Prólogo

17 3 0
                                    

Tres Cruces, Sur de Chile. 12 de mayo de 1929.

Abrió pesadamente los ojos. Le costó gran trabajo enfocar su entorno. ¿Cuánto tiempo llevaba inconsciente? Se sentía mareado.

De pronto, un escalofrío le hizo comprender que estaba desnudo. Una punzada de dolor en el costado izquierdo le hizo apretar los dientes e intentó moverse sin lograrlo. Estaba atado. ¿A qué? Estaba en una mesa. No, a una camilla. ¿Porqué estaba desnudo atado a una camilla? ¿Porqué no recordaba nada de cómo llegó ahí?. Intentó hablar, abrir la boca y gritar, pedir ayuda, pero tenía la garganta reseca, la lengua adormecida y solo pudo emitir una exhalación ahogada.

A sus pies, un cerrojo metálico abriéndose lo hizo sobresaltar. Una pesada puerta se abrió y una silueta oscura cruzó el umbral de la puerta. Traía consigo una bandeja metálica que depositó en una mesa cercana. Luego volteó y observó un momento al personaje sobre la camilla.

- Veo que ha despertado sr. Vásquez - dijo caminando lentamente hasta ponerse a su lado - Lamento lo precario de las instalaciones. Pero no he tenido posibilidad de acceder a un lugar más... acogedor.

Pedro Vásquez, desnudo y atado a la camilla, abría la boca intentando infructuosamente gritar, de emitir algún sonido que fuese más que una torpe exhalación, pero no había caso. El hombre llevaba un traje que alguna vez debe haber sido blanco, pero que ahora estaba cubierto de suciedad, manchas llenaban las mangas... Salpicaduras que en el pánico del momento Pedro rogaba porque no fuesen de sangre. Al frente el hombre vestía un grueso delantal de cuero oscuro, igualmente sucio y completaba el traje una mascarilla de cirujano que dejaba al descubierto solamente unos ojos azules terribles, fríos como el hielo y de mirada dura como la roca, sentía que cuando esos ojos lo miraban lo atravesaban, lo diseccionaban, lo analizaban y tomaban nota de cada detalle de su ser.

El hombre acercó la mesa donde había depositado la bandeja metálica y por un segundo y con horror Pedro vió lo que contenía: instrumental médico. El filo de los instrumentos emitió destellos de muerte por un segundo.

- Supongo que ya se dió cuenta que no puede emitir sonidos - dijo el hombre sin mirarlo, mientras revisaba un bisturí con atención - Es un esfuerzo inútil, las drogas que he utilizado se encargan de evitarlo.

"Un esfuerzo inútil", ya lo sabía, lo había notado tras cada intento de pedir auxilio, pero aún así su mente se negaba a darse por vencida.

Forcejeó desesperadamente con las amarras de manos y pies, sin conseguir nada. Comenzó a llorar. El miedo le atenazaba como un golpe eléctrico y hacia que todo fuese más terrible. Sintió como un líquido caliente avanzaba bajo su cuerpo, y comprendió que se había orinado, sin poder evitarlo, tal como las lágrimas que caían por su rostro. Su mente amenazaba con huir, y deseo por un momento caer inconsciente.

El hombre, ahora con un bisturí en la mano derecha, lo miraba fijamente.

- Muy bien - dijo finalmente - No perdamos más tiempo. Quisiera decir que no sentirá nada, pero la verdad es que cuento con que sienta cada uno de mis movimientos.

Efectivamente, Pedro Vásquez, vió con horror el bisturí cuando se acercaba a su pecho y sintió milímetro a milímetro como atravesaba su piel. Sólo deseaba gritar y no podía. Cerró los ojos con fuerza, deseando que todo acabara rápido... Pero no fue así.

Nuestra Señora de las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora