La tranquilidad de las olas

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Uno...

Dos...

Tres...

Vamos Jane, respira. Tranquilízate, tú puedes con ello. Otra vez.

Uno...

Dos...

Y...

¡Tres!

Y así es como terminé dominando la última ola del día, el cansancio se había adherido a todos y cada uno de mis huesos y la brisa me daba directamente en la cara, provocando que un escalofrío recorriera mi columna por el frío. Estaba empezando a anochecer y eso significaba que seguramente llegaba tarde, ya que al ser verano, perdía completamente la noción del tiempo. Sarah seguramente patearía mi trasero en el momento en el que pisara nuestro amado bar "Bells", pero ahora que el verano se hacía presente de nuevo, mi deber era recuperar todo el tiempo perdido, pues entre la universidad y algún que otro viaje a la otra parte del mundo, las oportunidades de meterme en el mar se habían reducido considerablemente.

Mi teléfono sonaba furioso metros atrás, pero me negué a ir en su búsqueda. Nunca había sido alguien que estuviera pendiente de la tecnología, prefería saborear los momentos por la esencia que estos tenían, a estar pendiente de lo que dictaba una pantalla que personalmente me parecía enfriar unos futuros recuerdos y Sarah siempre estaba enfadada por eso. Tal y como en ese momento era posible que estuviera, pero cada célula de mi cuerpo pedía a gritos que me sentara en la húmeda arena y dejara que el agua hiciera su magia entre mis extremidades doloridas. En ese momento, la paz se instaló en mi mente. Éramos solamente, yo, Bells Beach y sus olas. Sabía que si cerraba los ojos sería capaz de quedarme dormida y perderme entre las arenas de esa amada cala por lo que decidí dejarlos abiertos y absorber todo lo que esa playa era capaz de darme.

Me permití disfrutar de mi calma durante los siguientes diez minutos antes de levantarme y coger mi tabla para ir hasta la toalla. Una vez allí saqué la toalla para secarme con la intención de recoger mi ropa y mis pertenencias segundos después con tal de poder ir hasta el coche y partir, pero una suave brisa de aire hizo que levantara mi mirada por una fracción de segundo y contemplé como una figura desaparecía por las escaleras que daban al parking de Bells Beach, había algo, había algo en esa figura que se me hacía terriblemente familiar. Cerré mis ojos para intentar recordar el por qué y una sonrisa inocente se posó en mis labios al momento en que mi cerebro hizo la conexión con mi memoria.

Yo ya había visto ese trasero antes...





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