Capítulo 12: Pellas

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Mis pensamientos se habían vuelto monótonos desde el día en que  fuimos al gran almacén. Taylor ocupaba el cien por cien de mi mente. No podía parar de pensar en esos ojos, en esos labios y en besarlos. ¿Qué me estaba pasando? Aunque conocía la respuesta era mucho más difícil reconocerla, pero la realidad estaba ahí y era evidente. Me atraía Taylor.

Esta última conversación se había quedado grabada en mi memoria y no me dejó dormir en toda la noche y como era de esperar surgieron las preguntas:¿Qué era exactamente lo que sentía por Taylor? ¿Sentiría ella lo mismo por mí? ¿Esos pensamientos eran infundidos por ella y por tanto no reales? ¿Me estaba volviendo loca? Como de costumbre esas preguntas eran preguntas todavía sin respuesta.

El día siguiente me levanté con los ojos hinchados y rojizos, eran la consecuencia  de tantas horas delante de la pantalla. Aun así me las arreglé con agua fría para deshinchar  mínimamente esa horrible monstruosidad y poder salir a la calle sin que pareciese que me habían picado unas avispas gigantes en la cara.

Me sentía bien. Las cosas me iban mejor que de costumbre y tenía la sensación de estar encontrando mi lugar en este mundo, cosa que hacía más de un mes me parecía imposible. Taylor me esperaba en nuestro sitio. Sentí como me sonrojaba y bajé la mirada para que Taylor no notara mi nerviosismo. Vestía con unas medias rotas, una falda de cuadros y una sudadera corta negra con la ya típica cruz invertida característica de Taylor, estaba radiante y yo, en comparación, parecía un *sintecho a pesar de que me había puesto un poco de brillo de labios de Celia. Paré la música en cuanto llegué a su lado.

- No tengo ganas de nada. No quiero hacer clase.- Me pareció que era una buena forma de empezar conversación aunque no era muy buena en eso.

- ¡Perfecto!- exclamó

Taylor se giró, me cogió de la muñeca - sentí otro escalofrío - y me arrastró en dirección contraria a la entrada del colegio.  

- ¿Taylor? ¿Qué haces? ¿Dónde me llevas? Tenemos clase...no podemos...

- Sí que podemos Kat, confía en mí.- seguía arrastrándome y me sujetaba firmemente por la muñeca.

- Pero van a llamar a nuestros padres. ¡¿Qué vamos a hacer?!- estaba a punto de soltarme de un tirón justo cuando Taylor me soltó y agarró su teléfono. No me podía creer que hubiéramos hecho esto.

*Hola. ¿hablo con el instituto Ruiz Quebrado?

...

*Sí, mire. Me llamo Carmen, soy la madre de Katia Rodríguez 

...

*Sí. Hoy no va a poder asistir a clase por motivos de salud

...

*No, tiene la gripe.

...

*Vale, de acuerdo. ¿queda registrado verdad?

...

*De acuerdo. Adiós y buenos días 

- Problema solucionado. ¿qué te apetece hacer?- Preguntó con una sonrisa traviesa que aceleró mi pulso a niveles inesperados.

- No me lo puedo creer...- susurré- ¿En verdad estamos haciendo pellas?

- Sí.

- ¿No vas a llamar haciéndote pasar por tu madre?

-No.

Me sorprendió su respuesta pero respondió tan rápido y firme que no quise preguntarle nada más al respecto.

- Creo que me gustaría ir al parque. ¿Compramos unas pipas?

- Claro, vamos.

Nos pusimos en marcha y Taylor me pellizcó el brazo para que comprendiera que esto estaba pasando de verdad y que no era un sueño, luego me pasó su largo brazo por la espalda y soltó una risita. Otro escalofrío; Mente bloqueada; Pulsaciones frenéticas; Mejillas coloradas.

Taylor compró un paquete de tabaco y yo compré unas pipas y nos dirigimos al parque más solitario que pudimos encontrar en la ciudad. Nos sentamos en un banco y nos quedamos unos segundos en silencio antes de que Taylor rompiera el hielo.

- ¿Quieres uno?- dijo ofreciéndome con la mano un cigarro.

- Eh... no, gracias- No supe disimular mi incomodidad delante de esa pregunta y Taylor lo notó.

- ¿No has fumado nunca?

- No.

-¿Tienes curiosidad?

- No lo sé.- Miraba mis manos que no podían parar de moverse entrelazándose entre ellas.

- Haremos una cosa. Vas a darle una calada a mi piti ¿vale? así pruebas a ver si te mola o no.

No contesté. Taylor agarró el cigarro que me había ofrecido, se lo puso entre los labios y lo encendió. Ella dio la primera calada y luego me lo tendió.

- Tienes que inhalar el humo y dejar que entre dentro de tí, luego al exhalar dejas que salga lentamente.

Mientras me lo explicaba me iba tocando la garganta y la mano y la barbilla ... No me podía concentrar en sus palabras si me tocaba, así que cuando me dijo que lo hiciera no sabía que demonios hacer. Hice apaño de lo que sabía de observar a la gente que fumaba por la calle. Me llevé el cigarro a los labios , inhalé y dejé que el humo llegara al final de mi garganta. Me ahogué y me vino un ataque de tos, cosa que hizo arrancar un ataque de risa a Taylor. Me puse colorada y le devolví el piti rápidamente pero ella me cogió la mano y volvió a poner la boquilla del cigarro entre mis labios.

- prueba otra ves- dijo entre risas- deja que entre y salga solo, relájate


Así que probé otra vez y esta vez sí me salió. Al exhalar el humo del tabaco sentí una sensación de relajación que nunca había experimentado antes. Me gustó.


- ¿Qué tal ? ¿Cómo te sientes?- preguntó Taylor cogiendo el cigarro y dándole una calada.


- Esto es un regalo de los dioses


Taylor  encendió otro cigarro y me lo dio.










MALA INFLUENCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora