Capítulo único

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Dos cuerpos se unían.

En un compás de sonidos, de acciones y movimientos lograban volverse uno.
El tiempo: congelado, estático, inexistente para dos personas que demostraban su amor en su mayor expresión. En la unión de sus cuerpos.
Sus cuerpos danzaban en la oscuridad. Ocultos en las sombras de la noche, ocultos en la luz de la luna y las estrellas. Las nubes, meras espectadoras que colaban su vista por la ventana ocultando a la luna y los pequeños faroles del cielo nocturno.

En un sentimiento mutuo dando por fin aquella intimidad se recostaron en la desecha y arrugada cama, con algunas gotas de sudor y jadeos tapando sus cuerpos con millones de hilos entrelazados de color perla. Entretejiendose logrando una manta para los cuerpos agotados.

Aquellos seres juntándose en un abrazo protector. Una noche que no era la última ni la primera.

[...]

Sólo veía oscuridad, una oscuridad envolvente y vasta. Me acerqué a una calida luz que era cubierta por las sombras, no dejaba de iluminar. Llenar con su calidez.

Era un fuego fatuo, un fuego de colores extravagantes, un fuego que a pesar de ser capaz de destruir todo, quemarlo. Éste sólo era símbolo de esperanza, guía y apoyo.

Sus colores, celestes y verdes revoloteando, jugando. Logrando animarme olvidando la oscuridad que me cegaba.

Aunque por destructor que se vea, aunque te digan lo malo y dañino que es, jamás sabrás si eso es verdad hasta que lo compruebas.

Acerqué mis temblorosas manos para tocar y acurrucar aquel fuego, pero, éste me despreciaba, me ignoraba alejándose de mis manos y existencia. Pero jamás evaporandose, logrando quedarse en mi vista, iluminando.

Sólo podía atesorarlo con mi mirada. Pequeñas gotas de lluvia cayeron de mis ojos, aquellos llamados puertas del alma convirtiendose en nubes oscuras y espesas.

[...]

Él de cabellos como la nieve se ocultaba, resguardaba como los animales buscando un refugio, pero su refugio era aquel torso que había secado, cuidado sus lágrimas. Ocultó sus gotas de lluvia otra vez en aquel pecho.

El insomnio era su peor enemigo y aun con todo el esfuerzo antes requerido, el mundo de los sueños aun estaba cerrado para él. El mundo donde todo es realidad, donde no puedes pensar en nada y puedes olvidarlo todo.

Cuando lo peor del mundo de los sueños es algo llamado: Despertar.

El color azabache cubría la habitación y el gran foco blanco en el cielo nocturno no era capaz de expulsarla, ni penetrarla.

El de ojos rubí abrió sus ojos encontrando el pecho de Soraru, levantó la vista observando su apaciguado y sereno rostro. Se acercó dándole un beso en la mejilla para romper el abrazo y levantandose de la cama.

Camino casi como un pingüino hacia la sala, el dolor en la parte baja de su espalda provocó que su caminar fuera extraño pero posible.

Se sentó con sutileza en el sillón de la sala observando la ventana que estaba a unos metros oculta con las pequeñas pestañas de color celeste*.

Quiso acercarse y anhelar el cielo y las estrellas, contarlas como si fueran ovejas para dormir. Aquellos faroles a millones de kilómetros de la esfera de agua, el zafiro del espacio conocido llamada "Tierra". Algo irónico para su gusto.

Escucho crujir el suelo de madera dejando ver la silueta de su razón para sonreir.

-¿Que sucede? -Dijo con voz somnolienta y a su vez sentadose al lado del de cabellos como la nieve. -¿Necesitas hablar? Porque si lo necesitas déjame decirte que no es la mejor hora.

-Ah no, sólo no podía dormir. -Aclaró el de ojos rubí curvando sus labios logrando una sonrisa. A pesar de tener grandes ojeras no conseguía conciliar el sueño.

- Uhm, bueno, me quedaré despierto hasta que te duermas.

-No soy un niño pequeño, pero si quieres también toma mi mano-Agregó de manera infantil pero en broma. Le gustaba recibir la atención del otro y de sus acciones, era algo por las cuales había creado tormentas en sus pequeñas nubes, pero después de la lluvia siempre salía el arcoiris. Era un arcoiris que no iba a dejar desaparecer.

Si era necesario iba hacer el agua de él y el de cabellos índigos su sol. Una arcoiris que jamás dejará de estar presente, donde al final siempre hay un caldero lleno de monedas de oro. Pero aquel caldero estaba vacio.

Los sentimientos se sienten, no se ven.

[...]

→ Es primera vez que escribo SoraMafu y aun no se llevar bien sus personalidades.

→ Soy un poco poeta para escribir, si alguien le disgusto mi manera de narrar, bueno. No puedo hacer nada...

→ Para quien no haya entendido lo de
• Pequeñas pestañas de color celestes: Es una manera de referirme a las cortinas, use la palabra ventanas a la frase de que los ojos son las ventanas del almas, por eso lo de las pestañas. Estan en los ojos y bueno, ya me comprenden ¿No?

→ Gracias por leer ←

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