Me tumbé en la cama y al rato apareció mi madre, me abrazó y llamó al medico. Me hicieron unas cuantas pruebas y dejeron que en unos días podría volver a casa, no pensaba esperar hasta entonces, el plan seguía en pie.
Mi madre se empeñó en quedarse a dormir, eso pondría en peligro la misión, la convencí de que con Maia ya estaba bien, que fuera a casa a descansar que debía estar muy cansada. Al final se fue.
A las doze mi reloj de pulsera sonó, desperté a Maia y nos vestimos. Llevaba ropa suya porque en teoría yo no debía moverme. Entonces me di cuenta que llevaba un brazo escayolado. Esperaba que pudiera llevar a cabo el plan.
Las puertas del hospital estaban cerradas, eso ya lo sabíamos. Y salir por el pasillo era arriesgado por si alguien nos veía. La única salida era la ventana. Estábamos en el primer piso, no seria mucho.
Yo bajé primero, me senté en la repisa de la ventana, alargue el pie hasta el marco de la ventana de abajo, no llegaba tendría que usar toda mi fuerza para ello. Con toda la valentía que pude reunir me cojí con las manos de la repisa y tiré el resto de mi cuerpo. Conseguí llegar al marco de la ventana inferior. Entonces repetí todo lo que había hecho antes hasta llegar a la repisa de abajo y salté el metro de pared que había por debajo de la repisa.
Ahora se complicaba la cosa, Maia tenia el brazo roto y un paso en falso sería terrible.
Se apoió con el codo en la repisa, bajó un pie de esta y... Aterrizó sobre mi. Nos levantamos deprisa y, aunque doloridas, nos pusimos a correr para cruzar la calle. No teníamos mucho tiempo y , por suerte, el trafico era más bien escaso. En el otro lado de la calle atajamos por debajo de una valla entre dos bloques de pisos. Pasamos por varios callejones estrechos para no tener que rodear los edificios.
Veinticinco minutos después nos encontramos en la puerta trasera de casa. Saqué la llave que había encontrado en la mesilla rezando para que fuera la que abría esa puerta. Lo intenté y no se abrió.
Miré la fachada de la casa en busca de alguna ventana abierta. Sería fácil llegar a cualquiera por la escalera de incendios. Bingo, la de mi hermana, sería difícil pasar por su habitación teniendo en cuenta que solo era un bebé y que con el mínimo ruidito despertaría. Me armé de valor y empezé a subir por la estrecha escalera. En el primer piso me acordé de Maia y le susurré:
- cuando entre bajo y te abro.
Ella asintió y se escondió tras un árbol. Continué subiendo hasta el segundo piso. La cantaba estaba muy poco abierta, no cabía por allí. Con mucho cuidado corrí la ventana hasta que el hueco fuera de suficiente tamaño como para poder caber por allí. La ventana soltaba un chirrido irritante pero no lo suficiente fuerte como para despertar al bebé.
Entré y dejé la ventana abierta. Con mucha probabilidad mi hermano siguiera jugando en el ordenador en su cuarto así que bajé agachada hasta la puerta dónde me esperaba Maia. Le abrí sin hacer ningún ruido y ella entró. Subimos hasta el tercer piso dónde estaba mi habitación haciendo el mínimo ruido posible. Su habitación se comunicaba con la mía con una ventana. Bueno la verdad es que había un pequeño espacio entre las casas pero pasó sin problemas.
Ya que estaba allí cogí un petate y metí algo de ropa. Abrí el cajón y encontré algo muy extraño, una carta supuestamente escrita por mi.
ESTÁS LEYENDO
Invisible
Mystery / ThrillerNaira despierta en el hospital sin recordar absolutamente nada de que hace allí. En su habitación esta su vecina Maia con quien comparte la historia de llegada hasta allí pero que nadie sabe. Descubren que han adquirido extraños poderes. Juntas tend...