Sara

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Sara, querida Sara.
Hace mucho que canto,
tu triste tonada.

Tu eras música, pequeña Sara.
Eras el llanto de un triste violín
en la madrugada.
Las estrellas se bañaban
en tus cantos,
mientras danzabas despiadada
en ese lugar putrefacto.

No había más que
lujuria y deseo plasmados en ti,
una joven alma buscando huir.

Sara no seguíste las advertencias,
que tu madre te dio,
aunque no está mal decir
que ella te abandono.

Sara, aún desconozco
los motivos de tal decisión.
Un jueves a las dos de la mañana, termino tu dolor.

Y Sara yo estuve ahí,
esperando pacientemente
para conducirte al descanso eterno.

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