ¿La realidad?

Pero me es imposible volver a dormir, sobre la cobija siento caminar a Naoki. Sus pequeñas patas las siento por mis piernas y después por mi cadera hasta llegar a mi pecho. Lo más probable es que se haga bolita y se duerma.

-Talvez eres como yo, no me gusta que me digan gato, entonces a ti no te gusta que te digan humano entonces probare con tu nombre...Jonathan

Bien eso ya supero mi nivel de calma. Abro los ojos y salgo de mi cama para correr hasta el interruptor de la luz. Cuando se hace la luz, mis ojos buscan con desesperación a Naoki. Pero no se ve por ninguna parte. De alguna manera eso me tranquiliza y siento como mis latidos vuelven a su ritmo regular poco a poco.

Cuando estaba a punto de relajar mis hombros, observo como algo se mueve debajo de las mantas en las que estaba. Volteo hacia los lados y no tengo nada para poder protegerme. ¿Protegerme de un gato? Que estúpido suena eso. Elimino esos pensamientos y con una mano temblorosa alejo las mantas lentamente. Revelando de esta forma a Naoki.

-Gracias Jonathan.

Todo se vuelve a paralizar en mí, esta vez observo como de su pequeña boca salen palabras y sonidos. Haciendo que retroceda unos pasos hasta llegar a la puerta de mi habitación.

-Tu...tu... ¿cómo lo haces? ¿Me quieres comer? ¿Eres un alíen? ¡Respóndeme gato!

No sabía si llamarlo por el nombre que le di, pero eso lo hace personal porque tengo un vínculo con el nombre Naoki y el gato, así que decidí llamarlo por la naturaleza que es.

El inclina la cabeza hacia a un lado haciéndose ver tierno y adorable, pero su color negro hace que se vea siniestro. Paso un poco de saliva a mi garganta que se encuentra seca.

-Volvemos a las formalidades, te dije que no me gusta el nombre de gato, me llamo Naoki, bueno tú me diste ese nombre y yo lo hice propio de mí- Lo veo y sigo sin creerlo, ¿Cómo es posible que pueda hablar? Con una de mis manos alcanzo por detrás el pomo de la puerta. Siento que en cualquier momento saldré corriendo- No como humanos, prefiero cosas más deliciosas como un buen pedazo de filete o pescado, eso ya lo sabes Jonathan, y no soy un alíen, soy un gato, mi naturaleza reside dentro de este cuerpo felino, pero eso no me limita a poder tener pensamientos y poder expresarlos.

-¿Desde cuándo sabes hablar?

-Desde siempre. Todos nos comunicamos Jonathan, todo lo que vive puede comunicarse. Solo que los humanos no lo notan por tener en mente otras cosas.

-¿Otras cosas?

-Sí, cosas que ni siquiera yo puedo entender. Pero volviendo a mi petición. Tengo hambre Jonathan.

-¿Por qué no vas y lo haces tú solo?

Naoki se estira y muestra sus pequeñas garras.

-Creo que si eres un poco observador, te darás cuenta que soy un felino. No poseo manos ni piernas como las tuyas para abrir un refrigerador.

Una pequeña sonrisa de medio lado se instala en mi cara. Que irónico, un gato que habla pero no sabe ir por su comida. Necesito liberar la tensión que se crea en mi mente al saber todo esto. Y no puedo llorar porque eso sería algo muy patético, así que elijo reírme.

Primero comienza con una pequeña risita y poco a poco aumente a ser una gran risotada haciendo que caiga al suelo y sostenga mi estómago del dolor que me causa la misma. Y me da mucha más risa ver a mi gato en pose de esfinge observándome con una fulminante mirada. Logrando que unas cuantas lágrimas salgan de mis ojos.

-¿Terminaste? ¿Me darás de comer ahora?

El Gato FilósofoWhere stories live. Discover now