Mientras el ascensor subía me distraje pensando en mi mismo.
El cuerpo de policía nos obligaba a ir una vez a la semana a visitar un terapeuta para ayudar a liberar la tensión del trabajo. No era un psiquiatra si os lo estáis preguntando, no creo que un médico quilificado para extender recetas de antidepresivos sea buena combinación con un cuerpo policial. No es que me gustara mucho ir a las sesiones pero debía admitir que ayudaban un poco a relajarme. Uno de los ejercicios propuestos era hacerse autoanálisis del estado mental de uno mismo regularmente.
Me tenía que preguntar a mí mismo 5 preguntas y la respuesta tenía que ser afirmativa o negativa. Si las preguntas afirmativas superaban a las negativas, tenía un problema emocional o mental y requería de una visita extra al terapeuta o una sesión más larga, si eran más negativas que positivas, todo seguía yendo perfecto, aunque no me libraba de ir a la terapia.
Estas preguntas eran: ¿Has dormido bien esta semana?, ¿Has consumido alguna sustancia que altere el estado anímico en las últimas 48h?, ¿Te consideras adicto a alguna sustancia, por ejemplo, alcohol o tabaco?, ¿Has disparado tu arma en los últimos 3 meses? Y la que era mi favorita: ¿Has hecho el amor con tu cónyuge en la última semana?
Me hice el diagnóstico mientras el panel marcaba planta séptima.
No, Sí, Sí, No, No. ¿Se consideraba el hecho de hacer el amor con tu mujer algo determinante para tu estado mental? No lo creía, y no era la primera vez que discutía con el terapeuta por esa pregunta.
Según las respuestas estaba bien, aunque yo sabía la verdad. Los últimos días habían sido un estrés constante y mi último caso no había resultado exitoso. Y lo notaba en el día a día, me costaba más levantarme, consumía más café, fumaba más que nunca y todo me parecía gris.
Me forcé a borrar esos pensamientos de mi cabeza y seguí pensando en el terapeuta. Dibujar, esa era la solución. Él siempre recomendaba qué hiciéramos alguna actividad manual o practicáramos alguna afición que nos ayudara a distraernos de nuestro día a día. En mi caso era el dibujo.
Veréis no era especialmente talentoso, no tenía paciencia y sólo se me daba bien hacer croquis en lápiz. El terapeuta aun así insistió en que lo practicara y así lo hice. Una hora al día, cuándo regresaba de la comisaría me ponía con mis bocetos. Al principio empecé con lo básico. Cogía una silla, me plantaba delante de la ventana e intentaba plasmar el trozo de calle que veía en uno de mis cuadernos de dibujo.
Hicieron falta 13 intentos para convencerme de que eso servía de algo. Luego ya fui pasando a objetos algo más complejos, fotos, mi viejo SEAT y me atreví a hacerlo con las personas. Empecé con Leonor, Martín, algunos agentes del cuerpo, luego les regalaba los "retratos" y reían conmigo. Me llamaban Montoya Dalí.
Lo quisiera o no iba cogiendo rapidez y habilidad en el manejo del lápiz y mis capacidades de retención de la información y de observación fueron mejorando. Ya era capaz de dibujar a objetos y personas sin tenerlos delante y con solo haberlos visto algunos segundos. Y eso me hacía muy bueno para mi trabajo.
Ya de pequeño me gustaba dibujar, mi padre por mi octavo cumpleaños me regaló mi primer cuaderno, que aún conservo, y una caja de ceras. De pequeño incluso iba a clases extraescolares y me pasaba las tardes lluviosas dibujándolo todo. Lo dejé por falta de tiempo y supongo que a medida que me hacía mayor le fui dando menos importancia.
Aún 8 años después de retomar mi vieja afición seguía dándole gracias al terapeuta. Eso me facilitó resolver los casos mucho más rápido. En mi mente a medida que iba recopilando pistas y descubriendo hechos poco a poco iba trazando un esbozo del culpable hasta que quedaba retratado.
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Tempus Fugit
Mystère / ThrillerAcompaña al Inspector Montoya y su unidad, la Manada en uno de sus casos policiales más famosos y sonados de los últimos años. Una serie de asesinatos brutales en Barcelona despiertan su curiosidad, ya que aparentemente no tienen relación alguna ent...