-Prólogo #1 (sueños de un mago)

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Aquella tarde no parecía distinta a otras tardes aletargadas bajo el murmullo de las voces anónimas y soterradas que inundaban la taberna cuyo nombre Rosa de los Vientos auguraba rumbos abiertos a la aventura de lo imposible. De pronto, una melodía sutil acarició mis oídos provocando el recuerdo de historias pasadas y vividas en tiempos clandestinos cubiertos por el emocionante riesgo de quienes se saben vulnerables tan solo por lo intangible. Eran los días corsarios en los que Transitábamos por el mar de la arena triste al socaire detonadas filibusteras teñidas por el amor a lo prohibido. Fue entonces cuando le conocí, poco importan las especiales circunstancias en las que se produjo nuestro encuentro, pero de inmediato supe que seríamos camaradas unidos por pasiones comunes, pues en verdad, él era el hombre al que gustaba inventar sus propios sueños sin lamentos ni tabúes que impidieran hacer de su cuerpo delito. Parecía mi amigo envuelto por la tristeza de un amor perdido en la niebla de la indecisión y puedo sostener que acaso se me antojó en él una dualidad invisible en ojos extraños, pero cercana en aquellos que le intentábamos conocer un poco más. Sin duda, yo no podía ayudarle a elegir el beso o camino apropiándose en su transitar hacia una sierra frondosa en la que solo parecían llover penas. Pero, no obstante, si que acerté a sugerirle que sin él lo dejado atrás se convertiría en silencio. Por eso escribo estas líneas, para dedicarle a mi amigo, a mi querido amigo, que hoy vuelva a ser él mismo, que no dude, que no se deje doblegar por el cansancio, por lo absurdo, por lo banal y que no espere en soledad las glorias que para él reserva el príncipe de la dulce pena, un noble cuya melancolía derrama generosidad abundante para aquellos que saben interpretar el alma de las cosas. Precisamente, almas y sentimientos francos son los que colecciona mi leal camarada, aquel que siempre supo discernir luz de oscuridad mientras entregaba un beso prometido a la dama de sus sueños a la vez que contemplaba la estrella fugaz que posiblemente portaba el espíritu inquebrantable de los que comprenden la única verdad de lo relevante. Alzo mi cerveza para brindar por él y saboreó con paladar acostumbrado a lo exquisito la música emanada desde aquel piano afinado por un oso que impide mi olvido más propio de un jazz cuajado de incomprensibles equívocos, aunque aplaudidos por mentes arrojadas de estúpida prepotencia. Quiero que ese olvido no me duela, mientras desafío a la puta muerte segadora de tanto talento. Todavía me imagino a mi compañero llorando por aquella mujer de ingle inquieta mientras preguntaba a la luna el porqué de tanto llanto con un talón firmado por la parca sin posibilidad de ser cobrado. Para ella, Catherine

Iluminó el firmamento. Apiádate de mí, dijo mi aliado en el intento de seguirá abriendome su corazón con narraciones extraordinarias propias del abrumador Poe. Me miras, dije yo, y me confías tus secretos en forma de canciones y poemas. Desnúdese pues la vida y decoremos nuestros sueños, aunque tengamos que vender una y mil patrias si es preciso. Elaboremos arpegios que luego se romperán y demos los buenos días a nuestros amores más sinceros,pues cuando llegue nuestra hora las canciones canallas nos pasarán factura por tanto sortilegio invocado ante las llamas de la exploración más ignota. Recuerda Alexader, que de tu boca aprendí palabras que me enseñaron que vivir no es solo respirar y que apechugar es en ocasiones un signo de responsabilidad ante lo adverso. Si bien, nuestro transito por el corredor de las lágrimas de sentido al manantial de agua pura caída de un cielo líquido en el que los rebeldes paguen por cabezas de musas anhelantes de inspiración para sus protegidos. Solo meresta terminar esta carta dedicada a un proscrito que puso su espada y su pluma al servicio de causas justas y honorables, provocando la felicidad de todos aquellos que quisieron conocer la profundidad de su ser, la limpieza de su mirada y la verdad de su mensaje. A cambio él ambicionó una sonrisa en ocasiones, eso sí, esquiva, pero en las más, cómplice y rotunda. Querido amigo Txus, hasta que te encuentres, quiero que sepas que la vida te espera y que jamás formaré parte de tu olvido, pues instalado estás en mi corazón y en mi memoria, así como en el de miles de aventureros como nosotros que desean luchar por los ideales en los que siempre creímos bajo la bandera de un Mägo al que solo se puede acceder por un camino de baldosas amarillas que tú empezaste a construir hace ya muchos años. Acuerdate de los buenos y malos tiempos de aquella canción que juntos cantamos y que ahora en esta taberna he vuelta a escuchar con lágrimas en los ojos recordando:

Si siembras una ilusión Y la riegas con tu amor Y el agua de la constancia Brotará en ti una flor Y su aroma y su calor Te arroparan cuando algo vaya mal...

El Príncipe De La Dulce PenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora