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Rubén se despertó en su cama de hospital como todos los días, la enfermera le renovaba su dósis de suero mientras él intentaba incorporarse en el colchón débilmente, la muchacha lo ayudó a poner la bandeja con el desayuno sobre sus piernas y salió de la habitación en silencio. Él, aburrido y cansado de la misma rutina, comió desganado las raciones de cereal y lácteos correspondientes a un paciente con cáncer terminal con el fin de mantener su cuerpo en funcionamiento dentro de sus posibilidades. 

Rubén terminó de comer y no sabía que hacer, la vida en un hospital no es para nada divertida, así que como todos los días simplemente volvió a recostarse mientras descansaba su cuerpo y no hacia ningún esfuerzo. Su enfermedad lo dejaba agotado. 

El doctor llegó unas horas más tarde para hacer la misma rutina aburrida de siempre, como si surgiera efecto; le preguntaba cómo estaba él, si necesitaba ayuda con algo, etcétera. A Rubén le parecía ridículo que la persona que más se preocupaba por él sólo lo hacía porque era su trabajo.

–Me siento como siempre–. Siempre era la misma respuesta, pero era honesta, su tumor no empeoraba ni mejoraba, no iba a morir pero tampoco viviría a pleno. Estaba en esa línea del medio en la que mueres pero tu corazón sigue latiendo, en la que existes pero no vives.

–Es lo normal, los síntomas siguen, pero podría ser peor, eres un fuerte muchacho– sonrió pero Rubén no le creyó sus cumplidos, posiblemente se lo dicen a todos los pacientes para darles ánimos. Como si tener ánimos hiciera desaparecer la enfermedad. Se necesita más que eso.

–Lo sé, me lo repiten siempre–y era mentira. Rubén no era fuerte. Las dietas alimenticias no funcionaban y él estaba cada vez más débil, su voz sonaba sin vida y se le notaban los huesos de todo el cuerpo. El beanie que siempre usaba ocultaba su calvicie total, se sentía una mierda. Pero no, qué va, seguro se siente de puta madre ahora que le hicieron un cumplido tonto y obviamente falso.

–Ya me voy, cualquier cosa que necesites díselo a una enfermera, ya lo sabes– sí lo sabe, hace años está ahí dentro. El doctor se despidió con una sonrisa extremadamente grande como para ser natural y salió por la puerta.

Rubén se acomodó nuevamente en la cama y esperó a quedarse dormido. No era lo más divertido, pero era lo único que podía ser estando encerrado y conectado a máquinas en una habitación de hospital. 

Lamentablemente Rubén no es de sueño pesado y luego de unos minutos despertó por el ruido de cosas siendo movidas. Se incorporó por tercera vez en el día y miró a la enfermera acomodar la cama de al lado y ponerle sábanas y almohadas al colchón que estuvo desnudo por años, ya que Rubén nunca tuvo un compañero de habitación.

«¿Compañero de habitación?» abrió los ojos dándose cuenta de lo que eso significaba. Quiso preguntarle a la enfermera qué sucedía pero ella ya se había marchado. Rubén miró a su mesita de luz al lado de su cama y vio una flor que dejó la enfermera, posiblemente mientras él dormía.

«Te mandan rosas cuando creen que necesitas sonreír.» pensó. Irónico. Rubén no sonreía, pero tampoco lo necesitaba.

La habitación quedó unos minutos en silencio.

La puerta se abrió y tras ella pasó la enfermera, llevando en silla de ruedas a un chico de quizá igual edad que Rubén, solo que un poco menos demacrado y aún con pelo, conectado a un suero que colgaba del palo de la silla. Nadie dijo nada. La enfermera ayudó al chico a acostarse en la cama previamente preparada y cerró la cortina que había entre los dos pacientes. Le dijo algo al nuevo joven que Rubén no alcanzó a oír y luego se acercó a éste último.

–Rubén, él es tu nuevo compañero de habitación, se llama Miguel, tiene un tumor en la tibia y está en etapa III, cuida tus palabras y trata de ser amistoso–lo dijo más como una súplica que como una orden. No esperó a que responda y abrió la cortina para luego salir de la habitación.

Se acomodó por cuarta vez en el día y se dispuso a dormir de nuevo para evitar hablar con el chico nuevo. No iba a romper ahora su muro por un niño. Él no era malo, simplemente no quería fingir ser bueno.

Escuchó a su compañero nuevo decir «¿Estás despierto?» con un acento un poco particular. No respondió queriendo darle a entender que no lo estaba, aunque no estaba muy alejado de la realidad, ya que en pocos minutos se quedó dormido.

Ahora no hablaría con él. Quizá mañana, o pasado, o algún día si es que llega vivo, pero hoy no.

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Cancer etapa III: tercera etapa del tumor en la que el mismo está avanzado y ataca órganos vecinos.

Holaa, este es el primer capítulo de la fic, voy a estar diciendo varios términos cientificos y esas cosas para que entiendan más de qué va la historia, si no entienden algo o si tienen dudas sobre otra cosa pueden preguntarlo. Aunque no lo voy a poner en esta nota de autora, voy a incluirlo en próximos capítulos de la historia. Espero que les guste, gracias por leer! 

Filofobia - Rubelangel AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora