Capitulo segundo: Un vendaval misterioso

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Los niños tenían la misma edad, más o menos, pero Jannyck y Luna eran un poco más pequeños.

Mientras los pequeños jugaban, Treya y Uriel hablaban sobre los susurros del viento...

-O sea, ¿que quieres decir que ha vuelto a venir?- Decía Uriel preocupado.

-Me temo que sí, creo que esta aquí de nuevo...-Treya agachó la cabeza y musitó algo en lengua élfica. Uriel la miró preocupado mientras la consolaba hablándola con palabras élficas.

De repente un ruido hizo que todos levantaran la cabeza.

-¡Hola!- gritó algo que iba dando volteretas entre las flores y las altas hierbas.

Tan rápido como apareció, desapareció, y los niños corrieron a ver que era lo que daba vueltas por las hierbas del campo.

-¿Vanilla?- exclamaron a la vez los cuatro niños que venían corriendo, cuando vieron a una niña de cabellos enmarañados y pelirrojos levantarse del suelo.

Vanilla iba a su misma escuela, de entrenamiento y diaria. Vanilla tenía ojos verdes como la hierba fresca del jardín de la abuela Sari, y papos sonrojados como la fresa con nata de Eider, una larga melena pelirroja y desordenada, con hojitas por todos los lados. En su cara habitaban un montón de pequitas marrones que pasaban por encima de su nariz respingona como si fuera un pequeño puente.

La niña se levantó de un salto y se sacudió su precioso vestido verde y rosa. Saludó a todos y se puso a hablar con los niños. Jannyck y Luna, viendo que no pintaban nada allí, se fueron a buscar a Maia, la gata de la vecina.

Mientras andaban hacia la casa, Uriel y Treya le explicaron todo a Vanilla. Las dos hermanas despidieron a sus amigos en la puerta de su casa, y cuando ya estuvieron lejos, entraron en el enorme Nathios que les daba hogar.

Su madre ya estaba haciendo la cena cuando Treya se puso a leer una enciclopedia.

Alguien llamó a la puerta y Luna corrió a abrir, y se oyó:

-¡¡PAPÁAA!!-

A la mañana siguiente, Treya sintió un roce en la cara.

Era el de nuevo.

El viento.

Se desperezo y subió a la ventana. Allí el viento la esperaba, y como el día anterior, susurro cosas importantes. Noticias nuevas y Treya escucho con atención, buscando las palabras para contestarle. Escucho un ruido en la escalera, siseó y se metió en la cama tapándose con la manta.

-Treya...vamos, despierta.- susurraba su madre suavemente.

Treya se desperezó. Se levantó y cuando su madre estuvo abajo, empezó a buscar en su armario.

-Ropa, ropa, ropa... ¡Ajá! Aquí estas, ¡maldito uniforme!- mascullaba Treya mientras se ponía el uniforme. Luna entró en su habitación con el pijama y el pelo revuelto.

-Pero, Treya, ¿qué haces?- bostezaba Luna.

Lu!, tenemos entrenamiento.-la regañaba Treya, que en ese momento se quitaba al gato de los pies mientras caminaba con un peine hacía el espejo. Luna abrió mucho los ojos y corrió a su habitación.

Minutos después, Luna fue hacia el lavabo. Cogió el cepillo y se peinó, mientras que su hermana ya acababa de lavarse los dientes. Treya se puso los pantalones de montar e hizo con su pelo una larga trenza de costado. Cogió su fusta y largó escalera abajo. Corrió hacia su mochila y guardó su fusta y su casco. La cargó a la espalda, dio un beso a su madre y cogió su arco y sus flechas.

Luna, que iba detrás suyo, hizo lo mismo, corrieron hacia el autobús que las esperaba impaciente.

-Lo sentimos Zigor.- dijeron las niñas con la cabeza gacha. Zigor era el conductor del autobús. Era muy gruñón, pero era un buen hombre. Zigor tenía la espalda algo curvada y la cara un poco deformada. Sus mofletes estaban para dentro, como si fuera muy flaco, aunque era rechoncho. Tenía los dientes delanteros salidos para fuera y la boca para un lado. Daba algo de miedo, pero era amable y agradable. Las hermanas subieron y se sentaron en el 5º asiento, donde esperaban Uriel y Jannyck. Depositaron sus mochilas en un asiento cercano y empezaron a conversar con los niños.

Cuando llegaron a la pista de entrenamiento las niñas y sus compañeros bajaron del autobús y caminaron hacia los establos. Cada uno cogió su caballo y su equipo y los prepararon.

Luna y Treya salieron montadas en Kili y Abril, sus caballos. Después de su clase de equitación, tocó la de tiro con arco.

Treya estaba tirando flechas a su diana, cuando de repente, un extraño vendaval se levantó a su alrededor. Treya tiró su arco y empezó a gritar pidiendo ayuda, pero nadie parecía oírla, hasta que en un momento dado, cuando se empezaba a despegar del suelo, un profesor se dio cuenta de ello, y corrió a ayudarla. Treya se agarraba a la manga de su profesor, que gritaba desesperado.

Treya palideció cuando se dio cuenta de que se estaba soltando de la manga de su profesor y el viento se elevaba cada vez más. Cuando la manga del profesor no aguantó más, Treya salió volando de allí, con la chaqueta de su profesor. Los demás, ya enterados de la situación, vieron como Treya se alejaba cada vez más, envuelta en ese viento extraño, que la alejaba, y la alejaba...

Los susurros del vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora