Acabamos a medianoche, y terminamos mucho más en acabar que los 90 minutos del estudio original. Miré a mi alrededor, en el bar, y me dio la impresión de que acababa de despertar. "No ha estado tan mal -dije-. Definitivamente menos incómodo de lo que sería la parte de mirarnos a los ojos".
Él dudó y preguntó: "¿Crees que deberíamos hacer eso también?"
"¿Aquí?", miré el bar. Me parecía demasiado raro, demasiado público.
"Podríamos ir al puente", dijo, girándose hacia la ventana.
La noche era cálida y yo estaba completamente despierta. Caminamos al punto más alto y después nos giramos para quedarnos cara a cara. Toqué torpemente mi móvil para poner el cronómetro.
"Vale", dije, respirando profundamente.
"Vale", dijo, sonriendo.
He esquiado pendientes empinadas y he estado colgada de una pared rocosa atada con un trozo corto de cuerda, pero mirar a los ojos de alguien durante cuatro silenciosos minutos ha sido una de las experiencias más emocionantes y aterradoras de mi vida. Pasé el primer par de minutos simplemente intentando respirar de forma adecuada. Hubo muchas sonrisas nerviosas hasta que, finalmente, nos sentimos cómodos.
Sé que se dice que los ojos son la ventana del alma, o lo que sea, pero el quid del momento no era sólo que yo estaba mirando a alguien, sino que estaba mirando a alguien que me estaba mirando a mí. Una vez acepté la terrorífica idea de la que me había dado cuenta y di tiempo para que se asentara, llegué a un sitio inesperado.
Me sentí valiente y en un estado de asombro. Parte de ese asombro fue por mi propia vulnerabilidad y parte vino por la extraña forma de fascinación que ocurre cuando decimos una palabra una y otra vez hasta que pierde su significado y se convierte en lo que realmente es: sonidos ensamblados.
Así ocurrió con el ojo, que no es una ventana a nada, sino más bien un conjunto de células muy útiles. El sentimiento asociado con el ojo se desvaneció y me vi impactada por su sorprendente realidad biológica: la naturaleza esférica del globo ocular, la visible musculatura del iris, y el cristal suave y húmedo de la córnea. Era extraño y exquisito.
Cuando la alarma sonó, estaba sorprendida... Y algo aliviada. Pero también sentí una especie de pérdida. Ya estaba comenzando a ver nuestra noche con las lentes irreales y poco fiables de la retrospección.
Muchos de nosotros pensamos en el amor como algo que nos ocurre. En inglés "we fall in love", caemos en el amor. "We get crushed", nos aplasta.
Pero algo que me gusta de este estudio es cómo asume que el amor es una acción. Tiene en cuenta que aquello que importa a mi compañero también me importa a mí porque tenemos al menos tres cosas en común, porque mantenemos relaciones estrechas con nuestras madres y porque dejó que le mirara.
Me pregunté qué saldría de aquella interacción. Al menos, pensé que me daría material para una buena historia. Pero ahora me doy cuenta de que la historia no es sobre nosotros; es sobre qué significa tomarse la molestia de conocer a alguien, que a su vez y en realidad es una historia sobre qué significa que nos conozcan.
Es cierto que no puedes escoger quién te ama, aunque he pasado años con la esperanza contraria, y tampoco puedes crear sentimientos románticos basados sólo en lo que te conviene. La ciencia nos dice que la biología importa; nuestras feromonas y hormonas hacen mucho trabajo entre bambalinas.
Pero a pesar de todo esto, he comenzado a pensar que el amor es más flexible de lo que creemos que es. El estudio de Arthur Aron me ha enseñado que es posible -sencillo, incluso- generar confianza e intimidad, que son los sentimientos que el amor necesita para prosperar.
Probablemente te estás preguntando si él y yo nos enamoramos. Bien, lo hicimos. Aunque es difícil darle todo el mérito al estudio (podría haber ocurrido de todas formas), las preguntas nos ofrecieron un camino hacia una relación que sentimos como voluntario y deliberado. Pasamos semanas en el espacio íntimo que creamos esa noche, esperando a ver en qué podía convertirse.
El amor no nos ocurrió. Estamos enamorados porque tomamos la decisión de estarlo.
Mendy Lern escribió esto para el NewYorkTimes.
FIN.
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36 Preguntas para Enamorarte❤️
RandomSe divide en 3 bloques, crees enamorarte de alguien con 36 preguntas?