La Cena

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«De cualquier forma los celos son en realidad una consecuencia del amor: os guste o no, existen.» Robert Louis Stevenson 




-¡Beth! ¡Por Dios! ¿Quieres salir de una puñetera vez del baño? ¡Necesito mantener una conversación urgente con el inodoro! –Grité cruzándome de piernas ante la puerta del lavabo. 

Mi amiga llevaba más de dos horas allí metida y o salía por las buenas, o yo acabaría echando la puerta abajo por las malas. Escuché el ruido del cerrojo descorrerse y una nube de vapor, que empañaba todos y cada uno de los azulejos del baño, me recibió al entrar. 

-Ya era hora –mascullé sentándome veloz en la taza del váter. 

-Eres una quisquillosa, para dos minutitos de nada que llevo aquí y mira como te pones. No quiero ni pensar en cómo serás de vieja. Suerte que no vas a ser mi suegra –soltó alegremente mientras salía de la pequeña habitación dejándome con la palabra en la boca. 

La verdad es que algo de razón sí que tenía. Es posible que Beth no llevara dos horas en el baño, pero tampoco llevaba «dos minutitos». Tenía que reconocer que estaba nerviosísima sabiendo que en breve mi radiante novio y su atractivo hermano se presentarían en la puerta de nuestra casa para cenar. No es que me inquietara la cena en sí, lo que realmente me preocupaba era saber cómo reaccionaría Luke ante el acoso de mi amiga. En el fondo, muy en el fondo, estaba deseando que no le hiciera el menor caso. Sacudí la cabeza borrando ese último pensamiento. Era una egoísta. Tenía a Erik, el mejor de mis sueños hecho realidad, pero no quería que Luke se encaprichara con otra. ¿Pensar así era normal? No, pero ¿acaso mi novio, o su hermano, o el cúmulo de sucesos que se presentaban en mi vida últimamente eran normales? No, tampoco. 

Cogí mi estuche de maquillaje con la intención de arreglarme un poco. Me puse el colorete en tono melocotón sobre mis mejillas, lo apliqué con suaves círculos y rematé la jugada con algo de rímel en las pestañas. Miré a Beth de reojo desde el reflejo que el espejo del lavabo me brindaba de ella. Parecía una modelo de revista en estos momentos. Tenía mano para maquillarse, sin parecer pintada en exceso pero realzando toda su belleza. Era realmente hermosa y la ropa que había elegido para la ocasión, un vestido corto y ceñido de cuello vuelto en color negro rematado con unos tacones de infarto plateados, a juego con un cinturón que se ajustaba a su esbelta silueta, realzaba todavía más esa belleza. Una punzada de envidia me sacudió. Si Luke se centraba en ella, solo unos segundos, me borraría a mí de su mente de forma automática. ¿Y qué? ¿Por qué era tan posesiva con Luke? Él no era mi novio, ni ganas, pero tampoco quería verlo con Beth y a eso no conseguía encontrarle una explicación coherente. Miré por última vez mi reflejo en el espejo. Bueno tampoco estaba tan mal. 

Me fui a la habitación y me cambié de ropa, tirando sobre la cama el raído chándal. Opté por unas mayas color chocolate con un jersey largo del mismo color, que me llegaba justo por debajo del trasero y un cinturón de piel en un tono más claro que se posaba sobre mis caderas. No estaba mal, nada mal. No era Beth, pero me gustaba lo que veía. Rematé el conjunto con unas botas altas de piel, similares al cinturón. 

Sonó el timbre mientras observaba por última vez mi imagen en el espejo del armario. Salí a toda prisa de la habitación, lo último en que me fijé fue en la mirada de aprobación que Beth me lanzaba desde la entrada. En raras ocasiones me arreglaba tanto a pesar de la insistencia de mi amiga. Corrí junto a ella para recibir juntas a nuestros invitados. Beth me guiñó un ojo y abrió la puerta. 

-Hola –saludaron los gemelos casi al unísono. A punto estuve de volver a desmayarme al verlos a ambos, tremendamente atractivos, de pie en el umbral de casa. 

-¡Vaya que guapos estáis! –Contestó mi amiga sin ruborizarse siquiera. Imaginé que «guapos» era un sin nimo "Light" de lo que en realidad pasaba por la mente de Beth. 

Tormenta de ArenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora